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Pov Makoto Naegi.

Después de... la charla con mi madre... Suspiré, ni siquiera quería recordarlo. Cuatro y cincuenta, dentro de diez minutos la obra empezaría. Todos ya teníamos nuestros atuendos puestos, el gimnasio comenzaba a llenarse y nosotros permanecíamos tras bambalinas, preparándonos mentalmente para la presentación que íbamos a dar.

Mi corazón latía muy deprisa, obviamente estoy nervioso. Limpié la pequeña capa de sudor que comenzaba a formarse en mi frente y miré al resto del elenco, la mayoría se notaban nerviosos, incluso Byakuya, todos menos ella. Mi coprotagonista simplemente permanecía sentada en una silla elegante, esperando con una sonrisa a que nuestros diez minutos acabaran.

—¿Estás bien? —pregunté, acercándome.

—¿Hm? Claro.

—Me parece increíble que no estés nerviosa, eres sorprendente, Celes.

—Gracias.

—¿Cómo lo haces?

—Es bastante simple en realidad, puedo engañar a mis emociones.

Tras decir eso, ella rio. ¿Engañar a sus emociones? Eso sí que me parecía algo poco creíble, una cosa es engañar a los demás, pero otra muy diferente es engañarse a uno mismo. La miré con más detenimiento, ella usaba un vestido negro y unos guantes de red que le cubrían buena parte de los brazos. Tal y como me había dicho, se había puesto labial rojo y parecía tener unas rosas en su cabello.

Se veía muy linda, pero... podía notar como su mano tenía un ligero temblor.

—¿Estás segura que estás bien?

—Sí, ¿por qué no lo estaría?

—Está bien sentirse nerviosa, todos lo estamos.

Como si hubiese destruido un poco su máscara, ella tragó saliva, para mirarse las manos, las cuales descansaban sobre su regazo.

—Pero nosotros somos los protagonistas, si fallamos en algo...

—Lo harás bien, practicamos mucho para esto, ¿recuerdas?

Creo que estaba tratando de motivarme a mí mismo también.

—Lo sé, pero... y si...

—Hagamos una apuesta, ¿sí? —la interrumpí— Eres Celestia Ludenberg, nunca pierdes en las apuestas, ¿me equivoco?

—¿De qué...?

—Una apuesta —volví a interrumpir—. Si te equivocas, iremos a la cafetería y me invitaras un café, y si lo haces perfectamente, yo te invitaré a ti, ¿qué te parece?

—Me parece que intentas conseguir café gratis.

—Es una lástima, pensé que estaba hablando con la Apostadora Definitiva, veo que me equivoqué.

—Intentas molestarme, pero tus intenciones son más claras que el agua, libro abierto.

Sonreí, tal vez era muy obvio que trataba de ayudarla a perder sus nervios, en una apuesta ella nunca perdería, lo sé. Sin decir nada, simplemente se levantó de su asiento y me extendió la mano, la cual estreché.

—Entonces tenemos un trato, espero que estés listo para perder —declaró sonriente.

Pude ver como su mano dejaba de temblar, extrañamente yo también me sentía más tranquilo.

—Gracias, ahora estoy menos nerviosa.

—No es nada. ¿Y por qué las rosas?

—¿Hm? ¿No te parece una buena analogía?

Nuestro tiempo (Naegiri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora