77. Momento lésbico

1.1K 95 6
                                    

Hay cosas en esta vida que no son buenas ideas.
Esta noche cometí tantas que creo que se me van de las manos.
El alcohol es un fiel enemigo. Finge darte todo aquello que necesitas, pero la verdad es que te va trasformando en todo aquello que no quieres ver una vez estás sobria. La vergüenza y humillación están aseguradas.
Por ello sé que tanto Bea como yo estamos haciendo una cagada, y no, no hablo de que hemos hecho caca hace unos minutos juntas, hablo de que estamos pegando en la puerta de Héctor a las cinco y media de la mañana.
La puerta se abre y aparece Héctor enfadado, como de costumbre. Bea lo aparta de un manotazo y se mete en su habitación conmigo cogida de la mano.
—Esto es allanamiento de morada —su tono acompaña su rostro.
—¡Tú! —lo señala Bea con un dedo.
—¿Sabéis que son las putas cinco y media de la mañana? Habéis cogido la jodida manía de normalizar despertarme a estas horas. —nos mira a ambas con desdén.
—¡Tú! —vuelve a señalarlo— ¿Te das cuenta la cagada que has hecho? —arrastra la voz a causa del alcohol.
—Sorpréndeme —el sarcasmo es más que evidente, aunque estemos borrachas como cubas.
—Cagada la nuestra —miro a Bea cómplice.
Enlaza a que me refiero a nuestro momento íntimo en el baño y nos da un ataque de risa que acabamos tiradas encima de la cama de Héctor casi sin respiración.
—¿Os podéis levantar de mi cama? Y si ya salís de mi habitación me haríais un favor —dice exasperado.
—¿No te gusta verme en tu cama? —estiro una pierna y le pongo el tacón en el pecho.
Héctor mira el tacón y va recorriendo con la mirada el largo de mi pierna desnuda hasta mi vestido levantado al límite. Me relamo los labios para dar énfasis.
—No me jodas. Yo... mirad no estoy preparado para esto. Esta noche no —se aparta de mi pierna y se aleja el máximo posible de nosotras.
—¡Lo que iba diciendo! —nos interrumpe Bea— ¡Eres idiota! —vuelve a señalarlo— ¿Ves a esta puta Diosa de aquí? ¡¿ESTÁS CIEGO?! ¡LA DEJASTE! Dios... ¿cómo pudiste hacerlo? ¡Si hasta yo la besaría! Y mira que jamás en mi vida me comería un coño —finaliza.
Sé que seguramente el conjunto de palabras no tiene nada de precioso, pero en mi estado me emocionan. ¡AMO A ESTA MUJER!
—No voy a contestar a eso. ¡Largo! Las dos —nos señala visiblemente enfadado.
—Tia ha sido precioso —le digo con los ojos llorosos— Yo también te besaría! Eres puto preciosa... Pero eso de la vagina pienso igual —me río como una idiota.
—¿Sabes qué? Eso voy a hacer. Besarla —le dice a Héctor— Abril, ¿puedo meterte boca? —me pregunta seriamente.
—Por supuesto —me lanzo a sus brazos.
Dicen que en toda la vida de una chica, siempre hay un momento lésbico, y creo que ese momento me ha llegado.
Nos besamos apasionadamente, sujetando nuestros rostros y casi una encima de la otra. No es algo desagradable porque es ella, pero tampoco es algo que volvería a repetir, aunque me alegro de haberlo hecho. Por fin tengo mi momento lésbico. ¿Pienso idioteces debido al alcohol? Por supuesto.
Terminamos de besarnos y Bea acaba encima de mi mirando a Héctor con burla.
—¿Qué? ¿Te gusta que esté encima de Abril? —lo está provocando.
Héctor se acerca a nosotras y coge a Bea en brazos apartándola de mí. La suelta cerca del escritorio.
—Bien, basta. ¿Vuestro objetivo es empalmarme? Ya he tenido suficiente momento lésbico para años de fantasías. ¿Era vuestro objetivo? ¡Porque enhorabuena! ¡ESTOY EMPALMADO! —dice con frustración.
—¿Tienes envidia? Si quieres te regalo uno —le dice.
Vale, se acabó. Bea está demasiado borracha y me niego que le de un beso a Héctor. Parte de la borrachera se disipa de un plumazo.
—Vale, Bea, cariño, vamos a dormir —tiro de su brazo para alejarla de Héctor que me mira con una media sonrisa.
Es un gilipollas. Odio cuando me mira de esa forma. ¿Cree que son celos? ¡PUES NO! Jamás.
—Siiiii. ¡Fiesta de pijamas! —grita entusiasmada y se tira en la cama de Héctor.
—¿Cómo? No, no. Ni de coña. ¡Bea levanta! —intenta levantarla de la cama, pero Bea gana la batalla.
Se sienta en la silla del escritorio y nos mira anonadado.
—No lo entiendo. No entiendo nada. ¿Qué hice malo en esta maldita vida? —se sujeta la cabeza hablando con él mismo.
—Nacer —le hago la peseta y me tumbo en su cama.
Le lanzo las llaves y digo algo acerca de que si quiere dormir se traiga mi colchón.
Me quito los tacones y Bea se quita los suyos también y nos abrazamos.
El olor de las sábanas de Héctor me invade y me siento como en casa. Me refugio bajo las sábanas y aspiro su aroma hasta extasiarme.
No sé qué hace Héctor, pero antes de saberlo, me quedo completamente dormida.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora