Domynic apenas podía sentir el cuerpo del dolor que se había apoderado de él tras la caída. Habían sido demasiados metros de altura, incluso para una criatura como él. Se quedó quieto en el suelo un momento intentando recuperarse del fuerte impacto contra la orilla del lago. Pese a lo mal que se sentía, estaba agradecido de no haber caído sobre ninguna piedra o superficie punzante. Definitivamente eso hubiera sido mucho peor.
Lentamente se incorporó tratando de ignorar el punzante dolor que bajó por su espalda al hacerlo. Sintió un líquido caliente correr por su cara y automáticamente se llevó su mano a su frente. Miró sus dedos teñidos en de rojo y se arrastró hasta la ribera del lago para limpiarse la sangre del rostro y de las manos. La acción, aunque por demás simple, le recordó sus días de asesino y lo hizo estremecerse. Su reflejo en el agua le devolvió la misma imagen que le había mostrado aquel lago en el que se refugiaba durante esos oscuros días. Y entonces lo comprendió.
Ese monstruo vive en mí. No importa lo que haga, jamás podré deshacerme de él. Sigo siendo el asesino al que condenaron.
Cerró los ojos y apretó los puños con fuerza cuando los recuerdos que tanto le desagradaban se agolparon en su mente. Sangre, combates cuerpo a cuerpo, cadáveres, el sonido del mazo del juez al dictar su sentencia, la mirada desaprobatoria de su padre... La secuencia de imágenes hizo que se le formara un nudo en el pecho. Abrió los ojos nuevamente y volvió a fijarse en su reflejo. Ya no tenía sangre ni heridas abiertas a simple vista. Tal como las veces anteriores, gracias a sus poderes, las heridas cicatrizaron casi instantáneamente. Golpeó la superficie del agua para disipar su propia imagen.
El cuerpo le seguía doliendo intensamente cuando se levantó y se dispuso a buscar una manera de volver con Raven. Necesitaba llegar nuevamente a ella.
Caminó unos metros, cojeando un poco porque su pierna izquierda le molestaba, al igual que la espalda, con la que había impactado contra el duro suelo. Sí, Domynic era fuerte, pero, como cualquier otra criatura, no estaba exento de sentir dolor.
Tal vez lo que verdaderamente importaba del muchacho no era su fortaleza física, sino su resistencia. La vida le había enseñado a luchar por salir adelante, siempre. Sin dudas, la forma en que había elegido hacerlo no era la correcta ni la más agradable y eso le pesaría siempre. Había derrotado miles de criaturas, pero no había podido vencer al fantasma de su pasado; probablemente porque ese monstruo es siempre el más intangible y el que más aterra.
Intentó convencerse a sí mismo de que el dolor que se extendía por todo su cuerpo con cada paso no era importante cuando, a varios metros de lago, encontró un nuevo espacio por el que escalar la montaña. Gruñó al apoyar su pie izquierdo en la primera piedra sobresaliente, pero decidió hacer caso omiso a su incomodidad para poder subir. Tenía que apurarse; el sol ya se estaba escondiendo y cuanto más tarde se hiciera, más difícil se le haría el ascenso. Fue precisamente cuando vio la posición del sol ocultándose detrás del horizonte cuando se dio cuenta que había estado inconsciente un tiempo luego de la caída.
Paulatinamente y en medio de quejas, fue escalando la ladera hasta llegar a un sendero. Se quedó tendido en el camino intentando recuperar el aliento. Sus músculos estaban adoloridos y la molestia en la espalda ahora había sido reemplazada por un intenso dolor en un costado, a la altura de las costillas.
Se levantó, aferrado a la ladera rocosa y presionó el lugar donde le dolía y la punzada de dolor le hizo retorcerse del dolor. Maldijo para sí al darse cuenta la causa de semejante aflicción. Tenía una costilla rota, o al menos fisurada. Se paró lo más erguido posible, y hizo a un lado el dolor para buscar a Raven.
...
La luna ya brillaba junto con miles de estrellas en el firmamento. Hubiera sido una vista increíble para Raven si no hubiera estado preocupada por Domynic. Se movía de un lado a otro en el interior de una cueva que tenía la montaña, abrazada a sí misma para hacer frente al frío que se había empezado a hacer presente. La tranquilizaba saber que estaba vivo, pues ella también lo estaba. Sin embargo, la inquietaba el pensar que podía estar gravemente herido.
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Mitades Perfectas: Condena [COMPLETA]
VampirPrimer libro de la bilogía Mitades Perfectas. Raven Anderson sueña con ser una diseñadora exitosa y tener una vida normal. Pero por sobre todo, sueña con encontrar a alguien con quien compartir su vida. Pero tras varios fracasos en su vida amorosa...