Primer libro de la bilogía Mitades Perfectas.
Raven Anderson sueña con ser una diseñadora exitosa y tener una vida normal. Pero por sobre todo, sueña con encontrar a alguien con quien compartir su vida. Pero tras varios fracasos en su vida amorosa...
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Raven estaba impactada, pero en aquel momento sólo le importaba conocer a fondo al verdadero Domynic. Necesitaba saber quién era realmente su Mitad Perfecta.
Las imágenes se adelantaron para mostrar a Domynic siendo arrastrado por un grupo de guardias. Él no parecía oponer resistencia, simplemente dejó que se lo llevaran.
—¿Por qué no luchaste?
Domynic ahogó una risa nasal.
—Ya era una batalla perdida, Raven.
—La única batalla perdida es aquella que no luchas —soltó la muchacha sin poder creer que el chico se había simplemente rendido.
—Mi lucha empezó cuando mi padre me cerró la puerta de la casa en la cara y me dejó a mi suerte. Y me había dejado vencer por la ira y la sed de venganza, cuando en realidad mis energías debieron estar puestas en buscar alguna manera de reconstruir la vida que se me estaba cayendo a pedazos —añadió el joven vampiro con un nudo en la garganta—. Sé que no es sencillo de entender, pero el que me atraparan sólo le puso un fin a esa guerra que yo mismo había librado.
—No fuiste el único culpable de que la oscuridad te consumiera.
—Y, aun así, no hay justificación que valga para defender al monstruo en el que me convertí.
La chica bufó mientras las imágenes de Domynic siendo esposado y encerrado en una celda se paseaban delante de sus ojos.
—No te estoy mostrando esto para que intentes excusar mis acciones. Sólo quiero que sepas que esto también es parte de mí; una parte que ciertamente no me enorgullece y que desearía arrancar de mí si fuera posible —su voz sonó apagada—. No quiero que me veas como la víctima de esta historia, pues también soy victimario. El punto es que mereces saber que no he tomado las mejores decisiones en mi vida, y que hoy tengo que pagar un precio por ellas, el cual recaerá exclusivamente en mí, porque pienso arrastrarte conmigo en esta condena.
Las imágenes se adelantaron para enseñar una sala con bancas y un pequeño estrado al frente. Todo parecía indicar que aquel espacio era un juzgado. Las gradas estaban completas y en la primera fila, Raven logró divisar a la familia de Domynic sentada. Su hermano tenía la mirada fría e imperturbable como su padre, mientras que Clarise y su madre se removían incómodas en sus asientos como si quisiesen huir corriendo de aquel lugar. No pasó mucho tiempo hasta que las puertas principales se abrieron y dos guardias entraron empujando a la Mitad Perfecta, quien llevaba sus muñecas esposadas al frente y la cabeza gacha. Lo sentaron en una silla en el centro de la sala. Los dos guardias siguieron escoltándolo incluso en ese momento.
—Días después de que me encontraran, el Concejo me sometió a juicio —cinco hombres aparecieron en escena al tiempo que Domynic le relataba a su Mitad Perfecta lo sucedido—. Y para ser honesto, no me esperaba un veredicto distinto al que resolvieron. Esos hombres que ves alguna vez me felicitaron por ser el mejor, pero, en ese momento, no les tembló la voz para decretar mi condena.