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Dylan

—"¿Quizás deberías aprovechar que dentro de poco entrarás a Bachillerato para mudarte a la ciudad y unirte al equipo masculino de nuestro instituto?"

Aquella frase se repetía una y otra vez en mi cabeza.

¿Dejar al equipo que tanto nos ha costado formar para irme a la ciudad?

Era... mi única oportunidad para cumplir mi sueño. Para tener lo que quería.

Pero...

—"Tú. Tú me gustas."

Maya...

Hoy no vamos juntos pero aún así juraría escuchar unos pasos tras de mí.

—¿Dylan?

Me di la vuelta y me encontré con la calidez de unos ojos marrones.

—Oh, Diana. ¿Qué te trae por aquí?

—Nada... Solo voy por este camino, al menos por un par de días.

—No sueles venir por aquí. ¿Ha pasado algo?

—Nada. Nada importante al menos...

—Diana... Confía en mí.

Suspiró, dejando que ganara aquella pequeña discusión.

—Si voy por aquí no tengo que ver a Sam, ¿sabes?

Estaba algo confundido.

—¿Te pasa algo con él?

Ella caminaba arrastrando los pies, parecía algo alicaída al hablar del tema.

—Ni yo lo sé. Me siento distinta cuando él anda cerca y él solo me ignora.

—No me parece muy considerado de su parte.

Sam siempre ha sido así. La palabra amor no está en su vocabulario.

—No lo es. Pero supongo que es más fácil que pararse a preguntarme el porqué me siento así.

No comprendo a Sam. Parecía que Diana y él habían conectado de alguna forma.

Pero como me había contado Diana, ahora él se dedicaba a evadirla.

—¿Quieres que hable con él? Seguro que si se lo digo lo entenderá.

Diana negó con la cabeza.

—No creo que sea necesario. Pero gracias, Dylan.

—Somos amigos. Puedes contar conmigo, ¿de acuerdo?

—Está bien. No entiendo porque te preocupa tanto.

—Me preocupa porque ahora los dos sois mis amigos. No quiero que nada malo pase entre vosotros. Además, sería malo para el equipo.

—Ya, ya. Capitán, eres un tanto pesado...

—Solo me interesa. Seguro que si Maya estuviera aquí también te diría lo mismo.

—¿Maya? Ella es demasiado buena como para verle maldad a nadie. A veces es muy ingenua en esos temas.

—No hables así de ella.

—¿Qué? Ser ingenuo no es malo. Parte de la felicidad reside en el desconocimiento.

—Suenas muy arrogante como para tener el corazón roto.

—Mi corazón no está roto. Mi orgullo sí.

—Entonces, ¿qué es lo que te trae a Sam?

—Ni yo misma soy capaz de entenderlo. Pero ya lo descubriré, ¿no crees?

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora