9 MAYO, 1952

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Ningún engaño se puede sostener para siempre

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Ningún engaño se puede sostener para siempre.

Nada era eterno.

Nada es eterno.

Karma divino.

Justicia divina.

Las leyes de la vida.

Pame se enteró dos meses después de la muerte de su padre.

Un día, Pame la invitó a comprar unos libros. Akela supo que era mentira. Le dijo que quería una edición de la odisea en griego, pero era falso y Akela lo sabía. Pame hablaba latín y amaba la Ilíada, no la odisea.

Pero no pensó que era porque ya lo hubiese descubierto.

El caso de la muerte de su padre seguía abierto.

Nadie se creía que fue un accidente o un suicidio.

Era obvio que alguien lo quería muerto.

Akela no. Akela lo quería vivo. Pero Akela era solo una especie de sicaria, Akela solo seguía órdenes.

Pero en la jugada siempre cae primero el peón, no el rey.

Y ella solo era un peón más.

Y ella cayó ese mismo día.

Cayó de una manera estúpida.

Pame no la llevó a una librería, no la llevó a comprar La Odisea.

Caminaron mucho rato, Pame insistía en que era una librería, pero pasaban las cuadras y las calles y Akela no veía una librería, en otros casos hubiese actuado, hubiese hecho algo, al menos, hubiera dudado de qué era lo que sucedía, se hubiera puesto alerta.

Pero no con Pame.

Pame era su debilidad.

Dejó que la llevara, pero después de un tiempo confesó estar perdida.

—Quédate aquí. Le preguntaré a esa señora —le había dicho, Akela había asentido.

Pero apenas Pame se alejó, sintió el revólver en su cabeza.

Akela no entendió nada, ni siquiera pudo defenderse, a los segundos ya había dos guardias poniéndole esposas, ajustándolas, sujetándola, inmovilizándola.

Los policías la sujetaban cada vez más y más fuerte, Pame la veía desde la distancia con lágrimas en los ojos y solo hasta ese momento Akela entendió que pasaba.

Hasta ese momento entendió que había sido descubierta.

Tardaría unas semanas en saber que llevaban meses buscándola, que desde que mató a un ministro que le debía dinero a su jefe la estaban buscando, nunca con exito.

«¡Pues claro! —había pensado ella —¿Qué pretendían? ¿Qué fuera obvia?»

Ella era cuidadosa, ella en serio procuraba ser muy cuidadosa, procurar que nadie la viera, que nadie se diera cuenta quien era ella en realidad, que la vieran solo como una sombra asesina.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora