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Ethan

—¿Entonces cómo dices que lleva Mía los entrenamientos, papá?

Tenía curiosidad por saber cómo iba en sus entrenamientos. Sabía de sobra que mi padre podía ser algo duro a la hora de jugar contra él al voleibol. Y más aún si debía enseñarte a recibir.

El tío Sam todavía habla de que sus saques con salto pegaban fuerte...

—Pues la verdad es que es bastante buena. Algo despistada y negativa, eso sí. Pero tiene mucho potencial.

—La verdad es que sí que es muy buena. En voleibol, claro.

—Por supuesto. ¿A qué otra cosa ibas a referirte sino? Ethan...

ME CAGO EN TODO, MACHO. Que piquito tengo...

Una sonrisa maliciosa se hizo presente en su rostro durante unos instantes.

—Ah nada, perdón. ¡S-Solo quería aclararlo! Ya sabes, no es que no sea una buena persona o buena en otra cosa p-pero...

—Lo he pillado, hijo. No te pongas tan tenso. Suponía que no pensarías de esa forma en tu prima.

—Cierto. Aunque no es mi prima...

—Es como si lo fuera. Ya sabes que los Sanders son como de la familia.

—Papá, ya lo sé. No es como si sintiera algo por Mia. Es una gran amiga. Y apoya mucho al equipo.

¿Y qué si me gustase? No es el caso, pero vamos no veo el problema.

—Parece alguien confiable. Así que entiendo el porqué has querido ayudarla.

—Sí... Es que Mia consiguió que Ashe se uniera al equipo de voleibol.

—¿Lo dices en serio? ¿El chico del atletismo con el que jugabas de pequeño? ¡Pero si se negaba a jugar voley!

—Lo hacía. Pero ahora parece estar bastante entusiasmado. Desde que ganamos el partido parece que los chicos del equipo le han cogido mucho cariño. Pero no sé si decidirá quedarse. Ya sabes que estas cosas son temporales. Querrá volver a su club...

—¿Tan bueno es?

—Papá, es muy bueno. A pesar de no ser ni de lejos de los más altos tiene el segundo mejor salto y sus remates son de los más rápidos.

—Es irónico, ¿eh?

—¿A qué te refieres?

—Bueno, su padre no creía que iba a ser así de bueno. Solo intentaba limitarlo.

—Es verdad. Supongo que todo es cuestión de esfuerzo... Solo espero que Ashe se quede. Yo cuento con él al menos.

Mi padre rió.

—Lo que tenga que ser, será. O al menos eso pienso. Seguro que pase lo que pase saldréis adelante.

—Espero que sí. Pfff... a veces odio ser capitán.

Dylan volvió a dejar escapar un par de carcajadas.

—Es el precio a pagar, sí. Los chicos del equipo te estresan, tienes que animar a los que no están de humor y súmale a eso el hecho de que a veces ni siquiera tú mismo estás de humor.

—Todo eso es cierto pero... yo sé que tengo a alguien que me anima si no me encuentro con el ánimo de ser el "capitán perfecto" ¿Y tu, papá? ¿Tú tenías a alguien también?

—Sí. Podría decirse que tenía a alguien

...

Dylan

Los días pasaron y efectivamente Maya asistió a todos y cada uno de nuestros  entrenamientos. Hace poco había decidido soltarse y dejar la timidez de lado para animarnos a veces, cuando hacíamos correctamente una jugada con comentarios de apoyo.

En contraparte poco a poco Jaime se había vuelto cada vez más insoportable. Se reía cada vez que Samuel o algún otro fallaba una recepción e incluso me desautorizaba cada vez que podía. Según él era el que mejores remates hacía y ni siquiera permitía que alguien se lo cuestionara.

Uno de los días en los que peor se sentía Sam, él se burló de sus habilidades como líbero y este no tuvo más remedio que parar de jugar un rato.

Aún así seguían cerca, así que pude escuchar algo de la conversación que tuvo con Maya

—¿Sam? ¿Estás bien?

—No, no lo estoy...

—Bueno, al menos eres sincero. Ahora cuéntame... ¿Qué te pasa?

—Es solo que... ¿Nunca has sentido que te quedas atrás? ¿Qué todos avanzan en algo menos tú?

—Alguna vez me ha pasado, sí. Pero no era cierto. Aunque a veces parezca que no avanzas, sí lo haces. Desde fuera el resto ven como avanzas y yo sé que, en tu caso al menos, es cierto.

—Llevo practicando las recepciones desde hace ya meses y siento que no mejoro.

—¡Eso no es verdad, idiota! En unos pocos días he visto de lo que eres capaz. Si fueras tan malo como dices no recibirías ni un solo remate o saque. Pero ahí estás. Porque el equipo te ha elegido como el libero por algo.

—Porque soy el que quedaba...

—No. Es porque de verdad lo haces bien. Y no le hagas ni puto caso a Jaime. Tu trabajo no es ni por asomo el más fácil así que como vuelva a decirte algo te juro que le echó abajo la nariz.

Sam rió.

—Ay, Maya. A veces eres de lo que no hay, pero muchas gracias. De verdad me has animado.

El entrenamiento pasó rápido y todos comenzamos a irnos. Pero no sin que yo acompañara a Maya a casa.

—¿A qué se debe tu compañía el día de hoy?—me preguntó.

—Bueno, quería venir a darte las gracias por lo de Sam. Me ha contado cómo se sentía en el entrenamiento de esta tarde y lo mal que creía que avanzaba.

Una mentira piadosa no mata a nadie, ¿no? Es que lo de espiar queda de psicótico.

—Ya... algo me ha dicho.

Ella puso un gesto algo triste.

—Pero después de tener la charla contigo me ha dicho que se encontraba mejor.

—¿Lo dices en serio?

—Sí. Muchos del equipo dicen que les has ayudado en mayor o menor medida. Y yo pienso lo mismo. Me animas cuando nadie lo hace.

—¡Ay, para de decir esas cosas! Vas a conseguir ponerme roja.

No me importaría verte roja, Maya.

Sonreí satisfecho.

—Deberías formar parte del equipo.

—Pero... no sé jugar.

No pude evitar reír.

—Lo sé. No me refería a eso. Tenía pensado proponerte algo.

Busqué algo entre las cosas que había en mi bolsa y saqué un cuaderno de color azul.

—Toma. Te servirá para ser nuestra ayudante a partir de ahora. Bueno, solo si aceptas claro.

—¡Claro que acepto! A partir de ahora estaré pendiente de todo lo que os haga falta, lo prometo. ¡Prometo dar lo mejor de mi para ser el mejor apoyo para el equipo!

—Muchas gracias, Maya.

—No, Dylan. Gracias a ti. Por todo.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora