26. Trampas ocultas

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Durante un tiempo que a Billy se le antojó eterno, el Doctor Sivana y él no hicieron otra cosa que contemplarse el uno al otro en silencio. El viento a los pies de la torre seguía ululando, ensordeciendo sus oídos y haciendo ondear con fuerza la capa blanca del Paladín. Con los brazos en jarras, Billy, o mejor dicho Shazam, ofrecía una imagen bastante épica de superhéroe, como para ser portada de uno de los cómics que tanto le gustaban a Freddy; pero su exterior inconmovible contrastaba con sus pensamientos interiores, mucho más caóticos e inseguros.

Ninguno de los dos movió un músculo. Solo se miraban fijamente, como tratando de anticipar el próximo movimiento del adversario. Era como si estuviesen en una de esas viejas películas del Oeste que solían ver los fines de semana por insistencia de Víctor y fuera la escena del duelo a revólver entre el sheriff y el forajido: quien primero desenfunda, gana.

¿Tenía Sivana armas que desenfundar?, se preguntó. Es decir, armas que realmente le afectaran, porque una simple pistola no tenía mucho efecto sobre el Mortal más Poderoso del Mundo, lo comprobó la misma noche que obtuvo sus poderes. Aguzó la vista, concentrándola en los ojos del adulto: aparte de la cicatriz que le cruzaba el derecho, eran totalmente normales, ambos del mismo color. Shazam sabía que Sivana ya no tenía el Ojo del Pecado (ya que él se lo había arrancado dos años atrás, y estaba a buen recaudo en la Roca de la Eternidad), pero no estaba de más ser precavido.

—Doctor Sivana —habló por fin, incapaz de aguantar la tensión—. ¿Cómo ha conseguido escapar de la cárcel?

—No me he escapado, estoy legalmente libre. Los médicos y los jueces consideran que ya no soy un peligro para la sociedad.

—Pues se han lucido... —masculló él entre dientes.

—Soy un buen chico, ¿no lo sabías? —dijo Sivana, burlón—. Nunca fui malvado, los Pecados me utilizaron.

—...Y seguro que usted se resistió todo lo que pudo —repuso Shazam con sarcasmo—. ¿Y qué excusa tiene ahora para esto? —Señaló la antena destrozada contra el suelo—. ¿Le parece algo que haría un buen chico?

El hombre apenas le dedicó una mirada indiferente.

—Solo era una forma de llamar tu atención.

—¿Ah sí? Pues su llamada de atención ha estado a punto de costarle la vida a una amiga mía —replicó, incapaz de contener su indignación ante la idea de que Belle hubiera corrido peligro.

El destello que vio en los ojos de Sivana le hizo arrepentirse de sus palabras.

—Conque una amiga tuya, ¿eh?

Shazam no estaba seguro de qué significaba exactamente el tonito, algo irónico, con que Sivana dijo aquello, pero un escalofrío le recorrió la espalda al recordar algo que Freddy mencionó tiempo atrás, sobre el "síndrome de la novia del superhéroe"; y cómo los seres queridos de los héroes acaban siendo los objetivos de los enemigos de estos. Belle no tenía que ser su novia para estar en el punto de mira de Sivana, bastaba con que este supiera que a él le importaba.

—E-en realidad es solo una compañera de clase, apenas la conozco —se corrigió, suplicando interiormente que Sivana se lo tragara—. Pero es una chica inocente, que ha corrido peligro de forma innecesaria.

—Estoy de acuerdo —asintió el científico, apartando la vista con desagrado—. Esa niña no tendría que haber estado ahí. Si le hubiese pasado algo, yo lo habría lamentado más que tú.

Extrañamente, Shazam le creyó. Esa última frase carecía de la mordacidad de las otras, y en cambio había cierto amargo tinte sincero. Era la primera vez que veía a aquel hombre expresar algo parecido a preocupación por otra persona aparte de por sí mismo.

Love and war (Shazam!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora