CAPÍTULO XXXI

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Noviembre 3, 2005

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Noviembre 3, 2005.

Un cuerpo descansaba debajo de la sombra de un árbol que en cierto punto del año florecía como un árbol de flores de cerezo.

Árbol que plantó justo el día en el que Okumura Yuji fue sepultado, padre de Kazuhiko y abuelo de Kei.

Jamás pensó que años después justo al lado de la lápida de su abuelo se encontraría una nueva con el nombre de Okumura Keiji, mucho menos que a un par de metros se colocaría otra con el nombre de Keisuke Baji.

Lápida que no se atrevía aún a visitar, no estaba listo, para nada, no después de sentirse insuficiente por no ayudar al pelinegro.

Entre sus piernas se encontraba una pequeña caja de color negro, el regalo que había comprado días atrás para el cumpleaños de Baji y que en un principio quería entregar en persona.

3 de noviembre, ese día nació una de las personas que en poco tiempo se volvió parte de su vida y que desapareció de ella tan pronto como llego... Persona de la cual no se pudo despedir.

El resto de la tarde del 31 de octubre fue llevado al hospital cuando Kazuhiko lo encontró recargado en el pasillo de la entrada de su hogar, la pared tenía una pequeña mancha de sangre lo que alertó de inmediato al adulto y sin dudarlo lo cargó para llevarlo a urgencias.

Por lo poco que había entendido es que el médico de guardia tuvo que suturar su herida, después de 3 puntadas y tener la cabeza envuelta en vendas fue dado de alta y llevado a casa.

Eso no fue lo aconsejado por el médico, pero Kazuhiko sabía del creciente temor que le tenía su hijo a los hospitales y lo que menos quería en ese momento era asustarlo más de lo que ya estaba.

Los dedos de su mano derecha golpeaban con impaciencia la caja negra, su mirada viajaba de una lápida a otra y el recuerdo de la muerte de Keisuke se repetía constantemente.

Llevaba días sin dormir adecuadamente, porque cada vez que lo intentaba se reproducían diferentes escenas de la pelea contra Valhalla, también durante esos mismos días había estado evitando a Takemichi.

¿La razón?, Hanagaki se había empeñado en que debía disculparse con Chifuyu, y lo sabía, claro que lo sabía, pero no tenía el valor para darle la cara.

Tampoco se había permitido llorar en paz, por dos razones; la primera, su padre ya estaba lo suficientemente preocupado con el trabajo como para agregarle otra carga más y la segunda, si lo hacía tenía en claro que se derrumbaría por completo.

Baji no se merecía eso, Baji debía de ser recordado con la típica sonrisa altanera que dejaba ver sus colmillos o por su personalidad agresiva con las personas que lo hacían desconfiar desde el principio... Cualquier otra cosa menos ese día.

Mordió su pulgar izquierdo un par de veces, ni siquiera se atrevía a acercarse a la tumba de su hermano para contarle todo lo que sucedió.

Era un completo cobarde.

PETRICOR ・・・  Chifuyu Matsuno  ¤ CANCELADA ¤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora