No me gustan para nada las fiestas. Aún no sé cómo Beck me ha convencido para dejarles el apartamento pero, como siempre, ser deportista también significa tener que socializar. Y ahora mismo estoy haciéndolo más de lo que me gustaría.
-¿Tu... tu baño? – Pregunta la chica que tengo delante. Me quedo mirándola unos segundos intentando ubicarla pero no termino de conseguirlo. Joder, ni siquiera se cómo se llama.
-Sí. Mi baño. Esta es mi casa.
La chica abre la boca tímidamente en una pequeña O cuando se lo digo.
-Bueno, tenía que usar el baño, no creo que sea algo tan raro. – Dice acercándose a mí desde el espejo al lavabo que está al lado de la puerta. No he visto a esta chica en mi vida – al menos que yo recuerde – y parece que ella a mí tampoco. Me permito analizarla unos segundos más, sorprendido de que no parezca intimidada por mí. Aunque puede que sea porque solo le saco cerca de una cabeza, algo que no me había pasado nunca. Tengo curiosidad de ver cómo de altos son sus tacones – que supongo que lleva – pero no quiero ser tan cantoso. Por culpa de la luz, que me ha hecho pensar que el baño no estaba ocupado no puedo ver bien su color de pelo, es como un castaño difícil de descifrar, casi tanto como ella.
-Podrías haber cerrado mejor la puerta. Pensaba que estaba libre. – Le digo. Aunque no añado el que haya tenido que subir las escaleras prácticamente corriendo porque me estaba agobiando por la fiesta. Y por los que están en la fiesta. Adoro a mis compañeros de equipo pero se ponen muy pesados con el tema de las fiestas y los ligues, y cuando no encajas dentro de eso se encargarán de que estés en todas las fiestas del campus hasta que te vean rodeándole la cintura a alguna chica y por fin te dejen en paz. Y no soy el único al que le pasa, Kyle está igual que yo, aunque a él no le importa tanto salir de fiesta alguna que otra vez. Él está más pendiente de encontrar una chica con la que tener una relación estable y yo... bueno, si ya me cuesta aparecer por aquí y hacer el paripé después de un partido el tener que pensar en ligar me agobia más todavía que la música ensordecedora del piso de abajo. No quiero pensar en cuando me toque recoger todo esto.
-Vale, no te preocupes. – Dice con las manos en alto como si la hubiese acusado de hacer algo terrible, y en ese momento cierra la puerta de golpe y, por algún extraño motivo, no lo hace para salir del baño. De repente abre los ojos como platos como si se acabase de dar cuenta y clava su mirada en mí durante unos segundos antes de dirigirla hacia el suelo. O es la luz o esta chica tiene unos ojos realmente oscuros.
Llevo mis dedos hacia el pomo para que pueda salir pero resulta inútil. Mierda, tenía que haberlo cambiado. Doy gracias a que no pueda verme la cara ahora mismo porque apuesto a que estoy tan nervioso como ella se va a poner en unos segundos. Hago un esfuerzo descomunal para decir con calma:
-Se ha atrancado la puerta.
-¿Que qué? – Exclama.
-Significa que...
-Ya, ya se lo que significa. – Responde, con un tono borde en su voz que no me esperaba para nada. En serio, ¿quién diablos es esta chica?
Agarro el pomo nuevamente y hago fuerza para ver si consigo abrirlo, pero no sirve de nada. Alguna vez me ha funcionado pero se ve que ha llegado a su límite y tengo que cambiarlo.
-¿Y tú para qué has venido al baño? – Pregunta tímidamente. Es obvio que está pensando en que he ido porque tengo que mear, y parece el tipo de chica que se pondría nerviosa con solo oír la palabra "polla".
-Relájate, no voy a sacármela. – Me mira enfurruñada ante mi insinuación, pero no parece escandalizada. Pienso en una excusa hasta que mis ojos se topan con el armario pequeño que está al lado del espejo. – Me duele la cabeza. – Lo cual no es mentira, porque la música me está dejando la cabeza como un bombo. Paso por su lado y mi brazo roza la piel del suyo. Joder, está ardiendo. He tomado un par de cervezas en lo que va de noche pero midiendo metro noventa y pesando cerca de noventa kilos no es que me afecte demasiado el alcohol. Y desde luego no es suficiente como para hacerme entrar en calor.
Abro y el armario y... nada. La noche parece ir de mal en peor. Suelto un suspiro de cansancio y vuelvo la vista hacia la chica, que está de brazos cruzados y de espaldas, como queriendo darme intimidad para coger la pastilla. Me fijo en lo que lleva puesto y en que sus piernas están prácticamente ocultas debajo del vestido y el pelo le tapa completamente la espalda.
En ese momento, una voz de fuera me saca de mis pensamientos. Una que no me apetece nada oír ahora mismo.
-¿Caleb?
-¿Dónde se ha metido? – Dice una segunda voz. Genial, no está solo.
-Espero que haya seguido mi consejo y esté en algún sitio montándoselo con una.
Pongo los ojos en blanco ante el oportuno comentario de mi amigo, al que, por la expresión de su cara, juraría que la chica ha reconocido desde el otro lado de la puerta.
-Hay que salir de aquí ya. – Dice, esta vez realmente nerviosa.
Le hago un gesto con los dedos para que baje la voz, pero es demasiado tarde porque nuevamente oigo pasos dirigiéndose hacia la puerta acompañados por risas. Genial, lo que faltaba. Me giro hacia ella cabreado y analizo su cabeza en busca de alguna horquilla. Dos pinzas gigantes le sujetan el pelo pero dudo que vayan a sacarnos de esta situación. Me pongo a buscar en los cajones hasta que encuentro una horquilla vieja por el suelo. Servirá. Espero. Mientras intento aflojar la cerradura de algún modo, oigo cómo la chica tira del pomo.
-Para. Ya has hecho bastante.
Ella le da un golpe a la puerta como una niña pequeña a la que acaban de regañar y, de algún modo, la combinación hace que la puerta se abra. Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy agachado a su lado y que en mi búsqueda de la horquilla la he despeinado un poco. No es la imagen más inocente del mundo que digamos, y más si los espectadores tienen la mente tan sucia como mis amigos.
-Joder, sí que has tardado poco en hacerme caso. – Dice Duke con una sonrisa de lado al vernos. – Oye que...
-Yo ya me iba. – Dice la chica antes de salir corriendo del baño.
-Caleb, vas a tener que que mejorar tu juego, tío. – Me dice pasándome el brazo por los hombros. – Tu chica se pirado como si fueses un amante horrible.
-¿Quién era? – Pregunta Ryder, que siempre está metido en todo.
-El nuevo ligue de Caleb. Debo decir que me ha sorprendido. Nunca te llevarías a una chica a un rincón para liarte con ella, y mucho menos al baño.
Parte de mí quiere corregirle y decirle que no ha pasado nada, pero otra muy grande le conoce lo suficiente como para saber que no me dejará en paz hasta que sepa hago algo más en las fiestas aparte de quedarme apartado bebiendo cerveza. Además, solo es un lío, no es como si me estuviese encasquetando una novia.
-Bueno, vale, no hace falta que nos des los detalles, Don Juan. – Dice Duke, al ver que no respondo. - ¿Bajas?
-Ahora voy. – Le digo.
Aprovecho para lavarme la cara y la nuca con agua fría para despejarme un poco. Algo me dice que me va a hacer falta. Bajo las escaleras tranquilamente y no puedo evitar buscar a la chica misteriosa con la mirada. Pero algo me dice que ya no está.
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Esta es la primera vez (y creedme, que no será la última) que hay un capítulo desde la perspectiva de Caleb, y son de mis capítulos favoritos de la historia. Hay algo en escribir desde el punto de vista del protagonista masculino que me fascina. ¿Os pasa a vosotros también a la hora de leer? No olvidéis dejar vuestros votos y comentarios ⭐, me ayudaría un montón. ¡Gracias por leer y nos vemos pronto!
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Miénteme Hoy (Golden Oaks #1) [+18] [BORRADOR] ✔️
RomanceUn jugador de baloncesto y una escritora tendrán que fingir estar liados después de un encontronazo en una fiesta. Solo hay una norma: no van a besarse. ~~~ A Mia le encanta salir de fiesta por el campus con sus amigas, aunque no termina de desmel...