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Todos se enteraron pronto de la gran noticia. Ashe había regresado al equipo y no podíamos estar más felices. Teníamos a nuestro compañero de vuelta y podríamos jugar en el partido. ¿Qué más se podía pedir?

Tenía el ánimo por las nubes. Y se me notaba en la cara. Incluso mi padre me preguntó a qué venía aquella felicidad repentina.

—Ashe ha vuelto al equipo.

—¿En serio? Me alegro por vosotros. Parece que al final Ashe ha decidido tomar una ruta distinta a la que le ha marcado su padre. Me gusta su actitud, si es su sueño adelante.

—En parte fue gracias a Caleb.

—Bueno, ya sabes lo que dicen. A veces necesitamos alguien que nos dé un empujoncito

...

Dylan

Estaba desconcentrado, eso lo tenía claro. Y el resto del equipo también lo sabía. No querían decirme nada pero podían verlo. No sabían ni el porqué ni la solución pero pensaba en todo menos en el partido que estabamos jugando en aquel momento.

—¡Vamos Dylan! ¿Dónde tienes la cabeza?—gritó Jaime.

El chico suspiró. No sabía qué le pasaba pero no era capaz de concentrarse. Otro remate sobrepasó su cabeza y el equipo contrario al suyo anotó un punto.

—Vamos, ¡espabila! Puedes hacerlo—me animó Sam.

—Déjame en paz, ¿quieres?

No estaba del mejor humor aquel día y cualquiera que lo viera lo sabría.

—Baja esos humos que me llevas. Solo un ganador debería poder montar los numeritos que tú montas.

Jaime se reía. A pesar de que fuera mi compañero de equipo no me apoyaba. Solo quería hundirme más y más.

Detesto cuando es así...

Había llegado al límite. Quería seguir jugando pero por algún motivo ese día no pude. Miré a todos mis compañeros, ellos sí lo habían conseguido.

Quizás no sea suficiente... No sé porque soy el capitán.

—Vamos Dylan, descansa. A lo mejor así puedes recuperarte un poco y concentrarte— sugirió Sam.

Me dirigí al lugar que usábamos como "banquillo". Era la primera vez que me sentaba ahí.

—No te preocupes. Todos tenemos malos días.

Miré en dirección a la voz que me hablaba. Era Maya, que como siempre lucía una sonrisa llena de apoyo.

—Ya pero, ¡no puedo permitirme esto! ¡Soy el capitán!

—Hasta los capitanes necesitan un respiro a veces.

—Lo sé, pero me siento inútil a veces.

—Te entiendo. De vez en cuando me pasa lo mismo. Lo único que tienes que hacer es recordar que sin ti el equipo no podría seguir.

—Ya pero... ¡no es suficiente!

—Eres un cabezota.

—No le hables así a tu capitán, ayudante—le dije en tono bromista.

—¿Qué decías?

Maya me lanzó una mirada asesina y reí nervioso.

No sabía que pudiera llegar a dar tanto miedo, joder.

—¡N-Nada!

—¡Genial!—dijo recuperando la sonrisa de antes.

Ella era distinta a mí. No jugaba en los partidos, pero sí había algo que le daba ventaja. Podía ver a todo y a todos desde fuera, es decir, que observaba cosas que el resto no. Y una de ellas era mi falta de confianza.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora