110. La soledad de mi casa

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Héctor:

No paro de darle vueltas a lo mismo desde hace horas. Soy yo el que empecé la broma, pero aún así, no me saco de la cabeza la despedida de Abril. La echo muchísimo de menos aunque me joda lo más grande.
Miro el piso y me asaltan recuerdos de mi infancia. Vivimos poco tiempo aquí, pero el suficiente para que lo considere mi sitio favorito. Mi escondite preferido.
Luis está en mi sofá, no hizo más que lloriquear desde que vino, básicamente se autoinvitó a mi casa. Siendo sinceros, hemos sido amigos, pero nunca hemos estado tan unidos como para invitarlo, aunque puede que sea yo el que no haya sentido esa unión con nadie desde hace cinco años.
Vino ayer cuando me llamó desesperado porque no podía lidiar más con la situación de Bea. Me sorprendió bastante que pensase en mí como principal apoyo, aunque la realidad es que él siempre me ha contado sus cosas, soy yo el que no me abro.
—¿Sabes lo ridículo que te ves? Tan solo deberías llamarla o enviarle un mensaje —resoplo tumbándome en el sofá que me ha robado.
—Habló el que sigue enamorado de su ex y no tiene cojones de decirlo —se ríe por lo bajo.
—Pues mira, estamos empatados. Somos ambos unos gilipollas —suspiro.
Luis se aparta la mano de la cara y me mira con una sonrisa de suficiencia que hace que quiera echarlo a patadas de mi maldita casa.
—¿Sabes que lo acabas de reconocer?
—Cállate o te vas.
—Igualmente ya me iba hoy. Mi familia y esas cosas.. Me esperan tres horas de viaje —bosteza mirando al techo.
Una punzada de envidia me atraviesa, pero consigo ignorarla.
Luis me mira con el ceño fruncido y me pasa el brazo por el hombro sorprendiéndome.
—¿Hasta cuanto vas a ocultarlo? —pregunta señalando la foto que está en un mueble del salón.
—No sé de qué hablas —me encojo de hombros.
—Ambos sabemos de qué hablamos —me aprieta un poco en símbolo de apoyo.
—¿Desde cuándo lo sabes? —miro a un punto fijo del salón.
—Llevo varios años sospechándolo, soy muy observador. Ninguna ex hace que enloquezcas así a no ser que haya algo turbio detrás. Lo siento mucho, Héctor. ¿Quieres...?
—No. Estoy bien. Ve con tu familia y disfruta. Y por favor... —le sonrío.
—No se lo diré a nadie —me guiña un ojo.
Asiento agradecido y él prepara la maleta para volver a casa.
En la soledad de mi piso me quedo por horas mirando al techo, sin pensar en nada en concreto y pensando en todo a la vez.
Entro en mi cuarto y me encuentro con todos los recuerdos de mi niñez y adolescencia. Pulseras rotas por el uso en un cuenco, fotografías de paisajes que hice en la época del instituto, mis viejos objetivos... Y un cajón lleno de recuerdos que siempre evito tocar. Toco por instinto los anillos que acompañan a mi mano y automáticamente me siento algo más tranquilo. El joyero hizo un gran trabajo para hacerlos masculinos.
Todos los recuerdos con Abril están ahí, en el último cajón. Fotos, conchas de la playa, cartas, regalos... Abro el cajón y voy sacando todo con sumo cuidado, apreciando cada detalle, replanteándome por qué la culpé de mis errores. Sencillamente era más fácil. No puedo evitar pensar que ella tuvo parte de culpa por meterse dentro de mi corazón.
Saco una notita pequeña doblada que dice "te quiero" y sonrío. Solíamos esconder notas en nuestras mochilas para encontrarlas al llegar a casa.
Ella siempre me decía cuánto me quería, yo en cambio no lo dije hasta el día de la noria, el día que todo se fue a la mierda. Mis respuestas siempre eran "y yo", pero nunca pronuncié esas palabras hasta ese día. ¿Por miedo quizá? No lo sé. Darle mi corazón a alguien sabiendo que la vida puede arrebatártela... Es terrorífico.
Las horas van pasando y hago de nuevo algo que hace años no hacía: preparar las uvas para las doce, esa tontería me hace pensar en ella y en su despedida.
Me conecto en varias ocasiones sin saber si enviarle un mensaje o no, a estas horas su familia debería haber llegado, no quiero molestarla. La veo en línea y comienzo a escribir un mensaje que finalmente borro. Suspiro y aparto el teléfono. Hice demasiado eso en estos últimos días.
Mi cena consiste en pasta a los cuatro quesos de sobre, tarta de queso del supermercado y cervezas para aburrir. Sinceramente creo que es lo más digno que me he preparado por Nochevieja desde hace años. Todo es desde hace demasiado tiempo.
Me pregunto constantemente si habrá estado hablando con Carlos estos días, si tiene ganas de verlo o si su relación en algún momento va a ser oficial. ¿Su familia le habrá preguntado si tiene novio? ¿Ella habrá pensado en él? No podría aguantarlo, solo de pensarlo se me revuelven las tripas y me entran ganas de vomitar.
El tiempo pasa mientras dejo la tele por pura compañía, sin atender. Dan las doce y no aguanto más pasar otro año en la soledad de esta casa. Es curioso como adoro esta soledad, menos en estas fechas.
Voy al único lugar dónde sé que voy a sentirme yo de nuevo. La playa.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora