3 MAYO, 1953

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Park Fawcett

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Park Fawcett

Me sentía como un filósofo griego de los que me hablaba Akela, porque de un momento a otro, en el hoyo, sentía que tenía las claves a todos los grandes misterios de la humanidad, y es que tal vez solo fuera el hambre, pero mi mente divagaba de un lado a otro y creaba teorías y posibilidades a todo lo que podía.

Hasta que Sonia entró en la celda.

Fue algo repentino, llegó literalmente de la nada, se me quedo viendo unos instantes cuando la gran puerta de metal, hormigón y cemento se abrió. Entró como enviada del diablo, con rapidez, y el porte de una niña rica.

En ese momento yo estaba sentado con las piernas cruzadas, estaba casi pegado a los barrotes, porque de vez en cuando, cuando hacia lo que Akela me había ordenado hacer.

Sonia miró a uno de los guardias con recelo, unos segundos después, pude verlos desaparecer por el pasillo, largo y extenso, la niña dirigió su vista con la mía, me vio unos segundos y luego estiró los labios con algo de repulsión.

—Caramba —dijo acercándose —Me imagino que tú eres Park, y me imagino que llevas aquí bastante tiempo.

Fruncí el ceño, Sonia volteo hacia los lados, observo el pasillo, y cuando vi algo, achino los ojos y con los dedos de la palma estirados, se los paso por el cuello, como una advertencia a alguien, una de muerte.

Luego se acercó a la celda y su silueta se comenzó a oscurecer hasta ser una simple sobra.

—Y tú eres Sonia —concluí yo, cruce los brazos y ladee la cabeza, analizándola como lo hacía Akela.

—Eres listo —se burló —Sonia Maxguelle, vengo porque lo que hicieron no bastó —se cruzó de brazos y escuche el sonido de la tela de su gabardina arrugarse y contraerse.

—¿A qué te refieres?

—Matar a Lexton no bastó, no es tan horrible como debe de ser —inició la niña —Sin embargo ya tengo un plan, lo discutí con Akela. Llegue a una conclusión, matar a un simple preso no es suficiente, pero ¿Que tal matar a un miembro de la familia del director de la prisión?

Conforme iba hablando, yo me daba cuenta de que se iba distorsionando y perdiendo todo sentido, no tenía sentido alguno lo que decía, solo eran palabras que al hilarlas formaban una posibilidad imposible.

—Pero matar es algo, ya sabes, exagerado y dramático en exceso, pienso que bastaría con una herida profunda, algo que haga a papá enfurecer.

Con el ceño todavía fruncido, mi mente comenzó a intentar entender que quería decir la niña, pensé en cuál era la razón por la que quería que nosotros escapáramos, quise saber sus motivaciones, porque aunque confiaba ciegamente en el juicio de Akela, no estaba seguro de si esa niña solo nos quería poner una trampa, tal vez Akela se había equivocado y esa niña en realidad solo quería castigarnos por intentar huir.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora