109. Por amor todos hacemos tonterías

1.1K 89 10
                                    

—¡NO ME LO PUEDO CREER!
Chillo de felicidad y salto sobre mi cama victoriosa. Bea lo ha conseguido.
—¡ESTOY NERVIOSA! ¡VOY A LIARLA!
—A ver... tranquilízate. Hemos estado mil quinientas veces, te conoces la carta y conocemos al camarero taciturno sexy y al monísimo... ¿que puede salir mal? —la tranquilizo.
—Eh... ¿todo? ¡No se lo dije ni a mis padres aún! —suena derrotada.
—Bueno...eso podría esperar.
—Tendría que volverme antes. ¿Qué excusa uso para volverme antes de reyes? —suspira.
—¿Qué eres una alumna aplicada y tienes que terminar un trabajo super mega importante?
—Me llevas por el mal camino —se ríe.
—Sí... últimamente me pasa mucho —me río recordando a Héctor.
Estoy demasiado feliz por ella. La han contratado en nuestra cafetería favorita, dónde los famosos smoothies nos unieron. De momento, media jornada que podría ser ampliable.
Mi madre se asoma varias veces a cotillear. Lo entiendo, estoy dando unos gritos bastante importantes.
Cuando colgamos el móvil mi madre se decide por fin a entrar, dispuesta a un buen cotilleo.
—¿Era Héctor? —finge doblar la ropa ya doblada de mi habitación.
—Oh, vamos, mamá. Mi vida no gira en torno a mi ex —pongo los ojos en blanco.
—No dije eso —me sonríe.
—Hace dos días que llegué y hace dos días que no paras de preguntarme de forma no muy sutil —me burlo.
—Soy sutil —finge indignación.
—¿Vas a dejar de doblar esa camiseta? Es la tercera vez en lo que va de mañana —me río.
Por fin suelta la camiseta y se tumba a mi lado intentando aguantar las ganas de preguntar.
Hace dos días que Héctor y yo nos despedimos sin volver a hablar desde entonces. Frecuento el móvil más de lo habitual, mirando constantemente como aparece "en línea" sin ser capaz de hablarle, aunque supongo que tampoco tengo mucho que decir. Juraría que una vez lo pillé escribiéndome, pero ya no sé si es verdad o que la imaginación me jugó una mala pasada.
Tengo mensajes de Carlos sin leer desde ayer. La excusa oficial es que tengo tan poco tiempo que no puedo apenas coger el móvil, y mucho menos una llamada. La verdad es que me siento como una mierda, aunque sepa que no somos nada. Dudo que me perdonase haberme acostado con Héctor. Justo él no.
Vuelvo a escribirle algo para no hacerlo sentir mal.

Yo:
¡Ey! Espero que esta Nochevieja lo pases bien. Yo probablemente seguiré editando hasta la ceja jajajajaja ¡Este proyecto es peor que tener un hijo!

Acompaño el mensaje con una foto enseñando el dedo índice y anular con una sonrisa y me desconecto antes de que me pueda contestar.
—¿La foto es para Héctor? —sonríe con malicia.
—¡Que nada es para Héctor! Mujer... No recuerdo que antes te cayese tan sumamente bien —pongo los ojos en blanco.
—Siempre nos ha caído genial ese chico, no inventes —se burla de mí—. ¿Vas a contarme entonces por qué tanta felicidad?
Le cuento todo acerca de  Bea, desde que se convirtió en mi mejor amiga a todo el apoyo que ha supuesto para mí. Mi madre me escucha atentamente con una extraña sonrisa en el rostro, de esas que te hacen sentir una calidez especial.
—Dile que venga en vacaciones este verano. Quiero conocerla.
—Creo que os vais a encantar —le sonrío imaginando a Bea y mi madre cotillear por las esquinas.
Me tumbo a su lado en la cama y ambas nos quedamos mirando al techo.
—Estoy feliz por ti... Hace mucho que no me contabas nada sobre amigos, ni tan quiera Lisa. ¿Qué os pasó?
—No lo sé... creo que me alejé yo sin darme cuenta.
Y es cierto. Le estuve echando la culpa sobre las pocas llamadas o falta de interés por mi vida, pero he de reconocer, que desde que me mudé, nunca la llamé yo. Asumo que ella estaría cansada de mi falta de interés y que cuando Héctor me dejó solo focalicé la ruptura dejando de lado a mis amigos. He estado echándole las culpas de algo que solo la tuve yo.
Mi madre acaricia mi brazo y nos sumimos en un silencio tan cómodo que cierro los ojos para descansar un poco.
Desde que llegué no he parado con el trabajo. Todavía estoy con los primeros vídeos y apenas he podido mirar las fotos. Los primeros fueron los más confusos, ya que la idea no era tan clara. Más adelante fuimos mucho más cuidadosos y tuvimos más claro qué queríamos rodar, por lo que seguramente no tendré que dedicarle tanto tiempo a desechar cosas. A causa de esto, de momento paso con mis padres poco tiempo, por ello quiero tenerlo terminado cuánto antes, para aprovechar con ellos estas vacaciones.
Me quedo adormilada junto a mi madre y noto como mi padre nos echa una manta por encima. Estoy tan cansada que no puedo darle ni las gracias. Ya no es solo el concurso, sino que llevo diez días conviviendo con la persona de la cual estoy enamorada, teniendo sexo sin saber a qué nos lleva y ser capaz de asumir mis sentimientos contradictorios. Quererle y en parte seguir odiándole. Estoy agotada, sobre todo mentalmente y siento que todavía no me he enfrentado bien a todo esto, me refugio en mantenerme ocupada para no explotar.
A la hora, me despierto sobresaltada y mi madre ya no está en la cama. El olor a comida casera me hace sonreír. Esta noche viene toda la familia para celebrar noche vieja, por lo que mi madre estará preparando un festín mientras mi padre se encarga de los canapés y las cosas que no puedan quemar la cocina. Me apena ser tan mala cocinando como él. Tengo ganas de ver a mi familia, en especial a mi abuela.
El tiempo de hoy se va agotando, por lo que a mi madre no le extraña que coma en mi habitación mientras adelanto todo lo posible. Quiero tener gran parte adelantada antes de que lleguen.
Cada vez que mi móvil vibra lo cojo con nervios en el estómago, a la espera de que sea Héctor diciéndome cualquier cosa, como una adolescente enamorada, aunque en parte patéticamente es lo que soy.
Pongo el móvil en silencio para concentrarme. Consigo recortar y clasificar los primeros vídeos. Cuando llego al apartado de fotos me quedo boquiabierta. Hay un gran apartado de fotos solamente mías que no tenía ni idea. Más preguntas y sigo sin respuestas. No sé si esto ha sido solo un pequeño juego o siente algo por mí. El último día juraría que parecíamos una pareja.
Mi móvil vibra con una llamada y lo cojo distraída.
—¿Dígame?
—El amor de tu vida al habla.
La voz de Héctor me deja congelada y aparto el portátil de un manotazo.
Su risa resuena al otro lado.
—Princesa, es broma... Quería saber como lo llevas —su voz suena algo extraña, menos seguro de sí mismo.
—Ah eso... Pues bien, bien. Me he dado cuenta que estás algo obsesionado conmigo, pero bien —sonrío tumbándome en la cama.
—¿Obsesionado?
—Creo que hay más de cien fotos mías en tu cámara —río.
—Aggg, mierda... —dice para sí mismo— Bueno, creo que tú eres capaz de hacerte cien selfies para escoger el ideal, así que lo mío no es tan grave —trata de restarle importancia.
—Tranquilo, tengo una cantidad de fotos tuyas también preocupante —me sincero.
El hablar tras la línea me da algo de seguridad. Al fin y al cabo, siempre puedo volverme en autobús y evitar la vuelta con él.
—Perfecto... Ambos estamos obsesionados con el otro —se ríe también.
Nos quedamos en silencio, sin saber muy bien qué decir. Me da la sensación de que hemos dicho demasiado.
—Entonces... ¿bien el trabajo?
—Sí perfecto, cuando lo termine te pasaré el vídeo final por si ves necesario mejorarlo —me muerdo el labio nerviosa.
—Vale. Bueno... Feliz Nochevieja, Abril, espero que lo pases genial —me da la sensación de que no quiere cortar la llamada, aunque el reconocer mis recientes sentimientos puede hacer que lo malinterprete todo.
—Pásalo también bien... Y ya sabes...
—¿Ya sé? ¿El qué? —suena extrañado.
No sé qué quería decir. Era lo primero que me vino a la cabeza para tratar de alargar esta llamada inesperada.
—¿No te atragantes con las uvas? —me río.
—Eso es lo que a ti te gustaría —su risa resuena al otro lado haciéndome sonreír—. Adiós, Abril —parece más animado.
—Adiós amor de mi vida —cuelgo el teléfono antes de escuchar su reacción.
Para ser justos, él empezó la broma, yo solo la he continuado, aunque sea verdad, cosa que me aterra demasiado y hace que me duela la barriga.
Me pongo  almohada en la cara y chillo avergonzada. Siempre tengo la baza de la "broma". Madre mía... Tengo que seguir trabajando antes de que comience a perder la cabeza.
Vuelvo a coger el portátil, rememorando todo el el viaje en fotos. Sonrío acariciándome la zona cercana al tatuaje que se está curando.
Ha sido una gran idea hacerlo. Creo que pase lo que pase este viaje siempre significará algo para mí.
Subo mis pantalones de chandal y miro como va. Debería lavarlo y echarle crema.
—Cariño, ¿quieres...? —mi padre entreabre la puerta y se queda petrificado viendo el tatuaje.
Se me olvidó contarles este pequeño detalle.
—¡Carmen! ¡CARMEN! —grita espantado.
Mi madre viene corriendo y ve la misma imagen que mi padre.
—Ah, y me hice un tatuaje —sonrío intentando ocultar mi espanto.
—La niña... Oh Dios mío... —mi padre sujeta su cabeza sin poder creerlo.
—Cariño... ¿no estás exagerando un poquito? —mi madre le frota la espalda.
¿Solo un poquito? Parece que está a punto de vomitar.
—Me rindo. Nunca entenderé a la juventud. Mi hija como una delincuente —se gira fon dramatismo y se va.
Mi madre se queda en el marco de la puerta suspirando tratando de ocultar su risa.
—Este hombre... ¿por qué me casé con él?
—¿Porque le quieres? —no puedo aguantar la risa.
—Sí... por amor todos hacemos tonterías.
Sonríe mirando el tatuaje y sale de mi habitación.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora