12 FEBRERO, 1948

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Park odiaba muchas cosas, detestaba un sinfín de otras, pero si él podía decidir algo que coronaba sus fastidios era tener que estar persiguiendo a su hermana

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Park odiaba muchas cosas, detestaba un sinfín de otras, pero si él podía decidir algo que coronaba sus fastidios era tener que estar persiguiendo a su hermana.

Cat, era muchas cosas, irresponsable estaba entre estas, pero desconsiderada era el top de su larga lista de defectos. Park no entendía cómo, pero siempre lograba encontrar una manera de meterse en problemas. No importaba como. No importaba cuando. No importaba por qué. Solo sabía, que al final del día, había alguien herido y él tenía que irla a rescatar a algún bar.

Se acostumbraba, pero no significaba que el hartazgo fuera momentáneo.

En ese momento él acababa de llegar a un bar cerca de su casa, significaba que Cat ya estaba borracha y solo le iba a rematar a algún bar cerca de su casa, ya que cuando estaba sobria, procuraba irse tan lejos como puédese de su casa. Fingir que no existe, que nadie de su familia existe; solo parecía recordarlo cuando necesita dinero con que pagar sus exorbitantes champañas o cuando necesitaba que la rescataran de peleas con tipos y novias de los tipos, ambos bastante desagradables.

Cat era pocos años mayor que él, pero a Park siempre le pareció que los roles estaban invertidos, él era quien la salvaba de malos ratos y la intentaba sacar de un hoyo y Cat era la que se encargaba de meter a ambos en aprietos.

Cuando entró al bar, respiró el aroma a alcohol y perdición desbordado por todo el lugar, desea regresar, deseó volver, deseó por una vez fingir que él no tiene la responsabilidad de sacarla del aprieto.

Pero sus padres la dejaron sola y si no la rescataba el, ella no podría sola, no podría porque a ella le aterraba salir del abismo en donde ella sola se había metido.

Cat como de costumbre estaba a mitad de la barra, alzando la mano y pidiendo otro trago, con los ojos entrecerrados, con la conciencia medio ida. El hombre del otro lado de la barra limpiaba un vaso con un feo trapo, la miró y negó con la cabeza, aunque a los segundos le posicionó el trago frente a su lugar.

Park suspiró con pesadez y comenzó a acercarse, su hermana se llevó el vaso a la boca, pero antes de poder beberlo, Park ya lo estaba tomando entre sus dedos y alejándolos de su hermana.

—¿Qué pretendes? —escuchó decir a su hermana, las palabras se alargaban, la voz se le quebraba como cuerda de violín, intentó alcanzar de nuevo el vaso arrancándoselo a Park, pero él lo alejo más.

—Nos vamos —sentenció, tomando a Cat del brazo, rogándole porque se fuera.

Pero ella era muy necia, cuando quería podía ser muy obstinada.

—¡No! —bramó alejándose de su agarré, levantándose de la silla y perdiendo ligeramente el equilibrio al intentar caminar al otro extremo del bar.

—Cat, nos vamos ya —dijo casi en un gruñido acercándose a ella.

—¿A dónde? —dijo volteándose a verlo, con los ojos casi cerrados por el alcohol y con una sonrisa tonta y falsa en los labios —¿A qué casa, Parker? ¡No hay casa! Yo no tengo casa. Lo sabes bien.

Park tomó con cuidado el brazo de su hermana, jalándola un poco, haciendo que su cuerpo nublado por el vicio la hiciera un poco más débil.

Le entregó los últimos billetes que tenía en su chamarra al hombre de la barra, deseando que fuera suficiente para pagar los pedidos de Cat.

El hombre le miró y como no dijo nada, Park pensó que con eso era suficiente.

Se abrió paso entre la gente, escuchando a un hombre comenzar a cantar en un improvisado escenario, sabía quién era el hombre, sintió a Cat tensarse tras escuchar su voz entonar la más fea de las canciones. Pero a él no le importó, sabía que si la regresaba haría una locura, por lo que, aunque la escuchó forcejearse y sintió como intentaba ir al escenario a con el hombre, Park avanzó hasta la salida del bar.

Cruzó la puerta del bar y comenzó a llevarse a Cat.

—¡Ya suéltame! —gruñía ella detrás suyo —¡No tienes derecho! ¡Quiero ir...! Necesito... necesito pedirle perdón... por favor.

Parker la ignoraba, aunque por dentro se le encogía el corazón a la vez que la ira pintaba sus orejas.

Cat se había metido en muchísimos problemas, gran parte de ellos era por culpa de aquel hombre, del cantante. No se iba a ir a disculpar, no tenía nada porque pedir perdón y Park sabía que sí iba se metería en el mismo problema en el que se metía cada noche.

Y la última vez casi los cachó la policía, lo último que necesitaba era que esa vez al fin descubrieran que el cantante era el que pasaba droga por todo el estado.

Lo último que necesitaba era que supieran que Catherine era su cómplice.

La llevó hasta su casa, sabiendo que sus padres no estaban aquella noche, consciente de que a la mañana siguiente ella se iría, sus papás llegarían y el fétido olor a alcohol que Cat siempre deja los haría preguntar y culparlo.

Pero Cat era su hermana. Cat lo había ayudado en malos momentos y tras pequeñas malas decisiones: dejar de estudiar (seguía arrepintiéndose) y mudarse a vivir solo (no funciono, termino regresando, pero lo que cuenta es la intención).

Pero, sobre todo, la recuerda antes de conocer a Leonardo, el cantante, la recuerda dándole el sermón más usado y conocido, diciendo que no, que no se metiera droga, la recuerda tomando la poca que tenía y tirándola por el escusado.

Era irónico.

El cantante había ido años después a Estados Unidos persiguiendo a Cat, amor verdadero, había pensado Park al inicio, pero su hermana se comenzó a volver una sombra borrosa y comenzó a perder la conciencia, le nublaba el juicio y la voluntad, hasta que la Cat que el conocía se fue por completo y llego la nueva Cat.

Pero sabe que ella no lo abandonó, sabe que él no la abandonara a ella.

Pero sabe que ella no lo abandonó, sabe que él no la abandonara a ella

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Un mini acercamiento a la vida de Park más adulto. Y en realidad sigo teniendo opiniones encontradas con Cat.

Un mini spoiler del siguiente capítulo:

Un intento de escape a lo bruto.

Una conexión entre Akela y Park.

Y el cataclismo iniciando en la mente de Akela

«Escuché el filo del hacha chocar con la rodilla del guardia, su hueso crujió, un grito sordo se escuchó...»

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Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora