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"Eres una malcriada"

Aquella frase llevaba sonando en mi cabeza un tiempo. No por nada Ethan y Nao habían coincidido en que lo era. Y qué hubieran dicho lo mismo sin darse cuenta dolía aún más.

¿Soy una malcriada? Puede ser. Quizás si soy una egoísta que solo suelta palabras vacías como Ethan dice. Y sí, soy una idiota. Me dejo achantar por el miedo a no estar a la altura de mi primo.

No quería verlo otra vez. Verlo era un recordatorio de todo lo que hacía mal, de todo lo que no era y él sí.

Soy una inútil y una egoísta...

—¡Paf!

La pelota me golpeó la cabeza con fuerza, generando una caída bastante patética.

—Auch—dije acariciando la zona afectada.

—Te pasa por no estar centrada. ¿Se puede saber qué te pasa hoy, Mia? Sueles estar muy centrada. ¿Por qué hoy no?

—Disculpa, tío Dylan. Estaba... pensando en mis cosas.

Había seguido entrenando con él a pesar de que yo y Ethan nos hubiéramos peleado. No sabía el motivo pero la verdad es que lo agradecía bastante.

—¿Ha pasado algo malo recientemente?

—Podría decirse que sí.

Dylan sonrió.

—¿Puedo echarte una mano?

—No creo.

—Oh vamos, Mía. Confía en mí. No se lo diré a nadie.

—De acuerdo. Tenemos un gran partido contra uno de los mejores institutos en voley. Y en él está mi primo...

—Por la cara que pones parece que no te cae muy bien.

—Lo odio. Es insoportable. El chico perfecto, que lo hace todo bien.

—Nadie es perfecto.

—Díselo a mis padres. Creen que lo es. Yo soy la desastrosa hija que ellos no merecen.

—No veo nada malo en ti. Eres como Sam y Maya. Eres diligente y con carácter. Tal y como tus padres eran a tu edad.

—¿Lo eran?

—Ni te imaginas cuanto. Sam no era para nada como es ahora. Era un chico que no se tomaba en serio nada. Y tu madre...

Sonrió con melancolía.

—Tu madre tenía el mismo carácter que tú. Era bastante menos elegante que ahora. Siempre andaba por ahí con su pelo enmarañado e intimidando a los chicos del pueblo.

—¿Es en serio? No lo sabía...

—Pues ella era justo así. Pero tu shhh, no puede enterarse de que te lo he contado. Me matará si se entera.

—Tranquilo, tío Dylan. Tu secreto está a salvo conmigo.

—Pues simplemente eso. Ellos no eran perfectos a esa edad. Tu padre también fue un principiante y eso no tiene nada de malo.

—No quiero fallarles.

—No lo harás. Te lo prometo.

— ¿Sabes algo? Te tengo envidia.

—¿A mí?

—Sí. Pareces saber tanto.

—Si supieras cómo aprendí todo lo que sé, preferirías ser una completa ignorante.

—¿Por qué?

—Para saber hay que sufrir lo que aprendes. Como el voley, por ejemplo. Las recepciones no se aprenden solas. Acabas con los brazos doloridos y llenos de moraduras.

—En ese caso, no me importa. Llevo con mucha gala mi aprendizaje.

—Ya lo veo. Deberías descansar, tampoco es cuestión de que dejes de sentir los brazos.

—¡Las chicas del equipo no descansan! ¡Y yo tampoco!

—Pareceis muy dedicadas.

—Lo somos. ¡Ven a vernos al partido y lo verás!

—No soy muy fan del voley.

—Tío Dylan, lo sé. No me engañes. Mi padre nos lo contó. Te encantaba el voley, ¿verdad?

—¿Nos?

—A mí y a Ethan.

—Eso que te contó... fue hace mucho.

—¿Entonces por qué cuándo juega está tan feliz?

—Mia...

—No estoy dispuesta a aceptar un no. Vendrás al próximo partido, lo quieras o no. Ethan se merece que por una vez valores su esfuerzo, ¿no?

—A Ethan no le importo yo.

—Claro que le importas. Me sorprende que no conozcas bien a tu propio hijo. Él siempre ha querido que respetaras su amor por el voley.

—No lo sabía.

—Pues ya sí.

—Vas a venir al partido, ¿verdad?

—No lo sé.

—Lo sabes. Vendrás—respondí, tajante.

—Hablas olvidando que soy mayor que tú, ¿no? Puede que estés siendo algo maleducada.

—No puedo dejar que le vuelvas a fallar. Quiero que él persiga sus sueños.

—¿Hay algún motivo en concreto por el que te preocupe tanto?

—No necesito un motivo. Es mi amigo. Y es tu hijo. Deberías saber lo que le pasa mejor que yo.

—Tsk.

—Gracias por el entrenamiento, tío Dylan. Pero debería irme, ya es tarde.

—De acuerdo.

Avancé un par de pasos y me detuve en seco.

Quizás me he pasado.

—Oye.

—¿Si?

—Perdón por faltarle al respeto. Pero Ethan lo necesita. No para que lo entrene. Necesita saber que puede contar con usted.

Dylan asintió.

—Lo entiendo. No te preocupes, Mia. Estaré allí. Hablaré con Sam para que me deje ir a veros jugar.

—¡¿En serio?!

—Por supuesto. Tienes razón, debo apoyar a mi hijo. Y a mi alumna.

—¿Soy tu alumna?

—Por supuesto. Así que demuestra en el partido todo lo que puedes ofrecer. Eres rápida, hábil, constante. Tienes grandes habilidades, úsalas.

—Lo haré. Nos vemos

—Nos vemos.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora