Capítulo 11

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Domynic ingresó a la cabaña con Raven en sus brazos

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Domynic ingresó a la cabaña con Raven en sus brazos. Se dirigió a la habitación y con delicadeza apoyó a la muchacha sobre el suave colchón de la cama con dosel. La cama era suficientemente grande como para los dos ya que era una cama matrimonial. Sin embargo, Domynic optó por sentarse en el suelo contra la pared. Desde allí, tenía un amplio campo de visión: podía ver la habitación en su totalidad, gran parte del comedor que se encontraba al otro lado de la puerta abierta del cuarto, y a Raven. Podía verla... y protegerla ante cualquier peligro.

Domynic intentó mantenerse despierto un largo rato, pero luego se rindió ante el sueño. Cuando se despertó, Raven no estaba acostada. No sabía donde se había ido. ¿adonde podía haberse ido? Domynic sintió como su corazón se aceleraba en desesperación. ¿y si le había pasado algo grave? ¿y si la vida de la muchacha estaba amenazada? Entonces él corría peligro.

Se levantó de un salto y se disparó en busca de Raven. Salió corriendo de la habitación y se dirigió al comedor. La puerta principal estaba abierta. Domynic se acercó a la salida, aún con el corazón en boca por el miedo. Entonces se encontró con Raven sentada en el umbral de la casa. Tenía sus hermosos ojos avellana cerrados y con sus dedos juegueteaba con el anillo que protegía su vida. Tocaba con la yema de los dedos la piedra amatista que lo adornaba como quien acaricia algo preciado. Y de hecho, lo era. Era lo más valioso que poseía.

Al ver a la joven en el umbral, una ola de alivio inundó el alma de Domynic. Sintió como su corazón volvía a su sitio, como sus pulsaciones se volvían regulares nuevamente. Se quedo mirándola unos instantes luego se intentó acercar a ella con sigilo. Pero la madera bajo los pies de Domymic crujió y Raven se dio vuelta asustada.
Se tranquilizó al ver que sólo se trataba de Domymic. Aunque la simple presencia del joven la ponía nerviosa.

-no quise asustarte - las palabras del muchacho intentanban sonar tranquilizadoras pero su tono frío lo impedía - ¿qué hacías aquí afuera?

Domynic recitó aquella pregunta con un tono demandante como el que solía utilizar para hipnotizar a alguien. Aún no se acostumraba a hablar con una mortal como si fuera su par, como si estuvieran al mismo nivel.

Raven dudó unos instantes. No estaba ahí por nada. Ella tenía un plan. Una estúpida idea que luego descartó: Cuando se despertó, había pensado en escapar de Domymic. Planeaba ir sola a buscar la reliquia.

- sólo tomaba un poco de aire  - respondió mirando los verdosos ojos del joven vampiro.

-sabes que estar aquí sola es peligroso, ¿verdad? - exclamó sentándose a lado de la muchacha - alguien podría haberte atacado. Ya no estás en territorio humano. Este es un mundo salvaje.

Domynic mantuvo su vista clavada en el horizonte por el que ascendía lentamente el sol y evitaba mirar a Raven.

-no creí que te importara mi seguridad - comentó Raven levantándose del umbral. Se acomodó el pullover que llevaba puesto.

De repente, Domynic se levantó de un salto y acorraló a Raven contra la pared de la casa. Puso su antebrazo delante de la garganta de la muchacha e hizo un poco de presión. Raven intentó mantener regular su respiración. Sabía que cuanto más se alterara, más oxígeno consumiría y peor sería para ella. Domynic acercó su cara a la de la joven y le habló con claridad. A esta altura, Raven intentaba incorporar más aire por la boca aunque evitaba alterarse.

- creeme cuando te digo tu seguridad me importa menos que nada. Si mi vida no dependiera de la tuya, no estarías respirando en este momento.

Entonces quitó su brazo del cuello de Raven. Ella apoyó sus manos en el pantalón de jean azul que vestía y apoyó su espalda en la pared para recuperar el aliento. Raven vio que el muchacho ya había iniciado su marcha lejos de la casa. Estaba dejándola atrás.

-y mejor apresúrate si no deseas quedarte aquí sola.

Raven se incorporó lo más rápido posible y aceleró el paso para alcanzar a Domynic. Mantuvo la cabeza gacha y pensó por millonésima vez, que su deseo de formar su propia familia no se cumpliría. Después de todo, la única criatura que podía ayudarla a alcanzar su sueño, la prefería muerta.

Una lágrima se escapó del ojo izquierdo de Raven y rodó lentamente por su mejilla. Dejaba un camino húmedo en su rostro y le recordó la misma sensación que sentía con cada fracaso amoroso: una extraña combinación de tristeza y decepción.

Domynic la miró de reojo y vio la cara de la muchacha. Siguió con la vista, la lastimosa lágrima que bajaba por el perfil izquierdo de la joven. Entonces sintió una punzada en el pecho como el dolor de una estaca atravesándole el abdomen. Pero no se trataba ni de una estaca, ni de ningun objeto material. El dolor punzante era culpa y remordimiento. Una disculpa intentaba salir de su boca pero quería evitarlo. No quería disculparse, bajo ningún punto de vista. Si le pedía perdon, dejaría al descubierto su mayor debilidad: la culpa.

Siguieron el camino hacia las cadenas montañosas. Recorrieron durante varias horas entre los pinos y cedros disfrutando del silencio de la mañana. En realidad, era Raven quien lo disfrutaba en cierto modo. En cambio, Domynic, lo padecía enormemente. No era que no estaba acostumbrado al silencio; sino que después de tantos años de soledad, necesitaba oir algo, oir a alguien hablar, sentirse nuevamente como un ser vivo normal. El silencio era una tortura para su alma.

Entonces, el muchacho oyó un ruido. Alguien se acercaba en dirección a ellos.  Tomó a Raven fuertemente de la muñeca y la llevó unos tres metros más lejos. La empujó contra el duro tronco de un roble.

- ¿qué... -empezó a decir Raven pero el mucacho la interrumpió cubriéndole la boca con su mano.

Tenía una mano grande y su agarre era demasiado fuerte. La muchacha tenía la mano del joven vampiro impidiendo su respiración normal. No sólo cubría su boca, también sus fosas nasales accidentalmente, con el dedo índice. Con sus dos manos quitó rápidamente la del muchacho, quien la miro con sus ojos verdosos brillando con un dejo de plateado. Eso le sucedía cuando tenía miedo. Y había dos cosas que lo aterraban en ese momento: la posibilidad de que el misterioso caminante los atacara y la sensación que le recorría el cuerpo al estar en contacto con ella, con Raven.

El simple roce de sus manos lo hacía estremecer por completo. Era como una corriente eléctrica desde la punta de los dedos hasta su corazón. Y parecía que con cada corriente, sus latidos se aceleraban a una velocidad excesiva incluso para un vampiro.

¡No! No puedo sentirme así por ella. No puedo sentir esto por una humana. Este no soy yo. No quiero ser su mitad perfecta. No la quiero, no siento nada por ella...

Las palabras entraban en su mente pero el causante de esa sensación no era su cabeza; era su alma, su corazón. Y como hacerle razonar a la cosa más irracional del mundo como lo es el corazón. Su alma estaba ligada a la de ella, y el alma puede transformarse pero jamás romperse. Su conexión tampoco.

 Su conexión tampoco

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Mitades Perfectas: Condena [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora