Ethan
Mía no era la única a la que aquello le había dolido. Ella se encontró con la verdad de frente, sí. Pero yo leí las conversaciones de Maya y mi padre.
Decir que como le hablaba su padre a Maya era repugnante era quedarse corto.
No entiendo nada. ¿Qué necesidad tienen de mandarse esas cosas?
No solo eran conversaciones subidas de tono. Había... cosas mucho peores en esos mensajes. Cosas que desearía no haber visto, en serio.
Odiaba a mi padre en aquellos momentos, más que a nada. ¿Sabía acaso las consecuencias que tenían sus actos?
Lo dudaba. Dudaba que pensara en mí y en mi madre en algún momento.
¿Qué clase de padre le haría eso a su hijo? El mío, al parecer.
Y por culpa de mis tonterías Mia me odiaba. Porque no supe cómo decirle la verdad. No supe cómo decirle "Oye Mia, nuestros padres se acuestan".
Así que la cagué. Le revelé la verdad de la peor forma, haciéndola presenciar una de las escenas más vomitivas que incluso yo mismo había presenciado.
Maya y mi padre besándose. Recordé a Maya antes de todo aquello.
Cuando era pequeño siempre me pareció una mujer admirable. Sus ojos azules siempre me miraban con dulzura. Ella siempre me había tratado bien. Pero al volver cambió su comportamiento conmigo. Su mirada es fría, monótona e incluso ruda. ¿Será porque sabe lo que siento por su hija? ¿O tal vez por qué ella tiene una aventura con mi padre?
Puede que fuera por ambas. A ciencia cierta no lo sabía. Pero a pesar de que no quería seguir con ello ahí estaba. Intentando entender a mi padre, intentando entender a Maya. Intentando encontrar el porqué de que mi padre siempre me hubiese dejado de lado desde que nací.
Y por eso. Por eso mismo me encontraba frente a la puerta de aquella casa. Toqué y Yuni me abrió con una amplia sonrisa.
—Ethan. Es una alegría verte. ¿Qué te trae por aquí?
Como siempre, su tono me calmó.
No es momento de saludos. Sé que tengo que hacer y no puedo perder eso de vista.
Me llevó al salón y yo solté la bomba:
—Sé la verdad. Sobre Maya y mi padre.
—De acuerdo. Siéntate a mi lado si quieres.
Hice lo que me dijo y la miré directamente a los ojos. La expresión de Yuni oscureció. Sabía que ese momento llegaría, pero no tan rápido.
—Ya veo. ¿Mia...?
—¿Lo sabe? Sí. Yo la guié hasta la verdad.
—Suponía que lo harías. Aunque esa acción tan egoísta me resulta, como mínimo, rara en ti.
Asentí.
—Soy consciente de ello. Y me arrepiento, como es obvio. Pero aunque me encantaría que señalaras cada uno de mis errores no es para eso para lo que he venido.
—Lo entiendo. Y bien, ¿qué más sabes? No sé hasta qué punto llegaste a la verdad. Está en tus manos querer saber más. No creo... que saber más te haga bien.
—No puedo ponerme peor de lo que estoy. Mi padre me ignora y está enrollado con la madre de la chica que me gusta. Así que creo que ya nada puede "hacerme mal". Soy prácticamente inmune.
—Que sincero, eh.
Él miró al suelo.
—Es mi mecanismo de defensa.
—Ya veo... ¿Entonces...?
—Sé lo de la red. Sé que a Maya mi padre la acusó de algo injusto.
—Ya. ¿Y sabes la verdad?
—Sí. Ella es inocente.
—¿Y sabes quién lo hizo?
Negué con la cabeza.
—No. Nunca lo dijeron.
—Jaime. El antiguo compañero de equipo de vuestros padres. Luego se encargó de inculpar a Maya.
—¿Es en serio? ¿Y usted cómo sabe eso?
—Fran, uno de los compañeros de equipo, es mi marido. Cuando nos conocimos me contó toda la historia. Además, Sam fue mi compañero de clase durante años. Sé que él fue el que pilló a Jaime.
—¿Y que ha sido de Jaime?
Yuni respiró hondo. Soltó el aire con pesadez y fijó su vista al frente.
—Se fue del pueblo. Ahora es jugador profesional.
Fruncí el ceño.
—Eso no es justo.
—En ningún momento dije que lo fuera. Aún así... ¿sabes algo más?
—Ah. Sabemos que son el antiguo club de voleibol del pueblo. Los que iniciaron la tradición de voley en este lugar.
Se sorprendió.
—No sé si Mía lo dedujo pero todo encajaba. El club de voleibol se fundó en esas fechas.
—A veces olvido que sois tan perspicaces como vuestros padres...
—¿Y bien? No entiendo como pudieron joder el club por una red rota.
Yuni soltó una carcajada.
—Es que no se jodio por eso. Por lo que sé siguieron jugando pero pasaron cosas, ¿sabes? Sin Maya no era lo mismo. Sam se fue con ella también y tu padre se convirtió en un tirano. Por circunstancias de la vida el club se disolvió. Ninguno quería seguir aguantando aquello. Después Dylan se fue a la ciudad para jugar voleibol. Venía de vez en cuando pero incluso allí cursó sus años universitarios. Pero en su último año, en el que en su último partido se disputaba conseguir un puesto en un equipo profesional, él...
—¿Qué pasó?
—Se lesionó. La muñeca.
¿Así que es por eso por lo que mi madre no quiere que sea jugador y mi padre tampoco? ¿Por qué se lesionó?
—Pero... ¿cómo?
—Dylan practicaba sin descanso cada tarde. Una de sus muñecas siempre estuvo peor que la otra pero al no tomar el reposo que debía la cosa se pronunció más. Y en el partido, en uno de los remates con el que intentaba reventar un bloqueo...
—...se reventó la muñeca en su lugar. Irónico, ¿eh? Menudo gilipollas estabas hecho, papá.
—¡Ethan!
—¿Qué? Mentira no es.
—Tras una semana él y Maya se reunieron. Tu padre quería dejar a Diana.
—¿Y por qué no lo hizo?
—Aún... Desconozco la razón por la que se echó atrás. Solo sé que una tarde fría, Maya y Dylan estuvieron a solas.
Joder.
—Ya veo...
—¿Hay algo más que quieras saber?
—No. Hoy he tenido suficiente.
—Lo entiendo. Espero haberte servido de ayuda.
—Lo hiciste. Gracias, Yuni.
—No es nada. Ya sabes que eres mi jugador favorito de tu equipo.
Sonreí, agradecido. Me despedí de ella y salí de su casa rápidamente.
La verdad era dura. Dolorosa como una estaca que te atravesaba las entrañas. No quería seguir, pero sabía que debía continuar. Debía caminar hasta las zarzas del pasado para arrancarlas de raíz.
Quizás me quedaran cicatrices y heridas. Pero ya no me importaba. Ya no me importaba nada una mierda.
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Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)
Teen FictionEl pasado vuelve a la vida de Mia Sanders cuando su familia y ella regresan a su pueblo natal después de 12 años. Ethan Scott, el capitán del equipo de voleibol, resulta ser su amigo de la infancia. ¿Las personas pueden cambiar tanto? Mía solo sabe...