19 DICIEMBRE, 1952

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Akela Clark

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Akela Clark.


Era un día lluvioso, en Alcatraz arrasaba un tormenton y me hallaba en un cuarto lleno de madera, de mesas gigantes donde reposaban sillas, partes de madera listas para unirse a algún otro artefacto. En el costado de la derecha, frente a la puerta de entrada, había hachas, cuchillos y martillos, acomodados con perfección.

Era el taller de carpintería.

Lo supe. Park alguna vez me había hablado de accidentes que llegaron a suceder ahí, describiéndome todo con claridad y lujo de detalles.

Pero ahí no estaba Park, en aquel cuarto estaba papá, con el ceño fruncido, mirando al guardia de la entrada, esperando a que este volteara la mirada.

Y cuando lo hizo, vi con claridad como se escondía entre las ropas una aguja, como la tomó entre sus manos y la escondió en uno de sus bolsillos.

El policía volteó de nuevo, mi papá regresaba a lo que parecía ser una mesa, pero cuando de nuevo el policía giraba la vista, él se estaba acomodando la aguja.

Me sentí pequeña tanto como para caber en el bolsillo de papá, ver como si fuera un dibujo antiguo o una obra del arte barroco, como papá se acomodaba la aguja de tal manera que esta atravesaba su ropa de ambos lados, sin caerse, sin señales de que hubiera algún problema.

Su bolsillo era café, los bordes eran negros, arriba mío veía líneas rojas y rosas, como si fuera una escena sacada de Dumbo, vi la aguja desaparecer hasta ser solo un camino, uno largo, del color del metal, con paredes alzándose a sus lados, pintándose de azul oscuro y pintándose de verde solo en aquellos lugares donde parecía llegar cierta luz.

Alcé la vista, inconsciente de que sucedía, viendo a papá a mitad de la noche, cociendo tela negra, al menos así se veía en la oscuridad.

Avancé por el pasillo que antes era la aguja, lo vi detrás de los barrotes de la celda y supe desde el inicio que esa era la celda en la que actualmente yo estaba.

Yo estaba donde antes, él lo había estado.

Lo vi sentado en su cama, con las piernas flexionadas y las manos concentradas en un viejo pedazo de tela frente a él. Sacó la aguja de sus ropas, la tomo entre sus manos, la acerco a la tela, tela negra, tela con un sonido frio, era tela impermeable.

Tela de un impermeable.

Tela que flota en el agua.

Tela que el parecía querer convertir en algo más.

En un flotador. En un chaleco salvavidas.

En una oportunidad de no morir en el mar.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora