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Ethan

Tras el partido, Mia y yo volvimos a casa juntos. Ambos sospechábamos que algo le ocurría a Nao. Se había comportado muy raro a lo largo del partido pero decidimos dejarles su espacio.

Al fin y al cabo no es asunto nuestro.

Mía parecía pensativa. Sus ojos azul cielo brillaban en la oscuridad, reflejando la luz plata de la luna. Sus brazos tenían algunos moretones y su boca estaba entre abierta. Su respiración era calmada y mi mente no podía evitar recrearse en su imagen.

¡Esto no puede seguir así! De bastante tonto quedé ya la última vez cuando me pillo mirándola...

—Has estado genial hoy, por cierto—hablé de forma pausada y tranquila.

—Ya me lo habías dicho pero... gracias. En serio.

Sonrió halagada.

La presioné en un principio y le repetí una y mil veces que su entrenamiento debía ser más. Que no era suficiente, que estaba siendo muy flexible consigo misma. Pero estoy seguro de lo que digo. Y creo que eso es mejor que unos ánimos vacíos.

En parte debía agradecérselo a mi padre. Era un gran entrenador, por lo que me había contado Mía.

—Es que creo que tengo que decírtelo mucho. Has mejorado tanto en tan poco tiempo...

Mia sonrió de nuevo. Miro sus brazos, repletos de moratones. Cualquiera diría que aquello no debía parecerle agradable pero para ella seguro que eran un recordatorio de todo el trabajo que había estado haciendo. Cada vez aparecían con menos frecuencia, así que supuse que ya se iba acostumbrando. Aunque solo fuera poco a poco.

—Todo ha sido gracias a ti. Ah y también de tu padre. Gracias por pedirle que me entrene. Sé que no ha sido fácil convencerlo, pero si no lo hubieras hecho no habría mejorado. Ha sido todo por su ayuda. Y por la tuya, obviamente.

El chico no pudo evitar reír.

—Pues sí que me costó. Pero si dices que te ha ayudado entonces me alegra. Además, creo que a él también le ha gustado ayudarte. Parecía...

—¿Si?

—Parecía que de verdad en algún momento llegó a amar jugar con todas sus fuerzas.

—Espera... Pero yo pensaba que...

—¿Qué solo jugaba por pasar el rato como el tío Sam? Que va . Él lo amaba de verdad. O al menos eso cuentan. Aunque yo lo dudo, a veces siento que su mirada busca con todas sus fuerzas evitarme cuando juego.

Su mirada cayó hasta el agrietado suelo de hormigón que con cada paso sus pies tocaban.

—Ethan... Quizás...

—¿Hmph?

—Quizás le recuerdes a él. Y eso le trae muchos recuerdos.

Era cierto que siempre me observaba con cierta melancolía.

Pero si tanto lo echa de menos... ¿Por qué ha dejado de hacerlo? No hay nada que le impida hacer lo que le hace feliz, en el caso de que eso lo sea.

Eché un vistazo a donde nos encontrábamos y me sorprendí cuando vi que, debido a lo sumido que estaba en mis propios quebraderos de cabeza, ya habíamos llegado a casa de Mia.

—No lo sé. Creo que debería dejar de molestarte. Ya estamos al lado tu casa.

Ella negó con la cabeza.

—No importa. De verdad que quiero ayudarte. ¿Escuchaste algo más de alguien? Puede que nos sirviera de algo.

—No realmente pero...

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora