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Ethan

La vuelta a casa tras la revelación fue silenciosa. Nadie dijo nada, nadie habló por miedo a desencadenar algo peor.

La pelea empezó cuando mi padre y yo nos quedamos solos.

—No podías mantenerte apartado por una vez, ¿no?—preguntó en voz baja mi padre.

—Te has quitado la máscara de la cara de una maldita vez por lo que veo. No entendía porque Maya te había dejado hasta ahora pero ahora lo veo claro.

—Esto no es asunto tuyo, Ethan.

—¡Nada lo es hasta que me afecta! Joder, estoy cansado de ti. No puedo hacer nada porque eres un puto frustrado. ¡Me alejas de todo lo que amo! Del voleibol y de...

—¿...Mia? De todas las chicas del mundo tenías que enamorarte de la que destrozará lo que siento por Maya.

—Esto es increíble. ¿No te da vergüenza ser tan egoísta? ¿Es que no te importa nada ni nadie?

—No lo entiendes. Sacrificare lo que haga falta por ella. Porque yo la amo de verdad.

—¡No la amabas tanto si la dejaste para irte con mamá, idiota!

—¡No te atrevas a gritarme de esa forma! ¡No tienes ni idea de lo que es vivir entre estas cuatro paredes recordando tus errores una y otra vez!

—Es verdad. Porque yo no soy un capullo y por eso no tengo que perder a nadie. Yo pondría a Mía por encima de mis sueños con tal de verla feliz. Tú jodiste a Maya sin pensarlo y cuando no tuviste éxito con tus sueños la echaste en falta. ¿Eso es amor? ¿Es amor poner tus ambiciones sobre la persona que te lo ha dado todo?

—Eres un niñato. ¿Qué vas a saber tú?

Reí, desganado.

—Claro que lo sé, papá. Porque sé toda vuestra historia. Porque lo que Yuni quería era revelar toda esta mierda. Y me lo contó todo y a ti que me lo contó todo. Sé que te odio con toda mi alma pero te agradezco que rechazaras a Maya. Sin eso Mía no existiría.

Se quedó callado debido a la última frase.

—Si supieras cuánto he luchado para que Maya me trate como a Sam.

—Él la salvó, tú la dejaste sola. Debiste quedarte a su lado, hablar con ella. Eso es lo que se hace con las personas que quieres, ¿verdad?

—¿Quieres a Mia de verdad?

—Mucho.

—Siempre lo sospeché. Incluso cuando erais unos niños.

—¿Por qué?

Sonrió con melancolía.

—Cuidabas de Mía como si su cuerpo fuera de cristal y admirabas sus palabras como si fuera arte. Ya es más de lo que yo con tu edad hice por el amor de mi vida.

—Pero...

—¿Sabes cuando lo vi claro?

—¿Cuándo?

—El día en que te despediste de ella.

Cerró los ojos. Se notaba en su gesto una mezcla de tristeza y felicidad. Y una fuerte nostalgia que no se despegaba de su cuerpo.

...

Dylan

La mañana era fría y aunque no soplaba ni una sola brisa, la sensación térmica era tan baja que sentías la sangre de tu cuerpo helarse si no llevabas un abrigo puesto.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora