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El bar llamado “El diablo” estaba a las afueras del pueblo, había poca gente cuando ingresaron al lugar.

—Dame la mano, puedes caer— estiró su mano Whitey.

—No, puedo hacerlo sola— negó pasando a su lado.

Whitey la siguió y ambos entraron al bar, se sentaron en una mesa apartada  y Whitey pidió dos bebidas, una sin alcohol para el.

—¿Es encerio que no tomas nada? —preguntó Annabelle cuando la mujer les dejó las bebidas y se alejo.

—Su sabor me da nauseas— contestó tomando su agua natural— Y esa bebida no es para tomar, es alcohol para curar bebidas— le quito el vaso cuando Annabelle estaba a punto de tomarlo.

—Ah

Whitey sacó un cuchillo que guardaba en el pantalón y se acercó a ella, se sentó cerca y la miró.

—Debemos romper el pantalón para que pueda extraer la herida— le explico— ¿Puedo?

Annabelle titubeó pero luego asintió con la cabeza, las manos de Whitey se colocaron en su pierna y comenzó a desgarrar el pantalón hasta poder ver la herida del bala.

—Pedí unos analgésicos para que no te duela tanto pero no me lo han traido— miró a su alrededor.

—No los necesito—negó con la cabeza  y Whitey la osbervo.

Whitey frunció el ceño.

—Te va a doler

—Lo se, pero no quiero esos analgésicos, nunca lo necesite cuando las monjas...

Se callo al darse cuenta que daba mucha información y miró a Whitey quien esperaba que siguiera hablando.

—Solo ayudame a extraer la bala, por favor.

El joven asintió con la cabeza y miró la herida de la joven, comenzó a apretar la herida haciendo que la baja saliera. Annabelle apretó la boca y miró hacia otro lado, no iba a gritar, no iba a llorar, miró hacia otro lado sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas.

—Dame la mano— pidió Whitey mirándola.

Annabelle lo sin entender.

—Vamos, te duele y puedes apretar mi mano— ofreció su mano hacia Annabelle, los ojos verdes de la chica miró su mano— Vamos Shelby, no seas orgullosa y déjame ayudarte.

Annabelle estiró su mano lentamente con mano temblorosa, Whitey tu mano y la apretó entre la suya. Whitey dejó de mirarla y apretó su pierna, Annabelle apretó la mano del chico y miró hacia otro lado.

—Listo— exclamó al tomar la bala entre sus dedos llenos de sangre, Whitey le sonrió— Ya puedes soltarme Annabelle.

Annabelle miró su mano entrelazada con la del chico y lo miró de nuevo, observó la sonrisa del chico y le sonrió.

—¿Te molesta que te pida que no me sueltes? — pregunto— Mientras suturas la herida.

—Necesito ambas manos Annabelle, pero puedes abrazarme si quieres— le sonrió de lado.

Annabelle lo soltó y negó con la cabeza.

—Nunca.

Whitey se encogió de hombros.

—Si quieres.

Annabelle observó cómo Whitey sacaba del maletin una aguja esterilizada con su hilo.

—Espera... —alzó su mano Annabelle y el joven la miro— ¿Que vas a hecer?

—Cerrar la herida... — Whitey le sonrio— ¿Te dan miedo la agujas Peaky Blinder?

Annabelle le sorprendió aquello, la forma en la que lo pronunció le gustó y evitó sonreir.

—No, no me da miedo nada.

— De acuerdo— acepto Whitey— ¿Lista?

La mente de Annabelle le decía que no pero asintió con la cabeza afirmando. Whitey limpio la ajuga con un trapo limpio y comenzó a suturar la herida, Annabelle soltó una maldición y oculto su rostro en el hombro de Whitey.

—Puedes morderme si quieres para evitar un grito.

Annabelle no titubeó y lo hizo encagando sus dientes en el hombro del chico.

—Demonios Shelby, era broma— exclamó Whitey sin dejar de suturar, hizo un último punto y corto el hilo— Listo, Annabelle.

Annabelle se alejo del hombro de Whitey y ambos se miraron a los ojos.

—Gracias Whitey.

—De nada Annabelle.

Annabelle miró el hombro del chico en donde lo había mordido e hizo una mueca.

—Tu hombro... yo...

—¿Esto? —preguntó y le sonrio— No es nada.

Annabelle tranquilizó su respiración y lo miró, Whitey terminaba de limpiar sus manos llenas de sangre. Annabelle estiró su mano e hizo girar el rostro del chico para que la mirara.

—Dejame agradecerte.

Annabelle acerco su rostro al del chico y Whitey acortó la distancia que los separaran colocando sus labios en los de la joven.

PEAKY BLINDERS | FEELING GOODDonde viven las historias. Descúbrelo ahora