93. Noche 1: ruidos raros

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Llegamos a la una y media y aparcamos la caravana en una zona habilitada para ello. Somos los únicos en esta zona.
Héctor aprovecha y se mete en la ducha antes que yo, no sin antes tener una guerra épica de piedra papel o tijeras para ver quien se ducha antes. He perdido.
La verdad es que me pone nerviosa que esté tras esa pequeña puerta duchándose totalmente desnudo. Bueno, evidentemente con ropa no se va a duchar.
Aprovecho y salgo de la caravana para estirar un poco las piernas y ver los mensajes del móvil.
En esta zona también hace bastante frío, ya que es un sitio también de montaña, por lo que tengo que resguardarme bien en mi chaquetón.
Veo que Bea está en línea y aprovecho para llamarla.
—¡Abril! Te echaba de menos —su voz risueña hace que sonría.
—Te prometí que te llamaría —juego con el dobladillo de mi manga.
—Bueno, bueno... técnicamente son la una y media de la madrugada, por lo que has tardado un día. Mañana tendrás que arreglarlo con otra llamada —finge regañarme.
—Sí, mi señora, se lo prometo —la tranquilizo— Por cierto... no te dije que no estoy sola.
Ha sido tan repentino que no le he contado a nadie que Héctor me acompaña. Bueno a ver, a mis padres evidentemente no se lo iba a contar, porque quedaría de idiota integral y vendrían a fusilar a Héctor, pero al menos Bea debería saberlo, porque Carlos desde luego no es una opción. No lo entendería. Esto es puramente profesional.
—Claro, ¿no ibas con Héctor? ¿Carlos cómo se lo tomó? —me dice extrañada.
Vaya, acabo de quedar de tonta. Ella al final no sabe nada de nuestras peleas de estos meses, ella la última versión que tiene es que somos amigos, y eso significa que no tendría por qué haber un cambio de planes.
—Pues de ninguna forma. No se lo dije —admito.
—Abril... A ver, no te voy a regañar porque creo que habría actuado igual.
—Va a malinterpretarlo y no quiero cargarme esto.
—Lo sé Rubia, lo sé —me dice con cariño recordándome a Pili.
Apunto en mis recuerdos traer también un regalo para Pili.
Le pregunto por su familia y admite que de momento tampoco dijo nada y encima mintió diciendo que seguía con Luis, pero que este año no podía acompañarla.
—¿Y cómo estás? —me froto las manos para hacerlas entrar en calor.
—Bien, bien —dice escuetamente.
—Ahora la versión de verdad —le pido suavemente.
—Como una auténtica mierda. Le echo de menos —su voz se rompe.
Me paso los siguientes diez minutos tratando de tranquilizarla, sabiendo que las palabras no sanan a un corazón roto, pero aún así intentándolo porque la quiero muchísimo.
Finalmente se despide porque no quiere despertar a sus padres, no sin antes repetirnos varias veces que nos queremos. Es reconfortante tener una amiga como ella.
Pienso en Lisa dándome cuenta de que no hablamos desde que nos llamamos aquella vez, asumiendo que seguramente haya desaparecido definitivamente de mi vida. Lo peor es que no siento nostalgia. Despegarme de todo mi pasado es lo que me hace realmente volver a respirar, aunque ese pasado esté ahora mismo usurpando el baño y robando el agua caliente.
Respondo los mensajes de Carlos resumiéndole lo que hice hoy y mandándole algunas fotos que hice del parque, teniendo cuidado de no mandar ninguna de Héctor, porque reconozco que tengo algunas fotos suyas de cuando estaba distraído con la cámara.
La puerta de la caravana se abre y aparece Héctor con un pijama de invierno azul marino.
—Creía que te había raptado alguien con mal gusto —se burla.
—No tranquilo, estaba mandando a las palomas las directrices para esta noche. Si me escuchan gritar por tu culpa, piensan atacar esta caravana y reducirla a cenizas —me levanto y paso por su lado.
