35. Hambriento

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—No —dice de forma tajante.
Parpadeo varias veces anonadada.
Va vestido con el polo negro de trabajo y cierra su puerta para acto seguido bajar las escaleras ignorándome.
—¡Héctor! No me has dejado explicarme —intento seguirle el ritmo, pero es aún más rápido que yo.
—Ni quiero Abril. N-O. ¿Sabes lo que significan esas palabras? Eres feminista, deberías saberlo —dice con un timbre de exasperación.
—¡¿Puedes comportarte como un ser humano un minuto?!- —levanto la voz frustrada.
Héctor se para en seco provocando que me choque contra su espalda. Cuando se da la vuelta, sus ojos verdes acaparan los míos y se me acerca tanto que casi pierdo el equilibrio.
Huele demasiado bien. Pierdo la concentración durante unos segundos.
—Abril, deja de tocarme los huevos por favor
—Pero...
—¡Que tengas buena tarde! —se aleja a toda prisa— ¡Y deja de ser pesada! —me grita cuando está más abajo.
Casi le mando a la mierda, pero me reprimo. Tengo que conseguir que acceda a escucharme, no me ha dado ninguna elección.
Subo las escaleras de nuevo a mi habitación. Necesito que acceda como sea.
El resto de la tarde planeo la forma definitiva de convencerlo.
Soy una pésima cocinera, pero si algo bueno tiene la Abril del pasado, es que aprendió a preparar los platos favoritos del capullo que le rompió el corazón. Quién me diría que me servirían ahora. Lasaña de verduras, pollo aliñado en salsa de vinagre balsámico y de postre, una tarta de queso.
Llevo toda la tarde cocinando, empezando con el postre para que esté frío para cuando llegue de trabajar.
Me pego una ducha rápida y me tumbo en la cama para descansar un rato.
El móvil vibra y leo un mensaje de Carlos.

Carlos:
¡Mayo! ¿Quieres desayuno—picnic el finde? Tranquila, no es una cita, solo una excusa para comer mis sándwiches especiales jajaja

Sonrío y me pongo el móvil contra el pecho. Si no es una cita... ¿por qué no? Últimamente no pasamos tiempo a solas. Echo de menos nuestros temas de conversación.
Pienso mi respuesta con detenimiento. No tiene por qué pasar nada si no quiero.
Escribo con el corazón acelerado.

Yo:
Solo iré si me ofreces los de espinacas con queso de cabra. Es mi ultima oferta.

Carlos:
¡Hecho! Nos vemos el sábado a la misma hora. Estoy impaciente por nuestra no-cita.

Pienso de nuevo en nuestro beso. Fue agradable, muy agradable. Recuerdo que tengo que hablar con Bea, ya que me prometí ser sincera con ella. No quiero que piense que la alejo.
Calculo que a Héctor le falta una media hora para llegar,así que comienzo los preparativos. Tengo que ser un arma de distracción.
Me pongo la falda de cuadros roja, que Héctor conoce perfectamente, junto a una camiseta negra ceñida de manga larga y pico en v, acompañada de unas medias hasta los muslos negras y unas converse rojas.
Recojo mi pelo en un moño bajo y dejo dos mechones sueltos en la parte delantera.
Aplico un poco de brillo de labios y estoy lista. Un look sencillo que a Héctor le volvía loco.
Recuerdo como le encantaba soltarme el pelo antes de levantarme la falda y hacerlo en cualquier esquina. Borro rápidamente los recuerdos. Eso no va a volver a pasar, esto solo es para que se distraiga y acepte.
Meto toda la comida en una bolsa y me apoyo en la pared del pasillo en su espera.
Cuando escucho pasos que empiezan a subir, me pongo nerviosa. Ha sido una mala idea vestirse de esta forma, pero ya es tarde para huir.
Héctor aparece por el pasillo y se para en seco. Sus ojos recorren el conjunto en su totalidad.
—Vale. Esto es demasiado para mí —se da la vuelta y comienza a bajar.
Corro escaleras abajo y me pongo delante suya impidiéndole el paso.
—¡Héctor! Debes estar hambriento —le digo con una sonrisa que pretende ser amable.
Me mira descaradamente el escote para luego posarse sobre mis piernas e ir subiendo hasta mi falda. Se para un segundo y noto que la reconoce. Me la ha quitado cientos de veces.
—¿De qué debo estar hambriento, Abril? —su mirada se oscurece y se humede los labios.
Me sonrojo y me sujeto en la barandilla para intentar mantener la compostura.
—De comida —recalco—. ¡He pensado que podríamos cenar juntos!
—Ajá, y decides ponerte la jodida falda. La puta faldita de cuadros, Abril —suspira contrariado y se pasa las manos por el pelo.
—¿Y? Me has dejado claro en muchas ocasiones que no te atraigo. Dudo que la faldita te ocasione problemas —lo provoco.
Me vienen todos los recuerdos febriles que he coleccionado con Héctor en estos últimos meses, y trago saliva con dificultad.
Héctor suspira y niega con la cabeza.
—¿En qué idioma quieres que te lo diga? Se supone que no nos aguantamos princesa. ¿Por qué coño esta encerrona? —se da la vuelta y comienza a subir.
—Se supone que somos adultos funcionales. ¿Qué mas da cenar juntos una noche? Además... hice lasaña, pollo y tarta de queso —si con esto no accede, me despido de la vida.
Se da la vuelta con una ceja alzada.
—¿Con salsa de arándanos?
—Con salsa de arándanos —le sonrío.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora