Capítulo VII: Supermassive Black Hole

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•|Capítulo VII: Supermassive Black Hole|•

"No jodas conmigo, no soy una persona que puedas pasar a llevar con tus malas intenciones. Si quieres comenzar a jugar conmigo, espera con el corazón abierto porque te voy a romper hasta que no quede nada de ti."

Izuku se despertó antes que Katsuki.

Parecía su nueva rutina de sueño, despertar para contemplar aquello que nadie más que él podía ver. Su nuevo cómplice, su nuevo vigía… Su nuevo amante.

Su Katsuki.

Solo la luz tenue de la mañana le hacía justicia a lo tranquila que era la expresión de Katsuki al dormir, desnudo sobre la cama y con la respiración calmada moviendo suavemente su pecho. Oxigenando su cuerpo con tanta suavidad que hasta el rocío de la mañana le tenía envidia a esa imagen. Las cicatrices en su hombro izquierdo lo hicieron mover los dedos sobre ella, con calma hasta la que marcaba sus abdominales. Las que le había hecho Shigaraki hace unos meses, esa vez que colmó su boca con palabras egoístas, diciendo que el esfuerzo de Katsuki había sido en vano. Izuku se sentía culpable por ese sacrificio, pero el alfa nunca decía nada malo sobre ello. Al contrario, estaba ahí cada vez que debía entrenar. Enseñándole maneras para ejecutar su técnica de forma más limpia.

En esos momentos, donde solo ellos dos estaban al lado del otro, los guardaba con sumo amor en su corazón. Recordando cada uno de ellos con claridad, dando todo de sí mismo para demostrar que aunque no fueran del todo amigos, habían llegado muy lejos. Demasiado lejos; y la noche anterior lo demostraba.

Katsuki suspiró profundamente. Aún con sus ojos cerrados, ese pequeño sonido se le hizo tan familiar a Izuku que no pudo evitar sonreír… Lo  que habían hecho, no lo golpeó tan fuerte como esperaba. Se sintió increíble, el inicio de su vida sexual no era una gran cosa de la que pensaba mucho. Para Izuku era algún tipo de milagro encontrar una persona que le gustara compartir cama con él y mucho más, ayudarlo a superar sus falencias. Pensó que estar con él le daría nerviosismo en cada fibra de su sistema por los años detrás de sus espaldas pero se sintió bien, tan bien que soñó con ello. De alguna manera, sin ser destinados, sus cuerpos respondieron tan perfecto que todo se resumió a una euforia incontrolable. No quería decirlo en alto pero se sentía confortable estar así, después de una noche juntos, con la mañana fría envolviendo la habitación igual que la luz. A dos horas de entrar a clases.

Dejó ir su mirada hasta aquel lugar, su mordida estaba oculta con un parche de feromonas, pero no le fue difícil sacarlo y ver el resultado de uno de sus primeros estímulos que no pudo controlar. Los colmillos afilados estaban rosados en la piel, no sangraba pero había rastro de sangre seca y la asombrosa capacidad de los alfas para sanar estaba haciendo presencia en la imagen. Casi no se notaba de no ser porque Izuku sabía que su boca había estado ahí. Que sus propios colmillos le habían hecho esa marca, que incluso el sabor del líquido escarlata aún seguía memorizado en su lengua. Tocó sus labios con delicadeza, rompiendo un poco la barrera del conocimiento y recordando lo bien que se sintió. Las manos calientes en sus caderas, la piel casi siendo quemada por el nulo control durante el momento. No iba a mentir, se sentía avergonzado por lo que Kirishima podría haber escuchado pero en el momento, no pudo pensar en nada más que él. Katsuki se removió incómodo, su expresión se arrugó. Izuku se dio cuenta que la manta delgada estaba marcando su cuerpo con cada movimiento que hacía, y el montículo en su entrepierna era el más destacable.

Su boca se humedeció, sus manos se movieron solas y a mitad de camino Katsuki abrió los ojos. Izuku no estaba haciendo nada aún, pero era más que evidente lo que deseaba por el aroma que desprendía. Las feromonas excitadas saliendo de su cuello, casi inflamando su glándula por él.

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