—Hombre, princesa... si gritas de placer... —me sonríe de medio lado.
—Como me toques te meto un puñetazo —le amenazo.
—Tranquila, ya me rogarás tú —me guiña un ojo provocándome.
Pongo los ojos en blanco y echo a Héctor a la parte del conductor que separa al resto de la caravana con una cortina, para así poder quitarme la ropa, ya que en el baño se cabe justo para ducharse y hacer pis.
De pronto caigo en la cuenta... hay que hacer un maldito planning de baño, me niego a hacer caca estando él dentro de la caravana.
Me meto en la ducha y disfruto momentáneamente del agua caliente, hasta que se gasta en menos de dos minutos. Estupendo, no puede tener la fiesta en paz, parece que quiere pelea.
Salgo tiritando de la ducha con la toalla liada. Para mi sorpresa Héctor está en la cama sonriéndome.
—¿Qué parte no has entendido de te esperas fuera? —digo enfadada.
—Tengo sueño —se gira hacia la pared para no verme.
—¿Te digo lo que me importa? ¡Fuera!
—No empecemos con esta pelea legendaria, que te he visto desnuda de todas las formas posibles. Además... estoy mirando a la pared.
—¿Sabes que has gastado el agua caliente? —digo enfadada.
—Sí —se encoge de hombros como si no le importase.
—Dios, me está poniendo una prueba —suspiro poniéndome la ropa.
—Yo te puedo "poner" a secas —se ríe.
—Sí me pones Héctor. De mal humor —bufo.
Con el pijama puesto me meto en el lado de la cama que da a la pared, con el corazón a mil por hora.
Me desagrada darme cuenta que la cama es más pequeña que una de matrimonio, haciendo que quedemos bastante pegados.
—En la pared, así no te da miedo eh —se burla de mi.
Nuestros rostros están enfrentados y su aliento mentolado choca contra mi mejilla, haciendo que me cueste no sonrojarme.
—No me da miedo —miento.
No tengo problemas para dormir, pero reconozco que estar en mitad de una explanada dónde no hay nadie, me da un poquito de respeto.
—Tranquila princesa, si tienes miedo te dejo abrazarte a mí —me sigue provocando.
Me doy la vuelta sonrojada y con el ceño fruncido.
—Me voy a dormir. Apaga la luz, capullo.
Me hace caso e intento concentrarme en dormir, pero me es casi imposible.
Escucho ruidos raros cada dos por tres, y se me empieza a meter en la cabeza historias de miedo. Nunca he sido una persona asustadiza, pero al no estar acostumbrada a todos estos ruidos nocturnos y tener la poca seguridad de un coche, me siento totalmente vulnerable.
Escucho el sonido de una rama crujir y me doy la vuelta asustada abrazándome a Héctor.
—Lo dicho. Estás cagada —me dice Héctor medio adormilado.
—¿Cómo puedes dormir con todos esos sonidos? —me quejo.
—Porque yo he estado durante horas contorsionándome para sacar buenas fotos y planos. Estoy molido —se queja también.
Me vuelvo a dar la vuelta para intentar dormirme, pero al cabo de una hora me rindo, por lo que me quedo mirando fijamente a la pared, esperando si así me entra algo de sueño o amanece antes.
—Pfff.... eres verdaderamente insoportable, princesa.
Los brazos de Héctor de pronto me rodean y pega mi espalda totalmente a su pecho.
—¿Qué haces? —digo totalmente avergonzada intentando alejarme.
—Intentar que ambos durmamos —me abraza con fuerza.
—¿Cómo sabías que estaba despierta? Estaba callada —me defiendo.
—Incluso tu silencio es molesto, Abril. Ahora, déjame dormir —dice apretándome más fuerte contra él.
Me quedo en silencio notando como su corazón late contra mi espalda y como me mecen sus brazos.
Poco a poco me voy quedando dormida. Se siente demasiado bien.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora