76. ¡YO TAMBIÉN ME ESTOY CAGANDO!

1.1K 102 6
                                    

Bea empieza a llorar al verme a mi llorar y acabamos hechas un mar de lágrimas las dos. Estamos dando el cante a unos niveles inimaginables.
—¿Sabes qué? Dos cosas —me levanto eufórica mientras las desconocidas que se lavan las manos nos miran de reojo—. La primera es que te repito que Luis y tú tenéis una conversación pendiente seria. La segunda... ¡HEMOS VENIDO A PONERNOS PEDO NO A LLORAR POR UNOS SIMPLES TÍOS! ¿Nos ponemos hasta el culo —le ofrezco la mano que me mira con una pequeña sonrisa.
—¡NOS PONEMOS HASTA EL CULO! —chilla cogiéndome la mano y levantándose.
—Tías... No nos conocemos, pero os apoyo —nos sonríe una de las desconocidas.
—Los hombres son unos capullos —le digo de forma amistosa.
—Y por eso me hice lesbiana —bromea.
Salimos todas del baño con un objetivo común. Ponernos hasta el culo.
Volvemos a la pista de la mano riendo y Carlos se acerca a nosotras.
—Chicas, me vuelvo a casa —intenta sonreírnos, pero sigue igual de incómodo que hace una hora.
—¿Ya? —le pregunto con el ceño fruncido.
Bea se disculpa y se escabulle para dejarnos a solas.
—Eh... Estoy cansado —se mete las manos en los bolsillos.
—¿Pasa algo? Por favor dímelo —agarro su mano.
—Es solo que... ¿podemos hablar mañana? Estoy demasiado bebido y... creo que voy a exagerar —intenta tranquilizarme.
—Pero... ¿estamos bien? —pregunto preocupada.
—Esa es mi misma pregunta —ríe nervioso.
—Sí.. ¿no? —pregunto con una pizca de angustia.
—Genial —sonríe aliviado—. Entonces estamos bien —me abraza.
—¿Seguro que no te quieres quedar? —lo abrazo más fuerte.
—Creo que Bea te necesita, y yo necesito al amor de mi vida: la cama. Buenas noches Mayo —besa delicadamente mi mejilla.
—¡Eh! —lo atraigo hacia mí y lo beso en los labios—. Buenas noches Charlie —le doy un beso final en la mejilla.
Me sonríe con dulzura y acaricia mi mejilla levemente antes de marcharse.
—Sois tan adorables que quiero vomitar todo el alcohol de mi cuerpo para volver a emborracharme —me dice Bea pícara.
Le pongo los ojos en blanco y la arrastro hacia la pista y nos ponemos a saltar como locas.
Nos proponemos el resto de la noche olvidar a los chicos y centrarnos en bailar y beber únicamente.
Son las cinco de la mañana cuando Gonzalo nos arrastra hacia un taxi con las dos peores versiones de Bea y yo.
—Vale señoritas, creo que literalmente le habéis hecho el mes al bar —se ríe abrochándonos los cinturones.
Gonzalo se ha portado super bien. Nos acompaña a casa para que no nos pase nada por el camino en vez de seguir de fiesta.
—Me hago pis. —se ríe Bea.
—Yo popo. —me río como una niña pequeña.
—¡TÍA YO TAMBIÉN ME ESTOY CAGANDO! —su felicidad invade el coche.
—¿Sabéis? En mi mundo erais lindas princesas que no cagaban. Acabáis de joderme la noche —bromea Gonzalo.
—Pues yo cago mojones como brazos de grande —añade Bea.
—Yo a veces pienso hasta empadronarlos —susurro con cara cómplice.
—Vale. Vamos a cambiar de tema porque habéis pasado de hacer gracia a dar asco —nos hace un gesto como si fuese a vomitar.
El taxista intenta reprimir la risa, pero acaba explotando. Nos pide disculpas cientos de veces.
—Tranquilo. No tienes la culpa de que nos estemos cagando —lo tranquiliza Bea.
De nuevo nos da a todos un ataque de risa monumental.
Llegamos a nuestro edificio y nos quitamos los tacones, ya que la probabilidad de caernos en redondo es del cien por cien.
Gonzalo se despide de nosotras en la primera planta y nos desea suerte. No sé quién tiene más sueño, si él o nosotras.
Cuando llegamos a la planta de vea me sujeta el brazo.
—Tiaaaaa tengo planazo —me susurra—. ¿Cagamos y dormimos juntas en tu cuarto? —se ríe por lo bajo.
—Lo abalo —respondo entre risas.
Nos metemos en los baños comunes de la primera planta y entramos cada una a un baño.
—Bea... ¿sabes que te quiero? —me sincero mientras echo papel para que no suene la caca.
—Tia yo a ti también. Un montón. Eres mi mejor amiga —me responde su voz ebria.
—¡TÚ TAMBIÉN ERES LA MÍA! —doy un golpe a la pared eufórica— La confianza da asco —me río.
—Y huele a caca.
Se hace un breve silencio y acto seguido nos partimos de risa.
Es un momento precioso a la par de asqueroso.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora