EPÍLOGO

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Ese momento fue la pura magia, nunca olvidarían esa sensación reconfortante en el pecho, una que no habían sentido hasta ese preciso instante en que veían Alcatraz, en ese momento se dieron cuenta que ya no estaban bajo su sombra, fue una sensació...

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Ese momento fue la pura magia, nunca olvidarían esa sensación reconfortante en el pecho, una que no habían sentido hasta ese preciso instante en que veían Alcatraz, en ese momento se dieron cuenta que ya no estaban bajo su sombra, fue una sensación de la más pura y mágica libertad.

Lo que le siguió fue mágico, sacado de un cuento de hadas que ellos no habían sido capaces de dimensionar.

Esa noche, Park demostró sus dotes como ladrón experto, Akela no lo podía creer, pero en cuestión de minutos traía ropa seca consigo, zapatos y una cartera de piel café.

Ella no discutió y solo se puso la falda negra y la blusa de un color que la luna hacia ver como blanca, miro a Park y lo vio vestirse, unos pantalones negros, y una camiseta que la luna pintaba de naranja.

El cuerpo de ambos había dejado de funcionar, pero como pudieron, llegaron a un hotel cerca del Golden Gate, uno nada costoso, que no requería de mucho papeleo, de hecho, no requirió de ningún papeleo, solo bastaba dar el dinero y decir el número de cuartos y camas que requerían. Por lo que fue perfecta para ellos.

Dentro del cuarto, ocurrió nada más y nada menos que lo que tenía que ocurrir, un camino de besos llevo a otro; una caricia llevo a otra; a una prenda menos le siguió otra y otra; de un suspiro le siguieron varios más, solo ellos dos saben con exactitud lo que ocurrió en aquel cuarto de hotel, nosotros, solo podemos imaginar como aquella noche se pudo consumar un fuego que desde hacía mucho se había comenzado a crear.

Akela jamás se había sentido de aquella manera, toda su vida había sido la de una loca, pero en ese momento todo se volvió tan surrealista, tan dramático y exagerado en una manera tan bonita y romántica.

Park y ella se complementaban de una manera bastante peculiar, pero al final del día, y en esa noche, en esa primera noche de libertad, ellos mismos, pudieron comprobar que eran piezas de rompecabezas que tardaban mucho en embonar, que habría veces en la que parecería que nunca lo harían, pero que eran piezas de un rompecabezas que siempre, siempre podrían unirse.

Al día siguiente tendrían que reencontrarse con Sonia, tendrían que robar y huir, ya sabían cómo lo harían, ya lo tenían todo fríamente calculado, fríamente decidido.

Fue hasta el día siguiente que la bomba estalló, estalló y ardió, quemó todo a su alrededor, lo convirtió en cenizas que no solo mataban y dañaban, sino que también, propagaban más y más el incendio.

El grito del director se escuchó por los pasillos de Alcatraz, Carl solo sonrió al entender que ellos ya no volverían, que el plan había funcionado.

Todo fue programado con una discreción de dioses.

Los policías cruzaban las calles y entraban a todos los hoteles y lugares posibles, fingían que era solo una revisión, como un cateo, por lo que al alba, cuando ellos despertaron abrazados y en calidad de amantes, no tuvieron ni la oportunidad de desayunar, ya que terminaron saliendo a prisas del hotel, camuflándose entre los edificios ya chequeados y dirigiéndose al Golden Gate, que si bien estaba bastante cerca, los limitaba bastante.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora