Dylan
La muñeca me dolía, eso lo tenía claro. Pero aún así no soportaba estar metido en la cama sin hacer nada. Quería correr, saltar, dejar que la adrenalina y el cansancio recorrieran cada parte de mi cuerpo.
Estaba solo en casa. Diana me había dejado solo, excusándose en que tenía una entrevista de trabajo fuera del pueblo. Algo me decía que se traía algo entre manos. No es como si realmente me importara o fuera una molestia. Solo me sentía... raro.
Me había dejado comida y la advertencia de que alguien vendría a encargarse de mí. No sabía quién sería. Esperaba que no fuera Sam, me conocía demasiado bien como para poder ocultarle como me sentía. Me sentía vacío y en cierto modo podía decirse que lo estaba.
Mi sueño se había ido al garete y la mujer por la que sentía tanto estaba enamorada de mi mejor amigo.
¿Qué me queda?
Me encontraba devastado, navegando entre el mar de malas decisiones que no debí haber tomado.
Solté un suspiro y escuché el sonido de la puerta.
El sonido de unos pasos me fue familiar y me sacó una sonrisa nostálgica.
—Hola...—una maraña de pelo oscuro se asomó a través de la puerta.
La oscuridad de aquel pelo y aquella mirada de un color claro tan misterioso resaltaban.
—Maya... ¿Qué haces tú aquí?
Resopló y se cruzó de brazos. Abrió los ojos y alzó una de sus cejas con molestia.
—Al parecer haré de enfermera para un chico torpe. Es un favor para Diana, ya sabes.
—Si...—sonreí con malicia—Puede que algo me haya comentado.
—Supongo que no me quedaba más remedio que aceptar. Estoy un poco harta de andar siempre cuidándote, capitán.
—Supongo que ahora que no soy el capitán está perfectamente bien
—No, la verdad es que no lo está. ¿Qué te ha pasado?
Señaló mi muñeca y no pude evitar reír. Porque era eso o llorar frente a ella.
—Ah... ¿esto? Fue durante uno de los partidos contra un equipo profesional. Quise pasarme de listo para impresionar al entrenador y ser titular. No me preocupé de lo mucho que me dolía en aquel momento... Supongo que yo solito me lo busque.
No me gustaba recordar aquello pero cuanto más tiempo pasaba más arraigado se quedaba el recuerdo en mi cabeza.
Debería haber sido más prudente.
—Es culpa de tu mala cabeza. Deberías haber parado. Sabías lo que pasaría si te sobrepasabas.
—Ya. Supongo que no tuve la voz de mi ayudante para reprenderme.
A Maya se le escapó una risilla. Aunque la sonrisa que puso solo fue fugaz. Porque enseguida la cambió por un gesto serio.
—Hace ya tiempo que... dejé de ser tu ayudante.
—Para mí nunca dejaste de serlo.
No hubo respuesta. Solo un silencio sepulcral en el que ambos nos clavabamos con desdén la mirada.
—¿Cuánto vas a quedarte aquí?
Me peiné los mechones que sobresalían de mi desastre de pelo en un intento por arreglarlo. Ni siquiera eso tenía arreglo.
—Según Diana volverá mañana por la mañana. A las 12 o cosa así.
—¿Entonces te quedarás aquí toda la noche?
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Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)
Teen FictionEl pasado vuelve a la vida de Mia Sanders cuando su familia y ella regresan a su pueblo natal después de 12 años. Ethan Scott, el capitán del equipo de voleibol, resulta ser su amigo de la infancia. ¿Las personas pueden cambiar tanto? Mía solo sabe...