39

727 48 44
                                    

Pov Makoto Naegi.

Mis ojos se abrieron, permitiéndome ver el cielo estrellado sobre mí y a la hermosa chica de cabello lila.

—Kyouko, despierta —llamé, golpeando suavemente su cachete.

—No —se quejó ella abrazándome.

—Es de noche.

—¿Qué?

Ella abrió los ojos y miró nuestro alrededor, dándose cuenta de que yo decía la verdad.

—Dije que te dejaría estar esta noche con los chicos, ¿verdad?

—Sí.

—Joder... —suspiró.

Reí y me levanté junto a ella. No hicimos mucho, simplemente guardamos la toalla y Kyouko sacó su sudadera de dentro del bolso. Yo extrañamente no tenía frio, pero sí tenía un ardor en la espalda y pequeño dolor en el hombro. El dolor de hombro supe al instante por qué era, podía ver la marca de unos dientes.

—Kyouko, ¿tengo algo en la espalda?

Ella simplemente se me quedó mirando, para segundos después apartar la mirada con culpa.

—Lo lamento...

—¿Qué tengo?

—Es más fácil mostrártelo.

Sin decir más, ella buscó una vez más en su bolso y sacó su móvil, me di la vuelta una vez más y ella dispuso a tomarme una foto con flash, para luego mostrármela. Mi espalda estaba llena de marcas rojas, todas parecían ser arañazos, obviamente no hace falta decir quien era la que los había hecho.

Miré a Kyouko sin hacer ninguna clase de expresión, ella simplemente me miraba con una sonrisa incomoda. Asentí un par de veces, relamí mis labios y di un paso hacia delante.

—¡Aléjate de mí!

—Solamente quiero abrazarte...

—No, no quieres sólo hacer eso.

Sonreí y di otro paso hacia adelante.

—¡Tú siempre me dejas marcas, y-yo...!

En contra de sus deseos, corrí y la abracé, ella empezó a forcejear, pero yo decía la verdad. Sonreí y le di un beso en los labios, dejándola algo confundida.

—Estoy feliz de que Kyouko me marqué —declaré sonriente.

Ella simplemente me miró por un segundo y sonrió con un pequeño rojo en sus mejillas. Sí, sería un problema ocultarlo, pero si a Kyouko le gustaba arañarme la espalda y morderme, dejaría que lo hiciera.

No hizo falta decirnos nada, simplemente tomé su bolso y ella agarró mi mano, para empezar a caminar por donde habíamos venido. Treinta minutos después estábamos en frente al edificio, eran alrededor de las diez y media de la noche. Las luces del vestíbulo estaban encendidas cuando entramos, es más, nuestros compañeros estaban en los sofás. Todos se nos quedaron viendo, a lo cual nosotros simplemente levantamos nuestras manos derechas en señal de saludo.

—¿Dónde estaban? —preguntó Oowada.

—En la playa —se limitó a responder Kyouko.

—¿Les parecen que estás son horas de llegar? —cuestionó Kuwata molesto.

El beisbolista y el motero se separaron del grupo, viniendo notablemente enojados hacia mí y Kyouko. Al momento en que el pelirrojo puso su mano sobre la muñeca de Kyouko, mi ceño se frunció por completo y me preparé para arrancarle la cabeza, pero mi novia supo cómo defenderse y llevó el brazo de Kuwata detrás de su espalda, torciéndolo y haciéndolo quedar en el suelo.

Nuestro tiempo (Naegiri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora