Ethan
—¡¿Cómo que te vas a ir?!—grité.
Había decidido hablar con Ashe para saber cuál sería su decisión sobre el club.
No esperaba que me dijera que regresaría con los chicos de atletismo.
—Lo siento, Ethan. Pero tal y como os dije que haría me voy. Ya he cumplido mi parte del trato, que era ayudaros en el partido.
—¡Pero te lo pasas muy bien aquí! ¿Por qué no te quedas?
—Te mentiría si dijera que no he disfrutado de estos días en el club contigo y el resto. Pero estoy comprometido con el club de atletismo y no puedo dejarlo.
Suspiré.
Razón no le falta...
—Parece que no puedo hacer nada para impedir que te vayas. Si has tomado la decisión ahí tienes la puerta. No te lo impediré. No si es lo que quieres al menos.
Por mucho que quisiera que se quedara debía ser maduro, no podía dejar que mis sentimientos se metieran en mi forma de actuar y es que... ¿Qué clase de líder dejaría que los sentimientos nublen su juicio?
Ashe avanzó hasta la salida del gimnasio. Hasta que lo vio.
—Caleb...
—Ashe...
—¿Lo has escuchado?
—Cada palabra. Supongo que todo lo que hemos avanzado como equipo se irá al garete.
—No, Caleb. No seas negativo todo irá bien. Sois un buen equipo, saldrá perfecto.
—¿Y...?
—Me refiero a que no perderéis.
—¿Y a quién le importa ganar o perder? No hablo de competir precisamente. Me refiero al equipo. Somos casi como una familia. Y tú aceptaste formar parte de ella con todas sus consecuencias.
Estos dos se llevan... ¿raro? Un día se adoran y al otro se quieren matar.
—Solo acepté hacerlo temporalmente.
—¿Y qué pasa con eso? Puedes cambiar de opinión. Sé muy bien que te gusta estar aquí. ¡¿Cómo puedes decir que te vas así como así?!
—¿Y tú qué sabes, Caleb? ¡Nada! ¡No sabes nada! ¡¿Eres consciente de la presión a la que me someten en casa?!
—Pero...
—¡Pero nada! ¿De verdad crees que me voy a quedar aquí? Adoro jugar, de eso estoy seguro, pero no quiero estar mal con mi padre. De pequeño apenas lo veía porque siempre estaba fuera y ahora más de lo mismo. Solo quiero que esté orgulloso. ¡Entiéndeme!
Ashe parecía soltar chispas por los ojos y Caleb un fuego que parecía expandirse poco a poco. Los observé en silencio, no pretendía entrometerme hasta que fuera estrictamente necesario.
Es raro ver a Caleb enfadado. Es muy tranquilo siempre.
—Así que sí. Lo siento pero me voy.
Salió y golpeó con fuerza el hombro de Caleb.
Fue entonces cuando Caleb me dijo:
—¿Vas a dejar que se vaya?
—No tengo derecho a meterme en su vida. Está en su mano volver al equipo o no.
Caleb chasqueó la lengua, molesto.
—Como sea... Voy a practicar unos cuantos saques.
El entrenamiento empezó minutos después y todos expresaron algo de decepción al ver que Ashe se había ido. Al fin y al cabo era uno de los más vivaces y avispados de ambos equipos.
Tras pasar un par de horas, Mía y yo salimos del pabellón mientras hablabamos sobre el tema.
—¿Es verdad entonces que Ashe no va a volver?
—Eso dice. Aún no me lo creo. El equipo iba tan bien...
—Pero parecía que le gustaba mucho. Y se llevaba muy bien con todos los del equipo, en especial con Caleb.
—Ya sabes que Ashe es muy sensible con el tema de su padre.
—Aaah, sí. Sé a lo que te refieres. ¡Pero no lo entiendo! ¡Es su vida! ¿Por qué renunciar a lo que le gusta?
—No lo sé...
—Quizás solo necesite un empujoncito para quedarse.
—Puede que esto sea una señal, Mía. Una señal de que te rindas.
—¡El destino no decide lo que yo hago o dejo de hacer con mi vida! Y no se tú pero espero que tampoco lo hagas.
—Era un decir. De todas formas, a lo que me refiero es a que... por más que nos metamos en la decisión de Ashe no podremos cambiarla. Ya sabes como es él. O lo decide él o no lo hace.
Ella asintió y miró al cielo. Yo también lo hice, la noche era estrellada y repleta de luz.
—Aún así... "El corazón tiene razones que la razón desconoce''— dijo Mia, citando una frase célebre.
¿Qué?
—No entiendo.
—A lo que me refiero es a que él realmente ama el voleibol. Por mucho que actúe por pensamientos ese amor por el deporte sigue ahí. Solo necesitamos que alguien nos ayude.
—Solo se me ocurre una persona que pueda convencerlo pero ni con eso lograremos que vuelva. Además, ya lo ha intentado.
—¿Caleb?
—Exacto. ¿Crees que lo logre?
—No lo descarto. Son muy buenos amigos, al fin y al cabo.
—Supongo que solo nos queda confiar, ¿no?
—Eso parece.
—No te preocupes, Ethan. Si pasa cualquier cosa siempre puedo pedirle a Kat que te haga un hueco en el club femenino.
No tengo peluca, por desgracia.
—Sabes perfectamente que no me dejaría colarme.
—Lo más preocupante es que ese sea el único inconveniente que le hayas sacado al plan.
Las semanas pasaron y Ashe no había vuelto. Se nos había dicho que habría un enfrentamiento con otro instituto y volvíamos a las mismas de antes.
Días después, alguien tocó a la puerta.
—¡Pasa!—gritó el entrenador Sanders.
La puerta se abrió, emitiendo su sonido característico. Asomó la cabeza y lo vi. Todas las miradas se posaron en él. En especial la de alguien.
—Ashe...—susurró Caleb.
—¡Ashe! ¡Qué alegría verte! ¿Qué te trae por aquí?—gritó el entrenador Sam.
—El entrenador del club de atletismo me ha pedido que le traiga estos papeles.
—Aaah ya veo. Gracias por traerlos.
—No es nada. ¿Cómo... os va?
—Ah pues... regular, supongo. Tenemos un partido en breve y nos falta un rematador.
—Ah. Lo entiendo.
—Pero supongo que nos las apañaremos. Los chicos no podrán jugar el partido como no lo hagamos. De todas formas no importa. Nos ha puesto muy felices volver a verte. Dale las gracias a tu entrenador de mi parte.
—Sí... lo haré.
Caleb fue días después en su busca. No sé qué le dijo, pero resultó funcionar. Porque un día apareció por la puerta con la ropa de entrenamiento. La de voley, para ser exactos.
Y todos nos alegramos tanto...
En especial Caleb.
ESTÁS LEYENDO
Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)
Teen FictionEl pasado vuelve a la vida de Mia Sanders cuando su familia y ella regresan a su pueblo natal después de 12 años. Ethan Scott, el capitán del equipo de voleibol, resulta ser su amigo de la infancia. ¿Las personas pueden cambiar tanto? Mía solo sabe...