42. En esta época de regalar

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-Belle-

A la hora a la que habíamos quedado, bajé las escaleras en dirección al comedor.

La decoración navideña ya adornaba nuestra mansión, y las luces de colores, los elfos y las coronas con muérdago estaban estratégicamente distribuidos por todos los rincones de la mansión, para dar la imagen de hogar perfecto en aquellas fechas. Sin embargo, no había nada del calor ni de la alegría que seguro debía de haber, a esas mismas horas, en la casa de la familia Vázquez.

De hecho, aquella tarde nuestra casa se sentía más grande y desierta que nunca, ya que papá había dado la noche libre a todos y cada uno de los empleados del servicio. Los últimos habían sido los cocineros, que habían dispuesto todas las cosas para la cena antes de marcharse, y nosotros solo tendríamos que calentarlas y servirlas.

Es como si papá, por alguna razón, quisiera que aquella noche estuviésemos los tres solos en casa.

Por eso me sorprendí cuando, bajando por las escaleras, vi a alguien que no era papá ni Georgia rondando por el hall de entrada. Se trataba de un hombre que, al principio, no reconocí como parte del personal de servicio:

—¿Quién es usted? —me sobresalté.

—Le ruego me disculpe, señorita... —El hombre agachó la cabeza en un gesto respetuoso—. No pretendía asustarla.

Tuve que examinarle un buen rato hasta que por fin caí en la cuenta de con quién estaba hablando:

—¿¿Clarence??

—Así es, señorita.

Hacía prácticamente meses que no lo veía, ya que mamá había exigido a papá que le buscase un hogar fuera de la mansión y solo acudía a esta cuando trabajaba con él, en su laboratorio del sótano y a horas intempestivas, por lo que nunca coincidía con nosotras.

Pero aquel Clarence poco tenía que ver con el hombre desaliñado y con pinta de vagabundo que mi hermana y yo habíamos visto en aquel mismo rincón de la casa, el día que regresó papá: estaba afeitado y vestía un pulcro traje, y todo en él lucía impecable.

—Vaya, está usted... muy elegante. —En realidad iba a decir "irreconocible", pero mi cortesía aprendida desde pequeña me hizo cambiar el adjetivo.

—Gracias, señorita. Usted también.

—¿Va a quedarse a cenar con nosotros?

—Lo lamento, pero me es imposible. Me he quedado hasta ahora para ayudar a su padre a preparar los últimos detalles del experimento, pero debo marcharme. Tengo un compromiso familiar y no deseo llegar tarde.

—Ah... entiendo. —Pero en realidad no era cierto. Estaba confusa, no solo por el dato inesperado de que Clarence tuviera familia en la ciudad (no sabía por qué me extrañaba, pero papá siempre había hablado de él como si estuviera solo en el mundo), sino por sus palabras: "preparar los detalles del experimento".

¿Qué experimento se habían quedado hasta esas horas para preparar?

Nos deseamos mutuamente una feliz noche y después él se marchó. Y unos minutos más tarde, vi a Georgia bajando las escaleras.

Solo había tardado veinte minutos con respecto a la hora que habíamos quedado. Todo un récord, tratándose de ella.

Era obvio que para ella también era una noche especial, porque se había arreglado para la ocasión. Preocuparse por su imagen era algo que no hacía desde aquel día extraño en que, de repente, había sentido el impulso de acicalarse para impresionar a Billy, aunque su interés por hacerlo se hubiera apagado tan rápidamente como surgió.

Love and war (Shazam!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora