29 ENERO, 1953

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Park Fawcett

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Park Fawcett

Trabajar en las bodegas no era tan horrible, en sí, todo lo que tenía que hacer era sacar la basura, archivar los muebles que creaban, los uniformes de quienes salían y de quienes se quedaban, guantes y un poco de todo, y aunque sí extrañaba un poco la cotidianidad de antes, no me podía quejar.

Akela me había explicado con precisión que tenía que hacer, me lo había escrito, porque, aunque sabía que no iba a servir de nada, era parte del plan.

No me lo había explicado bien, solo me dijo que no me enojara, que respirara y tirara el papel cuando sonara distracción.

Así que, cuando amaneció, tuve que sacar la basura, lo cual, sonaba peor de lo que era, puesto que la mayoría eran latas de comida y envases de fruta enlatada; apenas acabé con ese pequeño detalle, regresé a la bodega, se me fue ordenado el recoger la basura de cabello que se cortaba en la barbería, lo cual, era una grandiosa excusa para ver a Akela.

Así que cuando salí de la bodega, me dirigí a la barbería acompañado de los guardias, hasta que llegamos a la escalera de caracol; los guardias que me custodiaban me observaron unos segundos antes de dejarme ir, porque de nada servía que hubiera tantos policías vigilando la misma habitación; ya eran suficientes con los que había vigilado a Akela.

Akela se me quedó viendo cuando llegué, le estaba cortando el cabello a un chico que fácil pudiera ser europeo, no solo por sus ojos, sino por su postura recta y elegante, así como la manera que tenia de observar su propio reflejo.

Bajé los últimos escalones y fingiendo indiferencia llegué al bote de basura, lo tomé y tiré el montón de pelo y mechones que ahí había a la bolsa grande que iría a parar en la basura.

Akela se acercó y tiró lo que parecía un papel, sin embargo, lo tiró fuera del bote, por lo que se agachó a recogerlo y así poder ponerlo de nuevo en el bote, sin embargo, yo capté lo que quería hacer.

Cuando su oreja terminó cerca de mi rostro chequé que nadie veía, los guardias estaban ocupados hablando de quien sabe qué cosa, y el preso que estaba atendiendo Akela estaba distraído viendo el corte moderno y audaz que Akela le había hecho.

—La próxima vez que me toque corte, hazme ese —le susurré. Ella se quedó tiesa y cuando volteó ligeramente a verme pude sentir algo de coraje.

—¿En serio es lo que importa ahora? —me gruñó.

—Bueno, bueno, perdón. Hoy llega ropa de costura —, inicie con el tema serio, mientras fingía recoger cabello que quedó en el suelo. —Puedo tomar lo que necesitamos en medio de meollo de contar.

Ella lo analizó unos segundos, me dirigió una fugaz mirada y asintió, se levantó y regresó a acomodar el pelo del chico, yo suspire y tomando la bolsa de basura termine con el trabajo, observe a Akela de manera breve, y ella me miró de reojo en el espejo, nos quedamos viendo, ella arqueó sus labios lo suficiente para que pareciera una sonrisa, y después bajó la mirada.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora