44. Clonación de poderes

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-Georgia-

--Siempre acaban saltando los malditos fusibles... --oí rezongar a papá, aunque me pareció oírlo desde muy lejos. Me sentía mareada y tenía la cabeza embotada y el estómago revuelto.

Vale, ¿qué carajos acababa de pasar?

Papá nos había llevado a su laboratorio para un experimento que, supuestamente, nos iba a cambiar la vida, o al menos, mejorarla. Había costado un mundo convencer a Belle y me alegraba de que al final hubiera accedido; no porque me diera miedo hacerlo sola, sino porque si papá tenía razón, quería que ella se beneficiase de su investigación. Yo me esperaba algo simple, una especie de estimulación de baja frecuencia que partiera del smartwatch, que reforzaría nuestro sistema inmune y nos mejoraría el pelo o la piel tras unas cuantas sesiones, algo así. Nada radical.

Pero lo que había ocurrido después había sido bastante radical. Según creí entender, la bobina de Tesla había transferido la energía del supercondensador que papá recogió en Roxborough a nuestros relojes, y el microprocesador conectado a los cristales había redirigido esa electricidad para que nuestros cuerpos la absorbieran, en forma de alucinantes pero aterradores tentáculos de energía azul. El resultado había sido una descarga que ríete tú de la silla eléctrica.

Vamos, que ni baja frecuencia ni nada: terapia de electrochoque total.

Curiosamente no sentí dolor, aunque noté como si algo tirase de mí en todas direcciones. Una sensación rarísima, tal vez así se sentía cuando los nervios se te freían.

Cuando todo pasó, me encontré sobre el suelo, luchando por respirar. Era como si me ahogase bajo una invisible manta de irrealidad.

--Vaya viajecito... --murmuré mientras me incorporaba, aunque mi voz me sonó extrañamente gruesa y ajena a mí, como si perteneciera a otra persona.

--¿Qué ha ocurrido? ¿Estamos vivas? --oí otra voz, también desconocida, junto a mí. Justo donde debería haber estado Belle.

Y cuando me giré en su dirección, me llevé un susto de muerte.

Mi hermana había desaparecido y en su lugar, había una mujer que no había visto en mi vida. Era asombrosamente bella: tenía una rubia cabellera larga y ondulada, ojos de un resplandeciente celeste y un rostro angelical, como de muñeca o de princesa de cuento de hadas.

Pero lo que me asustó no fue eso, sino cómo estaba vestida.

Llevaba un traje color oro viejo, algo más oscuro que su cabellera, con falda corta, muñequeras y botas en cuero dorado y negro. Una capa colgaba sobre sus hombros, y la pechera del traje mostraba el símbolo de un rayo.

Un rayo... como los que lucían el "Gran Queso Rojo" y sus secuaces de la Liga Relámpago.

Era cierto que jamás la había visto con los otros, que en aquel grupito solo había dos mujeres (la del vestido rojo y la del catsuit violeta), y que el traje de esta no era enteramente igual que el de ellas, ya que tanto la capa como el rayo del pecho eran negros en lugar de dorados, pero no lo pensé. Solo reaccioné ante la presencia de una posible amenaza, que había aparecido de improviso en nuestro hogar, invadiéndolo.

--¡¡Es una de ellos!! --chillé con mi extraña voz, y por puro reflejo defensivo la empujé para hacerla retroceder.

No esperaba siquiera que se moviera del sitio, ya que esa gente tenía una resistencia sobrehumana; por lo que me quedé boquiabierta cuando salió despedida al otro extremo de la habitación y derribó un archivador de metal que papá tenía allí con todos sus proyectos antiguos. Yo habría jurado que apenas había puesto fuerza.

Love and war (Shazam!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora