INTRODUCCIÓN

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Akela Clark y Park Fawcett, chiflados prisioneros de Alcatraz, eran solo peones más de un juego que se disputaba en aquella prisión

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Akela Clark y Park Fawcett, chiflados prisioneros de Alcatraz, eran solo peones más de un juego que se disputaba en aquella prisión.

Durante la mitad del siglo XX, existió una cárcel. Una que era infranqueable, de la cual nunca nadie podría escapar con vida.

Al menos eso decían.

Nadie sabe tanto como los presos. Nadie sabe la verdad que tienen las paredes. Nadie sabe el secreto mayor guardado de todo el país; porque a vista de todos, la cárcel, aun cuando terminó cerrando, cumplió con su objetivo: no dejar que nadie saliera de su interior.

De algo estoy segura, de Alcatraz nunca hubo una manera de salir, nunca hubo una verdadera manera de escapar. Encerró a los hombres más peligrosos y, aunque algunos intentaron salir, ninguno lo logró.

Los más astutos lo intentaron, los más tontos se conformaron en su interior.

Park Fawcett, pertenecía al segundo grupo: al de los tontos, al de los que habían perdido las ganas de intentar salir; se había adaptado, había decidido que no iba a intentarlo, porque... ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué intentar algo que simplemente no se podía lograr ni por todos los intentos del mundo?

Sin embargo, escapar es el sueño de todos, conseguir su libertad a como dé lugar. Todos lo saben, tienen que adaptarse, evitar problemas, comer sin rechistar lo que sea que hubiera de comida, trabajar en donde sea que le asignasen.

Aunque a veces los presos ganaban en inteligencia, a veces había una verdadera oportunidad de escape.

Si estabas solo, era difícil; si tenías gente, podría ser todavía peor; un grupo chico era lo mejor; un dúo no estaba mal.

Morgan Clark fue el hombre más cercano, fue el quien se escondió bajó las piedras, quien se escurrió de los guardias, quien logró llegar al mar.

¿Qué lo motivaba?

Lo motivaba alguien del otro lado de la costa.

Pero Clark había muerto. Y quien estaba del otro lado de la bahía estaba condenada a repetir su mismo destino.

No todo fue tal y como se había planeado, de eso estoy segura, el amor no es parte de los planes de una loca.

Pero la locura y el amor van de la mano. Lo imposible puede ser posible con una buena combinación, y ¿quién sabe? es 1952, hay una eternidad para intentarlo.

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Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora