•|Capítulo XXXI: Inocencia, muerte y crimen•|

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•|Capítulo XXXI: Inocencia, muerte y crimen|•

"Mientras más observo el cielo, la noche envolviendo mis sentimientos, es cuando más me doy cuenta de que no puedo huir de este dolor. Soy honesto y los humanos traicionamos y yo sé que lo terminaré haciendo."

...

Izuku estaba perdido.

Ya no podía distinguir quien realmente era antes de llegar ahí. Lo único que hacía era estar mirando todos los días paredes blancas que no le respondían ninguna pregunta que su corazón le hacía en el breve momento donde obtenía un poco de lucidez. La comida se disolvía en su boca, suave como la papilla de un infante, el agua filtrando cada alimento hasta su estómago y así se repetía tres veces al día. ¿Era de día o de noche? ¿Qué hora era? ¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿Por qué su corazón dolía? ¿Quién era el hombre de ojos rojos?

Lo poco que sabía era su género secundario y su nombre, gracias al brazalete en su muñeca, además de que siempre lo visitaba un hombre con ojos rojos y que ese mismo hombre era el padre de su bebé, o al menos eso creía. Katsuki Bakugō... Pero pensar en el nombre era doloroso. A veces se preguntaba en su imaginación porque le dolía tanto pensar en ese alfa, en un alfa caníbal. Y, en uno de esos días o noches donde no sabía nada más, llegó a la conclusión que él lo había puesto ahí. Porque lo visitaba, entre sueños veía sus ojos y como acariciaba su cabello con cariño, algo suave y lleno de amor que era opacado por un llanto lejano. No le agradaba este hombre, porque de solo pensar en él, todo su corazón ardía. Sin embargo, dejar de pensar en él también le provocaba una sensación similar. Pasaba tardes y tardes pensando en ello, en quién era realmente.

Izuku Midoriya, un omega incompleto. ¿Quién era realmente? "¿Quién es Izuku Midoriya?"

Cada día gastaba su poco tiempo lúcido en eso antes de caer en una bruma espesa donde no podía distinguir nada más que sus propias manos. A veces lloraba, a veces intentaba quedarse despierto por más tiempo hasta que le era imposible seguir y sus ojos se cerraban solos y llegaba él, sin falta a acariciar su cabello.

Y a veces los días pasaban más rápido de lo que creía, en sus tiempos lúcidos miraba descuidado el tiempo de gestación y un día pasó de tener cuatro meses a tener seis, y ahí se dio cuenta del género secundario de su bebé. Un niño.

Algo en su corazón se calentó cuando eso sucedió, tenía miedo de seguir olvidando cosas porque siempre estaba perdiendo tiempo pero cuando podía, cerraba sus ojos y le hablaba. No sabía quien era, solo que se llamaba Izuku Midoriya y que era omega. Pero más allá, era padre de la pequeña criatura creciendo en su cuerpo. Aunque, tan pronto como comenzó a clamar por él, un dolor profundo se acopló en sus interiores. No quería gritar, pero lo hizo cuando vio la sangre en su ropa blanca. Un día desafortunado.

Gritó y muchas personas que no conocía de nada llegaron a su lado, nadie le dio algunas palabras de aliento. De hecho, lo ignoraron mientras lo llevaban a un lugar que no conocía. Tantas personas, tantos ojos, tanto dolor, tanta sangre en su ropa blanca, su bebé sin moverse, tanto miedo, no sabía cómo sentirse... Pero, cuando vio a uno de los guardias que resguardaban los pasillos, algo en su corazón se apretó hasta romperse por completo.

Un leve contacto visual, nada de fuerza en sus piernas y brazos, lágrimas y poco a poco perdiendo la lucidez del conocimiento y lo último que vió antes de entrar al pabellón fueron esos ojos. Todo en él estaba cubierto con un traje militar negro que contrastaba con la ropa blanca de los enfermeros; lo único que se podía ver bien eran sus ojos. Penetrantes cuencas rojas que parecían ser de un depredador listo para devorar a cualquier presa. Izuku antes de perderse a sí mismo en el dolor que lo hacía gritar, lo vio en silencio. Vio a ese alfa romperse frente a sus ojos con solo ver sus ojos rojos.

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