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Estaba realmente animado. El equipo iba genial y todo avanzaba cómo debía. Me encontraba en un estado de felicidad inquebrantable. Salvo por cierto secreto que me traía la cabeza loca.

¿Será Sam? Hablan bastante a menudo y no se llevan mal del todo pero... no los veo muy compatibles. ¿Y Fran? Él y ella se llevan muy bien y ella lo apoya tanto. Porque eso seguro, Jaime queda descartado. ¿O no? Ni idea lo mismo le gustan los tíos que le vacilan, yo que sé. Pero no lo parece, ella tiene mucho carácter.

Sam me llamó la atención, al ver que no estaba muy centrado.

—¡Hey idiota! ¡Deja de maquinar lo que sea que esté haciendo tu perversa cabeza!

—¿Yo? Que tu hables de perversión...

—Hacer chistes guarros no tiene nada de malo. Al menos luego estoy centrado, no como otros...

—¿Perdona? Prepárate, voy a rematar directo hacia ti. No vas a sentir los brazos después de esto.

—Te lo devolveré. Devolveré cada uno de ellos.

—JA. Ya veremos.

—¿Crees que no?

—Exacto.

—Ya verás. Nadie se mete conmigo sin luego arrepentirse. Eres mi mejor amigo, lo sabes mejor que nadie.

—Ya, Sam... lo sé.

Ambos dejamos la charla y comenzamos el entrenamiento como cada tarde. Al acabar volvimos a casa juntos.

—Oye Sam, ¿puedo pedirte un favor?

—Si, claro. ¿Qué es?

—Ya sabes que tengo horas extra con la profesora de Lengua por haber estado el otro día distraído en clase.

—Sí, sí. Lo sé. Por cierto hay que estar empanado para que la de Lengua se dé cuenta de que no estás atendiendo.

—Joder, Sam. Sabes que no fue apostaaaa.

—Ya, ya. No te desvíes tanto del tema. ¿Qué quieres que haga?

—Maya me presto esto. No puedo ir a devolvérselo pero sé que lo necesita. ¿Podrás llevárselo en la hora del desayuno mientras yo estoy en el aula de castigo?

—Vale pero... ¿ella viene a nuestro instituto?

—Claro. ¿Ahora te enteras? Además era la única posibilidad, en este mugriento pueblo solo hay un instituto.

—Yo qué sé tío. Pero si, tú tranquilo que yo se lo llevo.

—Va, gracias. Te debo una.

Ambos nos despedimos en el cruce de caminos que separaba la ruta que nos llevaba a su hogar.

Sam

Al día siguiente salí de clase para descansar durante el desayuno y me centré en intentar encontrar a Maya.

—¡Maya! ¡Eh!

Ella parecía estar siendo interrogada por su amiga.

Pues está buena la amiga, eh.

—Sam, ¿qué haces aquí?

Me quedé observándola. Y ella preguntó:

—Eyyy, ¿cómo que Sam? ¿Lo conoces?

Me miró de arriba y le dio un codazo a Maya.

—Claro que me conoce. Es la ayudante de nuestro equipo.

—¿Equipo?

—Si, jugamos al voley en la nueva pista.

Su amiga exclamó sorprendida.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora