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Mia

La noche era profunda y de aire cargado, el viento movía las hojas de los árboles y a aquellas horas las calles estaban completamente vacías, salvo por la presencia de ciertos curiosos.

—No entiendo como puedes no morirte del sueño...— Ethan susurró, arrastrando los pies, agotado.

—¿Conoces lo que es un café? Ya sabes, ese líquido de color marrón que te da energía y lleva cafeína.

—Ah no. Eso sí que no, que afecta al crecimiento. Y yo tengo que mejorar este 1,80.

— No vaya a ser que el cerebro te deje de crecer también...

—Seré tonto pero más alto que tú también.

—En este importante plan que tenemos tu querido 1,80 es un obstáculo. Así que mejor cierra la boca.

—Aaaw cariño, yo también te quiero.

Mira que lo quiero pero que pesado es a veces...

Suspiré, andando con sigilo hacia la pista de voley.

Encontré el escondite perfecto en la zona de las gradas de la pista. Ethan se colocó junto a mí y ambos miramos con detenimiento la zona de la demacrada y antigua pista de voleibol.

—¿Crees que al final vendrán?—preguntó Mía.

Ethan asintió.

—Lo harán.

Se escucharon unos pasos. La figura de un hombre se hizo presente en escena. Supuse que era Dylan, su aspecto era distinguible con facilidad así que no me costó averiguarlo.

Ambos estábamos escondidos, esperando a alguien más.

No podía aguantar más. Necesitaba saber la verdad.

¿Qué es lo que ha pasado? ¿Yuni tendría razón? ¿Quién se encontrará con Dylan?

—Veo que no te has echado atrás...—la voz de Dylan fue el martillo que le quebró el corazón—Maya, me alegro de verte.

¿M-Mamá?

Busqué a Ethan con la mirada y sólo encontré una expresión triste y apagada por su parte.

—No podía ignorar tu llamada. ¿De qué quieres hablar?

—Hay tantas cosas que quiero decirte ahora mismo...

—La noche es más corta de lo que crees.

—Hablemos de lo que nos ha traído hasta aquí entonces.

—De acuerdo.

Dylan carraspeó y la miró atentamente. Los ojos de mi madre centelleaban debido al reflejo de la luna en ellos.

—¿Qué era eso tan importante que tenías que contarme?

—Sé lo que realmente pasó en aquel incidente, Maya.

—¿Cómo? ¿Qué incidente?—mi madre cruzó de brazos con gesto confundido.

—Ya sabes a qué me refiero. Lo que... nos separó, Maya.

Mi madre torció el gesto. No parecía agradable para ella hablar del tema.

—¿A qué conclusión llegaste? No creo que a ninguna realmente verídica.

—No lo hiciste, ¿verdad? Tú no destrozaste la red, ¿verdad?

¿Qué red?

—Lo hice. Mi error fue mentir.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora