26 DICIEMBRE, 1952

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Akela Clark

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Akela Clark

Llegó la noche, y al día siguiente ya se había perdido un poco el espíritu de la navidad, se había hecho la rutina del día anterior, y todo pareció un mero dejá-vú; comimos el mismo estofado, el cual, fue muy bien recibido. Me senté con Park, quien cada que lo volteaba a ver se pintaba de rosa, eso me hacía sonreír, y eso lo hacía pasar a un rojo intenso y bastante gracioso.

Ambos sabíamos que es lo que había pasado: nos habíamos besado, eso no estaba en mis planes, incluso me arrepentí de haber gastado mi tiempo separándome de él para evitarlo, porque al final del día, él fue el que me buscó y el que me dijo que yo fuera a la biblioteca. Y aunque la verdad es que sí me lo esperaba, había sido un poco predecible, y aun así fue hermoso.

Me quedó la sensación de cosquilleo en los labios durante todo el día, nos habíamos tenido que salir de la biblioteca a los minutos, lo había agradecido, porque no sabía, o más bien, sí que sabía, que era lo que podía haber pasado entre nosotros si nos hubiésemos podido quedar ahí más tiempo.

Regresamos y entendí la complicidad de Carl en el asunto, es decir, su mirada de tía chismosa lo delataba. Nos sentamos, seguimos platicando y estábamos tomados de la mano. No me había dado cuenta de ese detalle, hasta que me él se dio cuenta y se pintó de rosa, como solía sucederle.

Su mano era cálida, era suave, parecía mantequilla derritiéndose bajo mi mano, y eso era tan bonito, porque, nuestras manos escondías entre nuestros cuerpos, era la mayor conexión que podíamos tener.

Pero, como les digo, el veinticinco de diciembre inicio idéntico al veinticuatro, pero no se desarrolló igual, esta vez, Park se me quedó viendo unos instantes, y me agarró de la mano para dirigirme al escalón de hasta arriba.

—Muy bien —dijo sonriendo —te lo quería dar ayer pero le tuve que agregar algo —arqueé la ceja.

Park se levantó a los segundos, bajó los escalones y se dirigió a con sus amigos, eso inconscientemente me hizo cruzarme de brazos, fruncí mi ceño mientras él los ignoraba y se dirigía con Carl.

Me les quedé viendo unos segundos mientras el aire helado se colaba por mi ropa, me despisté y no había visto que Park ya estaba de nuevo subiendo los escalones con cuidado, con las manos en la espalda y la cabeza gacha viendo sus propios pasos.

Se acercó hasta mí y se quedó viéndome unos segundos, yo le resistí la mirada, aunque no era lo más cómodo, porque lo único que quería era repetir el beso.

—Feliz navidad atrasada, Akela. —No lo entendí hasta que vi que detrás de su espalda sacaba una bolsita, con una envoltura mal hecha y un lasito que solo unía un poco el desorden que era el envoltorio.

Me le quedé viendo a la bolsa antes de tomarla entre mis manos, se produjo el crujido del papel al pasar a mis manos, y pude sentir ligeramente su contenido.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora