21 MAYO, 1934

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El mundo a veces no maquina exactamente como a uno le gustaría, tal vez el mundo que alguien detesta es el sueño idóneo de otro alguien

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El mundo a veces no maquina exactamente como a uno le gustaría, tal vez el mundo que alguien detesta es el sueño idóneo de otro alguien.

El mundo de Park no era justo lo que quería; no se quejaba, en realidad le gustaba imaginar que su situación algún día mejoraría y que por una bendita vez, tomaría las decisiones correctas.

El profesor Tonny literalmente lo había sacado de su clase solo porque según sus palabras, enseñarle a Park a sumar era como intentar enseñarle a un elefante a bailar ballet.

—¿Qué parte no entiendes? —había gruñido su profesor, Park solo había bajado la mirada, el pequeño no tenía más de siete años, tardaría años en poder reírse de sus anécdotas escolares.

—El porqué. —Se había quejado el niño, quien miraba al profesor, tragándose las ganas de llorar —¿Por qué da dos? ¿Por qué no cuatro?

Respuesta: un fuerte golpe con la enorme regla de madera (en realidad no era tan grande, Park la recuerda de manera exagerada.)

Regresó a casa con las manos adoloridas de un manotazo de la maestra de ciencias y el hombro medio chueco del reglazo.

Su padre no era una persona muy paciente, pero su madre no regresaba hasta el día siguiente, tuvo que pedirle a él que le firmara el reporte que le habían dado.

Repuesta: un regaño de hora y media sobre "echarle ganas" y luego sobre "lo inútil que era en comparación con Catherine".

Park hizo oídos sordos, fingía no ver escondida entre las paredes a Catherine, quien observaba con desdén y reproche a su padre, con hartazgo, con pesadez, como si solo estuviera aguantando las ganas de intervenir en el discurso motivacional del hombre.

Años después su padre terminaría encontrando un trabajo en Estados Unidos, él tendría doce años, para ese momento, seguía sin leer, seguía sin escribir, pero con sus nulos conocimientos y su poco dinero, decidiría abandonar la escuela.

¿Qué más daba?

Nunca aprendería. Se había resignado a eso hace años y había dejado de intentar, ya ni siquiera le interesaba y aunque una parte de él se decía que luchara por intentarlo, la otra sabía que no lo lograría. Esa parte ganaba.

En realidad Park pequeño sufrió bastante por ello, Park pequeño pasaba horas intentando que las letras encajaran, que los números encajaran, pero siempre parecía que había algo más que hacer, un pajarito al que perseguir, un juguete esperando a ser usado.

Luego entraba Cat a decirle que por lo menos lo intentara y Park solo sentía que de nuevo la frustración lo inundaba.

Años después sería el quien aconsejara a Cat, quien le pidiera que le echara ganas, pero a los seis años lo único que le importaba a Park era completar un ejercicio que nunca era llenado.

Pocos minutos después llegó un extraño que comenzó a golpear con piedritas su ventana, Park se levantó de la cama y se acercó hasta su ventana.

Era invierno, en Canadá solía ponerse muy tétrico el invierno, la nieve cubría en grandes montículos el pavimento, el gélido aire empañaba los vidrios y aun así, Park pudo vislumbrar a un chico.

Moreno, alto, con un cabello envidiable, la nieve le llegaba casi hasta la rodilla. Park no lo conocía, por lo que regresó a su lugar sin abrir la ventana.

Pero los golpes se repitieron una y otra vez hasta que Cat entró al cuarto.

Park seguía sin hacer nada, ni la tarea, ni ahuyentar al chico, pero Cat entró vestida como si estuviera lista para ir al carnaval.

—Sí papá pregunta por mi: no me has visto.

—¿Quién es él? —pregunto con indiscreción al verla abrir la ventana lista para irse.

—Un amigo, se llama Matthew, luego te lo presento.

Y aunque Park quiso contestar, aunque sea para decirle adiós, Catherine ya estaba deslizándose por la tubería para llegar al patio.

Park dudo un poco, pero descubrió que su tarea de escribir un texto con el verbo ser o estar no era tan importante, por lo que se levantó de escritorio lleno de bolitas de papel y se acercó hasta la ventana, solo para ver a Catherine tomar la mano del chico, luego, le dio un beso pasional y comenzaron a caminar en la dirección opuesta.

Park tardaría años en entender que ese mismo día debió decirle a su padre, que él habría vigilado a Catherine, que podría haber evitado que todo pasara, en pocas palabras: si ese día lo hubiera dicho, se hubiese ahorrado grandes dolores de cabeza.

Pero decidió no decirle nada. A ojos de su padre, Cat era su orgullo, su princesa, era todo lo que Park jamás sería. No iba a arruinarle eso a su padre, no iba a meterla en problemas que solo los afectarían a todos.

No supo lo mucho que le afectaría haberlo callado. 

--«—No te observo —dije sin pensar mucho —Te analizo, es diferente

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«—No te observo —dije sin pensar mucho —Te analizo, es diferente.

—¿En qué sentido? —susurró Park»


Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora