3

144 13 0
                                    

—¡Mamá!— grité.

Agradecí no recibir una bronca inmediata por andar de peleona con mi padre, porque ella era de darmelas. Siempre ha sido una mujer con carácter. Como madre podía resultar muy sobreprotectora y algo estricta pero tanto ella como yo sabemos que lo hacía con la mejor intención.

—Sssh, Mia. Baja un poco el volumen que estamos en la calle. Tampoco es cuestión de que todo el mundo se entere de que estamos aquí.

—Que tú hables de no gritar es bastante irónico—intervino Samuel.

—¡Anda! ¡Si aquí está el nuevo entrenador! ¿Qué tal te ha ido el día? ¿Todo bien?

—Sí. ¿Y a ti?

—Pues como siempre. Hasta arriba de trabajo y con mucho papeleo.

—¿Tú también sabías que papá iba a ser el nuevo entrenador?

—Sí.

Traidora.

—¿Y por qué no me lo dijiste?

—Porque fui yo la que le dio la idea a tu padre de no decírtelo.

—Eso es muy cruel, mamá. Además, yo me he portado genial.
El que ha hecho babear a todo el equipo de chicas ha sido papá...

—¡¿CÓMO?!

—¿Qué has hecho qué?

Mi madre lo miró muy molesta. Parecía que no le había gustado nada aquella idea en su cabeza.

—Ni siquiera sabía que eso había pasado—rió mi padre inocentemente.

—Déjalo. Ya hablaremos de eso más tarde.

—Suena a algo malo—suspiró, insatisfecho.

—Menuda cara, Sam.

—¿Diana?

Mi padre se dio la vuelta, sonriendo, con sorpresa en su mirada.

—¡La misma!

Diana se paró en seco, estupefacta.

—Madre mía cuánto has crecido desde la última vez que nos vimos. ¿Mi hijo no viene contigo?

¿Cómo no voy a haber crecido después de 12 años?

Sonreí con dulzura y le contesté:

—Mmm, no. Va a venir, ¿verdad?

—Debería estar al llegar.

—¡Tío Dylan!

—¡Pero si es la pequeña Mía! Has cambiado mucho.

—Ella y todos nosotros—dijo mi madre, echándole una mirada algo indiferente.

Recuerdo que mamá jamás había mostrado un gran aprecio por Dylan, así que no le sorprendió su reacción.

Aún así su familia y la de los Sanders estaban muy unidas.

Los Scott era una familia compuesta por Diana y Dylan. Diana, una mujer llena de energía y efusiva; su marido Dylan, un hombre algo más serio pero que siempre sabía que decir, con el cuál mi madre parecía no haber acabado de congeniar. Ah y no nos olvidemos de su hijo.

Lo cierto es que solo tengo un vago recuerdo de él. ¿Puede ser que le gustase el voley, si no recuerdo mal ? ¿Habrá estado en el club y no lo habré visto?

Todos seguíamos esperando.

¿Dónde se habrá metido?

—No entiendo porque tarda tanto...— suspiró Diana.

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora