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Diana

Me encontraba saliendo de casa. El tiempo había pasado tras mi último encuentro con Sam pero no habíamos querido hablar. Mucho menos después de lo que había pasado.

Me dijo que no quería a alguien que jugase con él, menudo imbécil.

Hablaba de vez en cuando con Dylan. Con los acontecimientos recientes nos habíamos vuelto bastante cercanos. Él me contaba sus preocupaciones y yo liberaba mis demonios encerrados. Era una forma interesante de relacionarse y por eso me gustaba tanto.

Suponía que Dylan iría hoy a verme de nuevo. Había conseguido, con mucha insistencia, que fuera al entrenamiento de aquel día.

Grata fue mi sorpresa al ver como una silueta familiar se acercaba más y más a donde yo estaba. Esperé a que llegará y observé cada detalle de él. Su pelo castaño y desordenado, sus ojos marrones que brillaban al ser iluminados por la luz. Su frente brillaba por las pequeñas gotas de sudor que se deslizaban por ella y su respiración era errática.Tenía las manos apoyadas en sus rodillas, intentando mantener el equilibrio y estabilizar su respiración. Sus músculos se habían tensado debido a la fuerza con la que sostenía sus rodillas.

Reí.

—Capitán, llegas tarde.

—N-No me llames así.

—¿Por qué? ¿Te molesta? O... ¿es que alguien más te llama así?

Consiguió enderezarse y recuperar el tono normal de su voz tras eso.

—Lo sabes. Ya está bien, Diana.

Continué provocándolo.

—Jo, no me dejas divertirme.

—Ya te diviertes demasiado, Diana.

Ante esa respuesta solo pude suspirar y encogerme de hombros.

—Eres un idiota aburrido.

—Y tú una pesada inmadura.

Ambos soltamos una carcajada ante lo ridículos que eran los insultos.

—Dejemos las provocaciones de momento. No quiero que salgas llorando.

Dylan puso los ojos en blanco, ignorando lo que le decía.

—¿Qué te pasa?—preguntó ella.

—Bueno... ya sabes. Queda poco tiempo. Tengo que tomar una decisión.

—¿Te refieres a lo de mudarte?

Él asintió a modo de respuesta.

—Entiendo. ¿Y les has comentado algo a tus padres?

—Sí. Ellos están de acuerdo. Al principio parecían no tenerlo muy claro pero después decidieron que lo mejor sería que estudiara lejos de aquí. Según ellos me vendrá bien. Y al menos... al menos allí podré intentar cumplir mi sueño.

—Cierto. Aún así voy a echarte de menos, eh.

A Dylan le causó gracia el comentario.

—Bueno, vendré de vez en cuando. Tampoco es como si fuera a irme para siempre.

Ambos hablábamos con tranquilidad de aquello. En el pequeño cruce de caminos los dos desviamos la mirada al oír el ruido de unos pasos acercarse.

Y como no, eran esos dos. Él, de pelo rubio y desordenado que combinaba con un cuerpo fuerte y bien formado. Ella, de ojos azulados, que quedaban a la perfección con su melena larga y casi azabache. Opuestos perfectos, de revista. Parecían la pareja perfecta. Ella tan entusiasta, él tan bromista.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora