No me sueltes

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Después de un rato y tras varios chequeos médicos y varias declaraciones frente a cuerpos de policía y bomberos, dejaron todo aquello en un simple susto no sin antes insistir a Lexa en que me vigilara y hablara con mi madre para buscar una solución que evitara la existencia de una mínima posibilidad más de que volviera a pasar.

-Bueno qué pequeña ¿querías ver Frozen verdad?- preguntó Lexa mientras ambas caminábamos hacia su moto.

-Lexa, era una excusa para estar contigo, me da igual lo que hagamos solo...solo no me dejes, al menos no hoy-.

-No lo haré, anda sube- me dio el casco y me lo puse, después de ella subí a la moto de paquete agarrando su cintura con fuerza y apoyando la cabeza sobre su espalda. Minutos después habíamos llegado a su casa y ambas bajamos de la moto. Después entramos.

-Ponte cómoda- dijo Lexa cerrando la puerta.

-Estoy bien así-.

-Te puedo dejar un pijama si quieres-.

-Vale, gracias y Lexa ¿puedo...puedo preguntarte...una...una cosa? bueno más de una-.

-Clarke ¿cómo me puedes estar pidiendo permiso? pregunta lo que quieras- no me miraba porque andaba de arriba para abajo haciendo y guardando cosas.

-Esto...- la seguí.

-Clarke, no muerdo, besar beso bastante bien ya lo has visto, pero morder creo que aún no- rió.

-Lexa tú y yo...nosotras...que...¿qué somos?- pregunté nerviosa.

Lexa dejó todo lo que estaba haciendo para caminar hacia mi quedando entonces mis labios a centímetros de lo suyos y provocando que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, un escalofrío que desapareció cuando sus labios se posaron sobre los míos con suavidad, el corazón me martilleaba en el pecho, y casi podía notar el de Lexa contra mis dedos mientras me aferraba a su camiseta queriendo no soltarla en horas. Se separó despacio y mientras ella me miraba con una sonrisa, yo estaba tan avergonzada que no podía levantar la cabeza e incluso sentía que iba a ponerme a llorar, pero a la vez estaba feliz, feliz por que aquello hubiera ocurrido.

-¿Responde esto a tu pregunta?- preguntó ella con una leve sonrisa levantándome la cabeza.

-¿Si me pongo a llorar pasa algo?- sonreí emocionada.

-¿Qué? ¿Por qué ibas a ponerte a llorar? ¿Va todo bien Clarke? ¿He hecho algo? ¿Alguien te ha hec...?- no la deje terminar.

-Lexa, llorar de felicidad, llorar de la felicidad que solo tú eres capaz de darme- dije esbozando una pequeña sonrisa.

-Mi pequeña- me dio un corto beso.

-¿Te había dicho alguna vez cuanto me gusta que me llames así?- sonreí.

No podía dejar de sonreír teniéndola a mi lado, Lexa era realmente todo lo que siempre había necesitado, pero yo nunca supe verlo, nunca tuve la ocasión de hacerlo hasta que un día, el universo me vio tan mal que decidió de una vez por todas, mostrarme aquello que acabaría convirtiéndose en mi salvación, decidió mostrármela a ella, a Lexa.

-No hace falta que lo hagas- sonrió.

Amaba esa sonrisa.

-Querías preguntarme algo más ¿no?-.

-Oh em...sí, ahora que...bueno ahora que...lo de...cuando Raven ha...y tú has...lo de esta noche...y tu cama...y...-.

-Hey, no iba enserio, no voy a obligarte a hacer nada para lo que no estes preparada ¿vale? tranquila- me interrumpió.

-Pero...pero tú...tú tienes...bueno tienes...y...y igual...yo...puedes...em...si no tenemos...te...te vas a...cansar...y...- bajé la cabeza.

-No, Clarke no me voy a cansar de ti, no me importa el sexo, no me importa nada más que estar contigo ¿me oyes? no voy a dejarte- dijo mientras acariciaba mi rostro.

-Promételo-.

-¿El qué?-.

-Eso, que no vas a dejarme, prométeme que no vas a irte, no...no quiero estar sola...no quiero estar sin ti yo...no, no, no podría sin ti, porfavor, porfavor quédate- dije notando mi voz quebrarse.

-Shhhh, Clarke calma, cálmate, ¿estoy aquí ahora verdad? contigo, pues ya está- me rodeó con sus brazos.

-No me sueltes- supliqué.

-No voy a hacerlo- y me apretó más contra ella.

Siempre sabia cómo hacerlo, siempre sabía como calmarme, yo era una persona no dejaba de pensar, no dejaba de rayarme por cualquier tontería, cada pequeña cosa la pensaba y la repensaba mil y una veces más hasta que podía conmigo, me hacía daño a mi misma pero no podía evitar ser así, lo que había vivido no me había hecho más fuerte, me había hecho más débil y ahora todo me suponía un problema, pero ahí estaba ella, para hacer de esos problemas algo así como un juego, todo lo malo a su lado acababa haciéndose diminuto, los problemas dejaban de serlo, todo lo bueno ocupaba su lugar.

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