63. Actuaciones patéticas

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Las bebidas están encima de la mesa y la mirada de Bea está clavada en la mía desde hace segundos que se me hacen eternos.
Sonrío cogiendo mi bebida y Bea con un gesto me indica que la deje en su sitio.
—No, no, querida Abril. He dicho que cuando nos pusieran el smoothie empezarías a hablar y... ¡Es la hora! —acompaña todo con gestos teatrales.
Suspiro y lo suelto. No quiero mentirle y contarle a medias, pero me es imposible contarle la verdad.
—Bueno... Pues eso. Me acosté con Carlos —me encojo de hombros.
—Muy bien eso me lo has dicho hace media hora. Ahora quiero todo —se cruza de brazos.
—¿Qué es todo? —frunzo el ceño.
—¡Abril! No pareces una chica. Por qué lo hiciste, qué significa, si te gustó, qué sientes al respecto, si tuviste un orgasmo, si se bajó al pilón, si...
—¡Basta! Dios, déjame pensar un segundo —la corto antes de que me explote la cabeza.
¿Se supone que las amigas comparten tanta información por un polvo? Cómo nunca he tenido esta clase de amistad tan cercana no lo sé, pero siento que tengo que hacer un TFG de la situación. Siento que la cabeza me va a estallar.
—No sé por qué lo hice, no sé qué significa, me gustó, me siento confundida, sí tuve un orgasmo y... ¿qué era lo último?
—¿Bajó al pilón? —sonríe maliciosa.
—No. No surgió —me río.
Por fin me deja probar mi bebida y agradezco el sorbo, me notaba la boca seca de los nervios.
Bea deja pasar unos segundos para que pueda relajarme. No sé qué cara tengo, pero debo estar bastante pálida si se compadece de mí.
—Estabas super convencida de que no querías sobrepasar ese límite... Sabes que Carlos no es de relaciones esporádicas.
Y sé que tiene razón y me siento fatal por ello. No quería involucrar a Carlos en mi cacao mental, pero por culpa de mi impulsividad lo he metido y de lleno. O me la ha metido, más bien.
Me río ante mi propio chiste y Bea me mira con el ceño fruncido tratando de comprender mi ataque de risa, pero ni yo lo entiendo. Solo sé que estoy tan nerviosa por todo que tengo que desfogar de alguna manera, y esa es o llorar o reír, así que prefiero reír.
—Vaaaale... ¿Quieres hablar? —sujeta mi mano preocupada.
No puedo sacar a Héctor de mi cabeza. Ese es el maldito problema.
—No sé que me pasa. Anoche me sentía sola y solo sé que con él me siento bien. Me río y olvido mis problemas —básicamente a Héctor.
—Y... ¿lo quieres?
No recuerdo qué es querer a una persona. ¿Es sentir mariposas en el estómago? ¿Reírte a carcajada limpia cuando estás con ella?, ¿o qué te encante besarla?, porque si es todo eso sí, lo quiero.
—¿Qué es querer?
—Para mí es sentir que alguien es tu hogar. Sentirte en casa a salvo —me dice avergonzada mientras toma su bebida.
Precisamente y paradójicamente, eso no es Carlos, porque mi hogar empieza curiosamente con H, y decidió desahuciarme. Reprimo las lágrimas y me centro también en mi bebida. Quizá mi hogar esta vez lo tenga que elegir yo. ¿Por qué no puede ser posible? Si quiero elegir que Carlos sea mi hogar puede serlo, quizá madurar es aceptar que a veces el amor se elige conscientemente, de manera que tengas algo sano con quien quieras. A lo mejor no es la química y lo salvaje, sino los consciente y calmado.
Eso es. Lo voy a intentar.
—Pues creo que sí, que al menos me gusta mucho —me convenzo.
—¿Segura?
—¿Esta no es la parte en la que te alegras por mí y chillamos como dos colegialas?
—Vale... si tú lo dices... —carraspea preparando su actuación— ¡TÍA ME ALEGRO MUCHÍSIMO! ¡HACÉIS UNA PAREJA MONÍSIMA! —se le escapa la risa al final.
Finjo esa alegría al igual que ella, pero tengo que decir que ambas actuaciones son patéticas. Nos da un ataque de risa y medio bar se gira por lo ruidosas que somos. Intentamos pedir perdón, pero nos da un ataque de risa el doble de fuerte, haciendo que nos agarremos el estómago y nos entre tos.
—Porque sois dos grandes clientas y me hacéis el mes solo a base de smoothies, que si no, no os dejaba entrar.- bromea el camarero desde la barra.
—¡Y por eso vamos a seguir haciéndote el mes! —le agradece Bea.
Volvemos a recuperar la compostura y Bea acerca su bebida a la mía.
—En serio, si estás feliz me alegro por ti. Brindemos —me sonríe.
Brindamos y agradezco tenerla en mi vida.
Recibo un mensaje con el nombre de Carlos e intento que no se me note el cambio de humor.
Decido no ver que pone de momento, quiero disfrutar de este instante con Bea.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora