102. Noche 6: no me va la necrofilia

1K 93 4
                                    

No puedo dormir, aunque eso tampoco es nada nuevo. Cuando no es por miedo a un asesino en serie que entre por la puerta, es porque la cercanía de Héctor me trastoca a unos niveles insuperables. Hoy ha sido demasiado encantador. Su risa inocente y los detalles que ha tenido con todo el mundo, me han hecho flotar en una nube que me recordaba demasiado al pasado.
Noto que se gira hacia mí y cierro los ojos haciéndome la dormida. Parezco una niña pequeña.
—¿Abril? —susurra y un escalofrío me recorre la columna vertebral.
Intento fingir que estoy profundamente dormida. No sé ni que pretendo.
—¿Te estás haciendo la dormida? —bufa.
Silencio. Tengo que aguantar las ganas de reírme.
—No me jodas —su voz rezuma frustración.
Cuando mantengo mi actuación impecable su paciencia se agota y pasa al plan b.
Noto un beso en la mejilla y me quedo completamente congelada. Lucho porque mi respiración no me delate, pero cuando noto otro beso cerca de la comisura de mis labios quiero suspirar de puro placer.
—¿Vas a seguir fingiendo, princesa? —susurra contra mi oído.
Seré la mejor actriz de la historia de la jodida humanidad si hace falta.
—Bien... veamos hasta cuando puedes fingir —su reto suena demasiado tentador.
Otro beso, esta vez entre el cuello y el mentón. Cojo de forma disimulada el dobladillo de mi camiseta y lo aprieto para aliviarme.
Sus labios trazan un mapa por mi cuello y llegan hasta mis clavículas, deleitándose en esa zona.
—De momento de puto Óscar... No me va la necrofilia, Abril.
Intento con todas mis fuerzas no reírme. Aprieto los labios.
No respondo.
—Tendré que esforzarme un poco más... solo por pura profesionalidad médica. Tengo que asegurarme de que estás viva...
Sus besos cada vez más húmedos bajan por todo mi cuello y aprieto con tanta fuerza mi camiseta que temo clavarme las uñas a través de la tela.
Se para justo encima de mi corazón y noto como sonríe contra la tela.
—Estás muy viva —se burla—. De hecho, me da miedo que te dé un paro cardiaco, princesa —se ríe.
—¡Oh vamos! —me reincorporo avergonzada— Eres un pervertido —me quejo en la oscuridad.
—Habló la que finge estar dormida para que me aproveche de ella —se apoya en su brazo y su mirada se burla de mí.
—Quería ver cómo de lejos querías llegar —miento.
—Corrijo la frase: quería ver si me arrancabas las bragas con la boca —se ríe imitándome.
—Más quisieras —le hago la peseta.
—Estás cachonda ahora mismo Abril, no te hagas la digna.
—¿Y tú? Porque parece que no piensas en otra cosa desde nuestro último encuentro. ¿Soy el mejor polvo en estos últimos años?
—Sí.
Lo miro impresionada. Él se vuelve a tumbar y se queda mirando al techo.
—Tú reconoces que me has echado de menos. Yo reconozco que has sido mi mejor polvo en años. Es justo —se encoge de hombros.
Me vuelvo a tumbar a su lado. Después de cinco años soy la mejor. No debería reconfortarme, pero lo hace.
—¿Debo asustarme por tu ataque de sinceridad?
—¿Y yo por el tuyo?
Nos miramos a la vez. Nuestros rostros están dolorosamente cerca y lejos a la vez.
Agradezco a la oscuridad que me da una especie de escondite, porque creo que mis ojos me delatarían en este momento, mostrando las ganas de besarlo que tengo, aunque sé que no debería.
—Creo que puedo ser algo sincera.
—¿Por?
—Porque es agotador luchar contra ti —sonrío.
Su mano sube hasta quedarse suspendida sobre mi rostro, pero finalmente la aparta, sin llegar a rozarme.
—Conozco demasiado bien esa sensación —me sonríe.
—¿Por qué me llamabas? —pregunto con un nudo en la garganta.
—Quería saber si de verdad me habías echado de menos —cierra los ojos.
—¿Por?
—Para poder dormir.
Frunzo el ceño. El corazón se me acelera de pensar en el camino que está tomando esta conversación.
—¿Y ya puedes dormir?
—No. Me has jodido la noche —suspira dándome la espalda.
No lo entiendo. Me esfuerzo en hacerlo, pero es imposible. ¿Le molesta que le eche de menos? Una vez más vuelvo a quedar como una idiota.
Le doy la espalda también y noto que las punzadas de nervios me llegan al estómago. No tendría que haber dicho nada. Es mejor no mostrar debilidad, va a pensar que sigo enamorada de él y...
Oh Dios... me niego a seguir por esos pensamientos. No. No pienso replantearme idioteces sobre el amor a las cuatro de la madrugada. No. Solo estoy cansada.
Cierro los ojos y me abrazo a mi misma, intentando tranquilizarme.
—Abril —su voz me aterra. No quiero que me pregunte nada más que me deje expuesta.
Hago apenas un sonido para indicarle que sigo despierta.
—Yo también te eché de menos.
Perfecto. Yo tengo la noche jodida y el corazón desbocado.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora