Cuando los dos despertaron a la mañana siguiente, ya había amanecido hacía tiempo. Seguían abrazados y algo somnolientos. El dolor por la costilla de Domynic seguía ahí, pero decidió seguir sin decirle nada a Raven.
-Buen día -susurró con voz ronca de recién amanecido antes de plantarle un beso en la cabeza a la chica-. ¿Lista para continuar?
La muchacha asintió y se levantó para dejar que el joven vampiro hiciera lo mismo. Salieron de la cueva; los rayos de sol eran más débiles que los del día anterior, pero, de todos modos, los enceguecían un poco. Avanzaron por el sendero hasta encontrar algún lugar por donde descender la montaña.
Ahora que estaban más cerca de la reliquia que habían ido a buscar, Raven no pudo evitar pensar en qué iba a pasar cuando la encontraran. Habían iniciado este viaje como rivales y, a pesar de todo, lo seguían siendo. Los sentimientos y la amabilidad que les habían dado tregua no lograban borrar completamente el hecho de que ambos eran vampiro y cazadora. ¿Qué pasaba si Domynic todavía quería conservar la reliquia? La señora Flaws se lo había advertido: la reliquia tenía el poder de destruir su mundo, no podía dejar que cayera en manos de los vampiros. Y aunque confiaba en Domynic, no podía arriesgarse a que él la obtuviera. Porque, incluso si él no la usaba en su contra, algún otro vampiro podría quitársela y desatar lo que fuera que estaba contenido en la caja.
-Podríamos intentar bajar por aquí hasta ese otro camino -la voz de Domynic interrumpió su pensamiento. El muchacho volteo a verla y noto la expresión de la muchacha-. No tienes buena cara. ¿Qué sucede?
-No es nada -le sonrió la muchacha, pero no logró engañar a Domynic.
-Raven, dime.
El joven vampiro se acercó a ella y tomó su mentón para obligarla a que lo mirase a los ojos. La muchacha dudó unos instantes antes de soltar al aire la pregunta que la estaba atormentando en ese momento.
-¿Qué pasará cuando encontremos la reliquia?
Al muchacho le sorprendió oír eso. No era ni remotamente lo que esperaba que la chica dijera. Se quedó callado un momento sopesando la respuesta. Apartó la vista.
-No lo sé.
La chica se inquietó un poco.
-¿Aún quieres quedártela?
Dejó salir un pesado suspiro
-Sí.
Por supuesto que seguía queriéndola. No olvidaba que seguía siendo su maldita arma para negociar con el Concejo. Pese a la maraña de sentimientos encontrados que lo había atacado y confundido desde que conoció a Raven Anderson, su plan no cambió. Lo mandaron al mundo diurno a cumplir una misión y así lo haría, sólo que ahora, sería el quien impusiera las malditas condiciones. Estaba harto de ser un títere, sólo por su pasado. Era hora de que tomara nuevamente las riendas de su vida.
Un silencio se apoderó del espacio entre ellos.
-No puedo.
-¿Qué? -volvió a mirarla. La muchacha permaneció callada cuando los iris verdosos de Domynic se clavaron en ella- ¿Qué no puedes, Raven?
-Es de mi familia, Domynic.
El joven comprendió a qué se refería. Abrió la boca para protestar, pero la chica fue más rápida.
-Mis padres murieron por proteger lo que sea que haya ahí -añadió sin apartar la vista del muchacho-. No permitiré que su muerte sea en vano.
Ninguno de los dos había deseado llegar a este punto. De alguna manera, tenían esperanzas en que el otro cediera, especialmente después de todo lo que habían pasado. Pero definitivamente se habían equivocado; ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar a la reliquia por el otro.
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Mitades Perfectas: Condena [COMPLETA]
VampirosPrimer libro de la bilogía Mitades Perfectas. Raven Anderson sueña con ser una diseñadora exitosa y tener una vida normal. Pero por sobre todo, sueña con encontrar a alguien con quien compartir su vida. Pero tras varios fracasos en su vida amorosa...