20. El tío Dudley

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Entre su reciente complicación familiar y su primer desengaño amoroso, Billy Batson no se encontraba en su mejor momento. Por fuera no se le notaba demasiado: él nunca había sido de manifestar mucho sus sentimientos y además creía que debía ser fuerte por su familia, pero quienes mejor le conocían sabían que lo estaba pasando mal.

Cuando Filadelfia necesitaba a Shazam, él cumplía con su deber; pero incluso ser un superhéroe se había convertido en una rutina carente de la emoción de los primeros días, emoción que sus hermanos, en particular Freddy, aún disfrutaban, pero que él ya no sentía. Ahora ser el protector de la ciudad ya no era tan excitante como al principio, solo era otra más de sus responsabilidades, como estudiar o sacar la basura cuando llegaba su turno.

Si en las noticias veía que se producía algún crimen o había alguna emergencia, subía al ático, se transformaba con su palabra mágica, volaba hasta el lugar del suceso y sacudía a los malos o salvaba inocentes; o las dos cosas, lo que tocara aquel día. Pero, al contrario que sus hermanos, ya no se quedaba haciéndose selfies con la gente o firmando autógrafos: ahora se marchaba nada más terminar su trabajo.

Freddy decía que tampoco era tan mala cosa, que ser más serio e inaccesible le daba un aire maduro y misterioso, como a Superman o a Batman. Mary no contradijo a Freddy, después de todo él era el especialista del mundo superheroico; pero en el fondo, estaba bastante preocupada por Billy. Temía que pudiera entrar en depresión, y por eso decidió tomar cartas en el asunto recurriendo a un viejo amigo de la familia.

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—¡¡Tío Dudley!! —exclamó Darla con regocijo al ver al anciano en la puerta de la casa. Su siguiente reacción, cómo no, fue lanzarse a abrazarle con fuerza.

—¡Relájate, muchacha, mis pobres huesos! —se quejó el hombre, pues padecía de artritis, aunque claramente él estaba tan feliz por el encuentro como la niña—. Yo también me alegro de verte, pequeña. Aunque... ya no eres tan pequeña. Creces a ojos vistas. —Se separó, contemplándola con cariño.

—¿Tío Dudley? —Los Vázquez salieron de la cocina, donde Víctor estaba preparando alguna de sus comidas para congelar.

—¡No te esperábamos, qué sorpresa verte aquí!—exclamó Rosa.

—¡Espero que sea una agradable! —repuso el anciano con tono jocoso, y la mujer se echó a reír.

—Ya sabes que sí.

—Aquí siempre eres bienvenido, pero si nos hubieras llamado, habríamos ido a recogerte a la estación —añadió su marido.

Dudley H. Dudley era tío abuelo sanguíneo únicamente de Darla, pero había acabado siendo un poco tío abuelo honorario de todos los chicos de los Vázquez. Cuando los padres de Darla la abandonaron, este intentó hacerse cargo de ella, pero el Tribunal de Menores rechazó su solicitud debido a su edad: acercándose a los ochenta y viviendo en una residencia de ancianos de Nueva York, el señor Dudley no estaba para cuidar a nadie, sino para que cuidaran de él. Sin embargo, dentro de su cuerpo lleno de achaques tenía un cerebro más lúcido que el de muchos jóvenes.

Los Vázquez iban a visitarle a Nueva York siempre que podían, ya que él no estaba cómodo viajando a menudo por sus problemas de huesos. Y que estuviera allí en Filadelfia sin que mediase alguna ocasión especial tipo Navidad, Acción de Gracias o cumpleaños, debía de obedecer a alguna razón importante.

—Yo le he recogido de la estación —informó Mary, apareciendo detrás de él—. He sido yo quien le ha pedido que viniera.

—¿Y eso? —quiso saber Víctor.

—Me gustaría que hablara con Billy.

El matrimonio intercambió una mirada sorprendida, aunque no del todo. Ignoraban lo sucedido con Belle Sinclair, pero sí sabían que, desde el regreso de CC Batson a su vida, Billy simplemente no era el mismo. Tal vez le viniera bien alguno de los sabios consejos del tío Dudley.

Love and war (Shazam!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora