50. Negación

1.4K 110 0
                                    

Hace más de una hora que se ha ido Héctor, y ahora me encuentro frente a la puerta de Bea sin saber qué hacer. ¿Querrá estar sola o compañía?
No se me dan bien las relaciones de ningún tipo, me causa terror no ser capaz de estar al cien por cien por una persona.
Finalmente me decido y pego.
Llevo por si acaso un arsenal de patatas fritas y chuches, al igual que mi pijama de girasoles favorito, acompañado de unos calcetines gordos para quitar el frío.
Bea abre la puerta liada en una manta y con los ojos rojos, me mira con ceño fruncido durante unos segundos.
—Pensé que querrías compañía... ¡Si no quieres lo comprendo! Puedes quedarte las patatas —le sonrío.
A Bea se le ponen los ojos llorosos y me abraza con fuerza. Nos quedamos unos segundos abrazadas, hasta que habla con un susurro.
—Eres la mejor —dice intentando no llorar.
Entro en su habitación y me voy con ella a la cama.
—¿Cómo estás? —le acaricio el pelo con dulzura.
—Bien y mal —me intenta sonreír.
Mi mirada confundida hace que me explique ese concepto de estar bien y mal al mismo tiempo.
—Bien porque siento que me he quitado un peso de encima, no quiero una persona que me juzgue a mi lado, pero mal porque te juro que creía que iba a ser el puñetero amor de mi vida. Literalmente me imaginaba muriendo a su lado, así de patética soy —caen lágrimas por sus mejillas.
La abrazo con fuerza porque la comprendo tanto que me duele. Me imaginaba esa vida perfecta con Héctor, en la que ambos iríamos a la universidad, compartiríamos piso, acabaríamos la carrera y nuestra vida profesional despegaría, estando juntos en todo momento, haciéndonos mejores. Compartiendo toda una vida juntos.
Me sincero un poco por primera vez en años. Tengo miedo, pero aún así lo hago, porque es mi mejor amiga. Simplemente es Bea.
—Te comprendo. Yo me veía viviendo junto a Héctor, envejeciendo con él. Bienvenida al club de las estúpidas —me río.
—¿Tanto te importaba Héctor? —me pregunta con voz temblorosa.
Es comprensible la pregunta. Siempre tengo una muralla que aparentemente hace que Héctor no me importe, o que parezca que solo lo odio, pero la verdad es que para odiar a alguien antes tienes que haberlo amado, y yo creo que gasté todo el amor que tenía con él. Ya no me queda.
—Sí —y ahora, pero es algo que no estoy dispuesta a admitir.
—¿Y el dolor se pasa? —me pregunta desesperada.
—Sí —miento.
Ella es más fuerte de lo que yo nunca seré. Podrá con ello, a ella nunca se le acabará el amor. Bea es puro fuego mientras yo soy pura ceniza.
—Te prometo que va a pasar pronto —la consuelo.
—No ha vuelto a llamarme.
—Quizá necesite tiempo...
—Sé que básicamente corté nuestra relación, o eso creo, pero...que no, que me da exactamente igual. Solo es un tío. ¿Quieres ver una peli? —se levanta buscando su portátil.
De nuevo la primera fase. Negación.
Bea está de los nervios, aunque no voy a decírselo, pero me está rompiendo el alma verla tan distinta de como suele ser. Con los ojos llorosos y desubicada.
—Bea un segundo. Ahora vuelvo, se me ha olvidado una cosilla.
Apenas me escucha. Salgo de su habitación y rápidamente pego en la puerta de Héctor.
La puerta se abre y Héctor alza las cejas sorprendido.
—¿Vienes a terminar lo que has empezado?
—Por supuesto —miento.
Doy un breve repaso a su torso desnudo y lo odio un poquito más. ¿No existen camisetas en su mundo? ¡LA GENTE MALA NO DEBERÍA ESTAR BUENA!
Lo empujo hacia su habitación y me deja guiarle hasta su cama. Pone una sonrisa juguetona creyendo que voy en serio y pongo los ojos en blanco.
—Solo quiero que te sientes y me escuches. Cerdo —añado antes de que se siente.
—¿Te recuerdo que te has restregado contra mi po... —le corto antes de que acabe.
—Escúchame. Bea está en mega fase de negación. ¿Le damos la sorpresa? Creo que le vendrá bien pensar en algo distinto y ver que hay gente que apuesta por ella.
Cuando escucha hablar de Bea se le quita la risa juguetona y se pone serio.
—Me parece bien —dice buscando una camiseta.
—¿Luis te dijo algo?
—Se ha cerrado en banda —suspira.
—¿Por qué los hombres tenéis que ser tan complicados? —digo frustrada.
—Porque todos somos unas nenazas con miedo a que nos destrocen nuestro pequeño corazón —se burla, pero me parece ver cierta verdad en sus palabras, aunque lo ignoro. Se trata de Héctor, él no tiene corazón.
Vamos a mi habitación y Héctor carga la caja que tapamos con una manta para que no se vea lo que es. Por un segundo miro a mi puerta recordando lo que ha pasado tan solo hora y media antes. Héctor parece hacer lo mismo y sonríe de forma provocadora antes de que lo empuje para sacarlo.
Cuando vuelvo a pegar en la habitación de Bea, se sorprende al ver a Héctor detrás mía.
Nos deja pasar con el ceño fruncido y mira la caja sin entender nada.
—Bueno —empiezo—, esto la idea era dártelo de forma más bonita, o al menos mínimamente currada, pero creo que es el momento —le indico a Héctor que deje la caja en el suelo, aún tapada con la manta.
—No entiendo nada —dice Bea perpleja.
—Pues levanta la manta, pelirroja —le guiña el ojo Héctor.
Bea se sienta en el suelo y con las manos temblorosas destapa la caja. Cuando ve lo que hay detrás sus ojos se abren como platos y nos mira asombrada.
—Esto es porque creemos en ti. Yo... te he creado una web y redes sociales. Podrías subir ahí todos tus diseños y yo podría llevarte el marketing y las redes —digo sonrojada.
—Yo me ofrezco a hacerte todo el feed y las fotos de todos los modelitos —se ríe Héctor.
Bea vuelve a mirar la caja sorprendida.
—De momentos tus redes se llaman "Los diseños de B", pero por supuesto cambiamos todo lo que quieras —vuelvo a hablar.
En el momento que Bea rompe a llorar doy un paso atrás asustada creyendo que hice algo mal.
Héctor me coge por los hombros y me susurra al oído.
—No te preocupes, es de felicidad —me tranquiliza.
Cuando Bea se levanta a abrazarnos, reconozco que se me saltan las lágrimas. Hacía mucho que no sentía que hacía algo bonito por alguien.
—Os quiero. Os quiero muchísimo, os prometo que voy a convertirme en una de las mejores diseñadoras que existan, y que eso va a ser gracias a vosotros. ¡Y ME ENCANTA EL NOMBRE! —nos abraza fuerte.
La cara de Héctor y mía quedan muy cerca por el abrazo y nos miramos unos segundos antes de sonreírnos. Pegamos nuestras frentes y asentimos en silencio.
Hemos conseguido reavivar esa llama llamada "Bea".

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora