66. El mejor chiste del año

1.1K 89 2
                                    

Héctor nos mira fijamente dos escalones por debajo de nosotros y su mirada se para en la mía, ocupando todo por completo, dando la sensación de que las paredes se van estrechando y en cualquier momento me van a aplastar.
Sus ojos destilan algo que conozco muy bien, y son celos, aunque nunca pondría la mano en el fuego, porque seguramente me quemaría.
—¿Estáis sordos? Quiero ir a mi puta habitación —su tono se vuelve más áspero.
—Ey... Perdona, tampoco hace falta ponerse así —intenta conciliar Carlos.
—¿No? Creo que para follar existen las habitaciones. Estamos en una puta residencia con habitaciones propias para follar —sube un escalón encarándose con Carlos.
—Te estás pasando —le advierte Carlos.
—¿Sí? Creo que no sabes lo que es pasarse —se ponen ambos a la misma altura.
Me quedo por unos segundos impresionada con ambos. Carlos es unos centímetros más alto que Héctor, pero aún así, es Héctor el que impone muchísimo más. Tengo que parar esto. Me meto en medio antes de que algo se vaya de las manos, porque siento que tengo que desactivar una bomba a punto de explotar, lo que me faltaba es una dosis extra de testosteronas. No, gracias.
—Héctor, te recuerdo que te tiraste a una tía en el baño dónde tengo que ducharme cada mañana. No tienes derecho a decir nada, y tranquilo, tenemos sexo dónde no pueden vernos —esto último le sorprende, y yo me alegro de que sepa que no es el único que tiene sexo.
Cojo a Carlos de la mano y comienzo a subir las escaleras, escuchando la respiración agitada de Héctor muy tentada a darme la vuelta y caer en su juego.
—Sí, es que los baños me gustan demasiado. ¿Y a ti Abril? ¿Te gustan los baños? —su voz se burla de mi.
Estamos frente a frente, cada uno al lado de su puerta, retándonos con la mirada.
—¿Qué coño estás insinuando? —Carlos da un paso al frente.
—¿Yo? Nada. De este rellano solo hay una persona que conoce a Abril, y siento decirte que ese no eres tú —le pone una sonrisa condescendiente.
—Han pasado cinco años, a lo mejor no la conoces tanto.
—Exacto. Vamos, no merece la pena —intento tirar de él.
—Por supuesto que te conozco, princesa. Por mucho que nos joda —la rabia me consume, porque sé que tiene razón.
Carlos va hacia él, pero le agarro la mano y consigo abrir mi habitación y meterlo.
Pasea nervioso y yo no puedo evitar recordar escenas de mí y Héctor por todas partes, mancillando cada esquina de este cuarto.
Por eso intento pasar todo el tiempo posible fuera, para no tener que pensar en él desnudo y en mí gimiendo su nombre hasta desfallecer.
—Carlos, relájate. Es un capullo y ambos lo sabemos. No vamos a sorprendernos —intento tranquilizarlo.
—¿No lo ves? Ese tío está pilladísimo de ti —me mira con una mezcla de impotencia y tristeza.
Vale, muy bien, Carlos consigue que me dé un ataque de risa. ¿Héctor pillado de mí? Creo que hay que galardonar esto como el mejor chiste del año.
Me tiro al suelo agarrándome las costillas de la risa y Carlos frunce el ceño entre avergonzado y molesto, es comprensible, parece que me estoy riendo de él.
—Carlos, por favor, no me hagas reír. Ese tío me dejó hace cinco años de la peor de las maneras. ¿Dejarías a una persona que quieres? No, porque no tiene sentido —intento sonreír.
—¿Entonces? ¿Cómo explicas lo que acaba de pasar? —sigue sin convencerse.
—Simplemente nos, odiamos. Arruinarle la vida al otro es nuestro objetivo de vida, o al menos lo era. Yo no quiero saber nada de él —me encojo de hombros.
Va a decir algo más, pero lo beso para borrar todas sus preocupaciones. Sus labios me resultan a veces insuficientes, cómo si fuesen incapaces de rellenar el vacío que a veces siento. Ahora se ha incrementado al volver a ver a Héctor, pero sé que pasará. Es mi elección.
Me apoya contra la puerta intensificando el beso. Mis manos agarran su camiseta con fuerza y las suyas recorren mi cuello haciendo que me estremezca.
Cuando la cosa va subiendo paramos y nos quedamos frente a frente con la respiración acelerada.
—Creo que voy a tener que irme o voy a meter sexta —bromea acariciándome su aliento mentolado.
—Yo creo que vas a tener que irte o voy a meter octava.
—Mejor dar marcha atrás —sonríe.
—Sí, mejor —le devuelvo la sonrisa.
Nos miramos durante unos segundos en los que me siento como la chica más especial de la tierra, porque su mirada es toda devoción. Ojalá él fuese capaz de ocupar todos y cada unos de mis pensamientos. Es tan fácil estar con él...
—Mayo, que tengas buena tarde —me da un beso en la frente.
—Igualmente Charlie, espero que se os haga ameno el trabajo.
Abro la puerta mientras Carlos finge pegarse un tiro en la sien por tener que marcharse.
Le pongo los ojos en blanco de broma y entro a mi habitación y empiezo a recoger ropa.
Es hora de poner lavadoras o voy a volverme loca pensando en Héctor.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora