Asuntos resueltos
Damien
Un dolor lacerante se extiende desde mis sienes hasta mi nuca con una insistencia agotadora. Me froto el cuello tratando de liberar un poco toda la tensión acumulada en la última semana sin obtener un gran resultado.
Camino a paso seguro por uno de los pasillos del comando tratando de centrarme en lo que sea que Declan me esté explicando pero mi mente parece haberse tomado un descanso sin mi autorización.
Maldigo para mis adentros. Con cada segundo que pasa mi humor empeora más, si es que eso es todavía posible.
La última semana ha sido una completa porquería, desde Declan terminando los últimos detalles del plano a escala real del estúpido club en Madrid, el equipo de investigación estresándome con sus preguntas imbéciles y por si fuera poco tener que revisar el rendimiento de las tropas en compañía de Melody, quién no parece poder mantener la boca cerrada un solo segundo.
A veces me pregunto si eso de hablar hasta por los codos es una excelente habilidad o un defecto muy grande. No tengo idea de cómo lo hace, pero Baxley siempre se las arregla para distraerme con sus conversaciones superfluas y sin sentido, otras veces solemos hablar acerca de su vida, sus intereses y cosas banales que a ella le gustan, mientras que es una travesía para la habladora lograr sacarme información de algo que no se relacione con Anastasia, Scott o Ross, porque al parecer su curiosidad es un poco más grande que su capacidad para hablar.
Como sea, todo en el comando es estresante. Las personas me estresan en la misma medida que me desagradan.
Mi situación con Anastasia es otro tema sin resolver, y me encantaría decir que la he evitado durante toda la semana desde lo ocurrido en mi apartamento pero sería un mentiroso. Si decidí no hacerlo es porque no soy un adolescente estúpido y a diferencia de ella yo sí enfrento mis problemas, aunque la tensión entre ambos sigue ahí, palpable cada vez que mediamos palabra.
Desafortunadamente no es el tipo de tensión que me gustaría que fuera.
Exhalo con pesadez al percibir el gesto inquisitivo de White.
—¿Qué? —pregunto de mala gana.
—Podemos comenzar ya, comandante —lo miro sin entender un carajo, y se apresura a explicar—. Con la memorización de los planos a escala real, el equipo puede comenzar ya con el entrenamiento.
—Bien —le hago una seña para que se largue antes de ordenarle a la secretaria que convoque una junta con el equipo y soldados de las distintas especialidades.
Me desvío en el pasillo desierto que lleva a la oficina de Philippe, al llegar tomo el pomo con una mano dispuesto a girarlo e irrumpir en su espacio pero me detengo al escuchar la fastidiosa voz de Henrik.
—Todo esto es tu culpa —percibo el reclamo en sus palabras—. No eres más que un imbécil que no supo educarlo.
No necesito ser un genio para saber que mantienen una conversación sobre mí. Considero en girar la perilla y abrir de una vez por todas pero una vocecita molesta me pide que espere un poco.
¿Ahora escuchas conversaciones tras las puertas? Genial, tanto pasar tiempo con Scott te ha vuelto un chismoso.
—Lo llevamos al internado cuando tenía dos años, se supone que ahí debían disciplinarlo.
—Debieron castigarlo más, tal vez así se hubiera convertido en un hombre y ahora mismo no sería un imbécil detrás de una arribista de mierda.
Mis músculos entrando en tensión, mis nudillos volviéndose blancos por la presión que ejerzo sobre la perilla.
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Secretos y mentiras
RandomAnastasia regresa después de dos años a Londres. Las cosas, por supuesto, no son ni remotamente parecidas a lo que eran antes de marcharse. Las cosas en la central han cambiado, y está luchando consigo misma por no toparse con el más grande fantasma...