12 SEPTIEMBRE, 1952

276 54 4
                                    

Park Fawcett

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Park Fawcett

Entre sueños, el mundo real se alzó y aunque solo fueran imaginaciones, siempre lo sentía como algo palpable y real, algo que podía sentir y revivir.
Pero al despertar, aquella vida fantasiosa y animada se rompía en pedacitos.

Trece años.

Lo pensaba y recordaba con horror.

Trece malditos años. Trece años faltantes. Trece años para largarme de Alcatraz.

Miré el techo, respiré la sal de mar y cerré los ojos con hartazgo. Dentro de poco tiempo tendríamos que apagar las luces, pues la noche se imponía y todos tendríamos que estar dormidos en poco tiempo; de hecho, ya eran pocos los focos prendidos en las celdas, ya varios se habían acostado o simplemente no querían luz; otros, como los pintores y los lectores seguían con las luces prendidas, por lo que, aunque el mío estaba apagado, podía observar lo que había a mi alrededor con claridad.

Me levanté con pesadez del catre, pero por poco me voy de lado y caigo al piso al ver lo que había frente a mí.

Durante varios meses, puede que más de los dos años, la celda frente a la mía, la celda del fondo, la que alguna vez había sido de Clark, antes de haber sido llevado al bloque D y luego al hoyo había, estado vacía esos más de dos años.

Pero cuando lo vi, observé que tenía su foco prendido, y había dos personas dentro de esta. Miré unos segundos con curiosidad.

Las celdas no eran muy grandes, tenían las paredes de un verde que casi hacía oler dulces de menta, solo tenía un pequeño catre, una tablita que fungía como escritorio y el retrete.

Y ya.

Pero por alguna razón, las personas dentro de esta parecían estarle agregando algo, no podía ver bien qué, pero le estaban añadiendo algo. Uno pintaba las paredes, otro parecía estar poniendo una barra de tabla roca, otro quitaba el escritorio de la pared.

Akela Clark

El camión donde nos llevaban era pequeño, apestaba, nos apretujaban unas con otras, nos llegaban a ver en cada parada, entraban al camión, pasaban la lista de quienes estábamos, alguno que otro, de la manera más primitiva posible toqueteaba a alguna, salían, y el camión seguía avanzando.

—¿Dónde creen que estamos? —preguntó una de las chicas, se veía que era la más grande de las doce, pero era la que no dejaba de llorar una y otra vez. Era pesada.

—¿Cómo sabríamos? —había dicho una morena, quien, a diferencia de la otra, tenía una actitud más madura.

Apreté los dientes, cerré mis ojos unos instantes y me pregunté cuanto tardaríamos en llegar.

A diferencia de las demás, yo sabía bien a donde íbamos, me lo habían adelantado, se habían burlado de aquello y habían dicho que era un karma divino.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora